Incognitapro

DUDA RAZONABLE

Orwell, Salmerón y un mundo en silencio

En 1984 de George Orwell, los habitantes de Oceanía, ese lugar del futuro imaginado por el autor, tienen un ritual cotidiano: los dos minutos de odio contra el gran traidor del gran hermano. Así los describe el escritor inglés:

“Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel, sino que, por el contrario, era imposible evitar unirse. En treinta segundos, cualquier pretensión siempre era innecesaria. Un horrible éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante. Y sin embargo, la rabia que se sentía era una emoción abstracta e indirecta que podía aplicarse a uno u otro objeto como la llama de una lámpara para soldar”.

No estamos en Oceanía, ni hay Gran Hermano, pero las redes y el ambiente político y social en el que vivimos son el fértil lugar donde todos los días vemos y repetimos el ritual.

Ese espacio donde la impostura moral desde todos los lados se hace pasar por debate e información; donde los adjetivos son las únicas palabras que importan y entre más hirientes, mejor. Ese espacio en que todos anhelan, porque es lo que se cuenta, clics, retuits, likes, eso que se hace en menos de un segundo, sin pensarle mucho.

El más reciente ejemplo es el de Pedro Salmerón, hasta hace unos días director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

Una lectura de muy mala leche —el texto en cuestión es sobre todo un elogio a Eugenio Garza Sada— desde una columna anónima se viraliza, todos contra Salmerón, de las redes pasa a la realidad, regresa a las redes y explota en dos minutos de odio.

Lo que menos importa es aquel texto —nada que pase de unos cuantos caracteres—, importan los insultos, los calificativos.

El círculo se cierra en concordancia con los tiempos: en su renuncia al INHERM, Salmerón aplica la misma que le han aplicado y culpa del asunto a la “derecha de talante fascista”.

Estos dos minutos se han terminado. La llama de la lámpara de soldar apunta a otro lado. Hasta que un día nos quedemos todos en silencio.

@puigcarlos

Ámbito: 
Nacional