El avión presidencial y el cuento de los 500 mil millones
Cada vez que el Presidente debe abordar un asunto complejo de su gobierno le es preciso decir, como José Alfredo, otra mentira.
Si los habitantes de Zacualtipán, Hidalgo, le piden agua potable (como ocurrió la semana anterior), les dice que se esperen a que se venda el avión presidencial.
Le preguntan de dónde sacará dinero para financiar el Plan de Desarrollo Integral de Centroamérica, y contesta que de la venta del avión presidencial.
Ese avión se ha convertido en un talismán para solucionar todas las demandas de recursos que le planean al Presidente.
Pero el avión no es del gobierno de México, sino de Boeing, porque no se ha terminado de pagar. Y estamos gastando millones de pesos por tenerlo estacionado en Estados Unidos.
Cada vez que se le preguntaba a López Obrador de dónde sacaría dinero para cumplir sus enormes ofrecimientos, respondía lo mismo: de lo que nos ahorraremos en corrupción: 500 mil millones de pesos al año.
¿Y? ¿Dónde están esos 500 mil millones de pesos?
El gobierno de la 4T vive de lo que le dejaron sus antecesores porque de riqueza ha creado 0.0 por ciento.
Y prometió crecer a una tasa del cuatro por ciento.
En el presupuesto se indica que la inversión pública caerá 5.4 por ciento el próximo año.
Se trata de una baja enorme, cuando se debería estar creciendo fuerte en infraestructura.
López Obrador había sostenido que la economía crecería con base en gasto público, concretamente en infraestructura.
Sonaba ideal para los que le creían y para alguien que no lo conociera.
Entusiasmaba al decir, como el 4 de abril del año pasado, que “bastará con honestidad en el gobierno y con una reducción en el costo de la administración para aumentar la inversión pública y utilizarla como capital semilla para financiar proyectos productivos con la participación de la iniciativa privada y del sector social”.
¿Qué pasó? Para abajo la inversión del gobierno.
Sin crisis externa, sin estampida de capitales ni el boicot de nadie, el gobierno está enredado entre sus promesas, sus atavismos ideológicos y la ineficacia que es inherente al populismo.
A la Secretaría de Comunicaciones y Transportes le bajaron casi el 20 por ciento de su presupuesto.
¿No que habría más inversión pública? Ya corrieron a miles de empleados y funcionarios. Para el próximo año van a despedir a 10 mil más. Así y todo, no tienen dinero para gobernar.
¿Qué pasó con los 500 mil millones de pesos que se ahorraron este año de la corrupción? ¿Dónde están?
El empleo lo iban a subir como nunca antes, y sólo en agosto la creación de puestos de trabajo formales en el país cayó 68 por ciento, de acuerdo con cifras del IMSS.
¿Con qué tropezaron para faltar a sus compromisos?
Tropezaron con que se les cayó la economía, la recaudación, y tropezaron con su demagogia.
Actualmente el país vive de las exportaciones, logradas por un Tratado de Libre Comercio (TLCAN), que AMLO boicoteó para evitar su firma. Acusó a sus negociadores y firmantes de “traidores a la patria”.
El presupuesto está en pie gracias a los recursos del “gasolinazo”, que le dejaron al gobierno actual más de 300 mil millones de pesos anuales.
Dijo, sostuvo, gritó, que echaría para atrás el “gasolinazo”.
¿A ver? ¿Por qué no lo ha hecho? No ha habido otros, pero nadie dijo que los habría. Él se comprometió a revertirlo y no ha cumplido porque se le cae el presupuesto.
Otra mentira, pues.
Este año presupuestal lo van a terminar gracias al dinero Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), diseñado para emergencias, y que se fortaleció gracias al entonces secretario de Hacienda, José Antonio Meade (de quien AMLO se burló y llamó “ternurita”, “burócrata”, “insensible”, “neoliberal”) y a su subsecretaria Vanessa Rubio, hoy senadora de oposición.
Echaron mano de 120 mil millones de pesos de un recurso ahorrado para usarlo en contingencias graves.
¿Y por qué no usan los 500 mil millones de pesos que iban a disponer gracias a la baja en la corrupción?
Culpó de la violencia en el país al gobierno de Felipe Calderón por sacar al Ejército a las calles y anunció que “va a llevar unos seis meses regresar al Ejército” a sus cuarteles.
Ahora tenemos muchas más tropas en las calles. Los delitos se han disparado y hay más violencia que antes, cuando criticaba a quienes la combatían.
Prometió apoyar al campo luego del “abandono a que lo sometió el neoliberalismo”.
¿Sí? Para este año el presupuesto en Agricultura cayó 30 por ciento.
Ahí están los hechos, no en el bla-bla-bla de las mañanas.
Íbamos a tener un sistema de salud extraordinario, a la atura de los países escandinavos, y cientos de mexicanos se mueren entre vómitos de sangre porque el gobierno no compró pesticidas ni larvicidas para fumigar. Ni vacunas contra el sarampión, material para quimioterapias...
¿Y los 500 mil millones? ¿Y los recursos de la venta del avión presidencial?
Lo cierto es que con López Obrador, enredado en sus dogmas y ocurrencias, el país se dirige hacia un empobrecimiento general e inexorable.