Cambiar para mejorar
La próxima semana, el martes para ser precisos, se cumplirá el primer año de Cuauhtémoc Blanco como gobernador de Morelos. Doce meses han transcurrido desde que el ex futbolista profesional protestó como jefe del ejecutivo estatal y prometió cambiar el rumbo de las cosas. Al llegar a este punto la pregunta es obligada: ¿Vamos por el camino correcto?
La respuesta a la interrogante no es difícil de responder, sobre todo luego de escuchar que el propio Cuauhtémoc Blanco reconoce que no está satisfecho con lo alcanzado este primer año en materia de seguridad; aunque se defiende: “hemos hecho un gran trabajo, se ven las obras, lo único que falta reforzar es la seguridad”.
El mensaje del gobernador resume la situación en el país: la inseguridad opaca todo, deja de lado las acciones positivas y hace olvidar las cosas buenas que ocurren.
Y no hay manera de que no sea así: el problema de inseguridad en Morelos igual que en todo México supera los límites conocidos, el problema se apoderó de la agenda del estado, marca el ritmo a las instituciones y está acabando con la paz en muchas regiones del territorio nacional.
El asunto es sumamente grave y es reconocido por propios y extraños, la cifra de muertos crece cada hora y todos los días se da cuenta de hechos violentos que exponen la crueldad de los grupos delictivos y la impunidad como se mueven en todos los estados de la república.
Hace unos días el jefe de la política interna reconoció por primera vez que el problema delictivo obliga al gobierno estatal a replantear la estrategia; previo a esta declaración Morelos volvió a ser escenario de un multihomicidio que de golpe arrebató la vida a 6 jóvenes.
La inseguridad es un problema enorme que va más allá del número de muertos; de manera paralela a la violencia y a la sangrienta lucha entre grupos delictivos y cárteles de la droga está la diversificación del delito, es decir, la transformación de organizaciones que empezaron traficando sustancias ilegales y ahora secuestran, extorsionan, trafican con personas, roban y participa en política.
Las raíces del problema son muy profundas, por ello hasta ahora el tema en lugar de mejorar ha ido empeorando cada día. Lo que pasa en Morelos no es distinto a lo que sucede en otros estados del país: los delincuentes se apoderan de regiones completas, realizan muchas acciones ilícitas y se protegen con aliados en el gobierno y en los partidos políticos.
A nadie sorprende ya escuchar que existen políticos apoyados por grupos delictivos cuyas campañas fueron financiadas con dinero ilícito y cuyos intereses van mucho más allá de la política. Hace años veíamos esta situación a lo lejos, en los estados del norte del país y en casos contados; ahora el escenario se repite en todos lados, en los tres niveles de gobierno y sin distingo de partido.
El problema de la inseguridad ha marcado profundamente a la clase política y el desprestigio los equipara con los miembros del narcotráfico. El servicio público ha venido a menos desde hace varios años, se ha convertido en una profesión repudiada porque representa lo peor de nuestra sociedad y porque los integrantes de la clase gobernante se han convertido en ladrones de cuello blanco, garantes de actos ilegales y ejemplos de mediocridad profesional.
Hoy casi todos los gobernantes de México están mal calificados y esto es resultado en buena medida de los problemas de inseguridad que cada uno afronta en su respectiva entidad, del crecimiento exponencial de la violencia y la falta de resultados en la lucha contra inseguridad. En Morelos las cosas no son diferentes.
Al cumplirse el primer año de gobierno es indispensable que el gobernador de Morelos analice la situación más allá de lo que le cuentan sus colaboradores; al llegar a este punto es sustantivo que Cuauhtémoc Blanco salga de su zona de confort, escuche a más voces de las que tiene hoy a su lado y tome decisiones distintas a las que ha implementado en estos primeros doce meses.
Hay muchos signos de alerta en torno al gobierno estatal, desde la mala calificación por desempeño que se repite en todas las encuestas, pasando por los índices delictivos, de salud, de desarrollo, de confianza y hasta de felicidad; me refiero a estudios que se realizan sistemáticamente diversas instituciones públicas y privada y que coinciden en sus resultados.
Pero no solo eso, también hay señales políticas que surgen desde diferentes instancias, que se exponen en la opinión periodística de analistas nacionales o en reuniones de alto nivel en donde se aborda la problemática que enfrenta un estado pequeño, vecino a la capital del país, gobernado por un personaje impulsado por la 4T y llamativo por la historia deportiva que lo precede.
Insisto: hay muchas (muchas) señales de alerta que aparecen en torno a la administración de Cuauhtémoc Blanco y que se mezclan con la problemática nacional de inseguridad. En política (como en el futbol) cuenta mucho la habilidad individual, pero es determinante el trabajo de equipo y también juega la suerte.
El jefe del ejecutivo de Morelos no es un hombre experimentado en administración pública, ni conocedor de la política, su equipo de trabajo no ha sido eficiente y la suerte que le acompañó como presidente municipal de Cuernavaca le ha dado la espalda como gobernador.
Es lógico que el gobierno estatal dejará pasar el 01 de octubre como si fuera una fecha más del calendario; no habrá informe de labores ni tampoco un mensaje político o los cambios que se antojarían para esta fecha. Tiene sentido: la gobernabilidad pende de un hilo, los tres poderes del estado están en pugna (interna y externa) y no existen condiciones (ni ánimo) para que Blanco Bravo aluda esa fecha.
El problema no es ese, la fecha puede ser poco significativa y hasta intrascendente en la mente de un hombre que no conoce ni concibe la actividad gubernamental como los políticos tradicionales; lo delicado y eventualmente peligroso es que al llegar al primer año no se cambien algunas cosas en el gobierno ni se entienda el momento por el cual está pasando la administración.
El gobierno estatal no tiene capacidad de análisis político y por consecuencia ha sido incapaz de entender y anticipar problemas. La grave situación de inseguridad que vivimos los morelenses no es distinta a la que está presente en todos los estados del país, iniciando por la capital de la república, pero los ingredientes políticos locales y el acelerado desgaste de la figura del gobernador (y ahora de su hermano), son la gota que podría descarrilar la gobernabilidad.
No importa si al llegar al primer año de gestión Cuauhtémoc Blanco Bravo no rinde un informe de actividades, no da un mensaje político o no ajusta su equipo de trabajo. Lo de fondo, lo importante, lo deseable, es que el futbolista entienda la situación que tiene enfrente y tome acciones al respecto.
Insisto: cambiar la actitud es el primer paso para que las cosas mejoren.
posdata
Una y otra vez, lo que muestra el congreso local es deplorable; no importa el escenario en el que estén o el tema del que se trate, los diputados se las arreglan para verse cada día peor, para exhibirse unos a otros y mostrar que son incapaces de anteponer su responsabilidad profesional y el interés del estado por encima de sus ambiciones personales.
Pero no solo eso: políticamente hablando el poder legislativo también se ha convertido en un laboratorio cuyas mezclas y mutaciones merecen un análisis coprológico; cada día vemos cambios de un partido a otro, acomodos y reacomodos, amenazas y denostaciones y una lucha por el poder que ya no guarda las formas ni se preocupa por cuidar la dignidad legislativa.
Profesional e intelectualmente nos ha quedado claro que la 54 legislatura de Morelos es la peor de la historia, pero en materia de integridad y honorabilidad la situación es todavía peor: en el parlamento morelense la lucha es abiertamente económica y por canonjías personales; el año pasado los diputados (20) se aprobaron un presupuesto cercano a los 500 millones de pesos y para el 2021 pedirán un aumento de más de 50 millones de pesos.
Ningún integrante de la legislatura actual ha tenido la capacidad ni la disposición para tratar de que las cosas mejoren; hasta los miembros con más experiencia legislativa y años recorridos han entrado a la danza de ineptitud y deshonor.
Como si todo lo anterior no fuera suficiente, ahora son los mismos diputados quienes se acusan entre si de estar vinculados con la delincuencia organizada, de inmiscuirse con grupos criminales y de pactar con gente mala; todo eso en el marco de la comparecencia del Fiscal a propósito de la inseguridad.
¿Qué más hace falta ver en esta legislatura? ¿De qué tanto más son capaces los miembros de una legislatura?
Again: la democracia es representativa, pero a veces (como en Morelos) es profundamente ineficiente.
nota
Los alcaldes morelenses acudieron a la Ciudad de México a entregar al presidente López Obrador una carta pidiendo apoyo financiero; a lo largo del 2019 los ediles han tenido que trabajar sin recursos del gobierno federal y sin ayuda del gobierno de Morelos.
No es la primera vez que los presidentes municipales de México alzan la voz clamando ayuda, pero ninguna petición hasta ahora ha tenido respuesta.
Ojalá hoy sea diferente.
post it
Son datos duros, oficiales y sumamente preocupantes que revelan el descuido de las autoridades estatales en la implementación de medidas preventivas contra el dengue, como la fumigación; esta falta de actuación trajo como consecuencia un escenario caótico que ya ha costado la vida a seis personas en Morelos. Tome nota:
Del 16 al 23 de septiembre pasados se sumaron 593 nuevas personas afectadas en Morelos con los síntomas del dengue, cuyos casos están en análisis. En esa condición hay hasta el momento 6 mil 661 los afectados durante este año en Morelos.
Según datos de la Secretaría de Salud federal, Morelos se mantiene como la entidad número uno en incidencia en todo el país; el porcentaje es de 205.35 personas por cada 100 mil habitantes. Los enfermos plenamente confirmados con dengue son 748, según el corte al 23 de septiembre pasado, lo que implica que 99 personas se contagiaron en siete días.
La mayoría de los afectados están diagnosticadas con los tipos de mayor riesgo: 30 con dengue grave, 520 con dengue con signos de alarma y 198 con dengue.
Las defunciones plenamente confirmadas son al momento 6, mientras que otras 10 se encuentran en análisis; los municipios más golpeados por este mal siguen siendo en orden decreciente: Cuautla, Yautepec, Ayala y Jonacatepec.
La situación es muy grave y tiene que ver directamente con la incapacidad de la Secretaría de Salud y de su titular para enfrentar la situación; el trabajo del doctor Marco Antonio Cantú ha quedado mucho a deber al gobernador y a los morelenses, el funcionario deambula en los pasillos de poder, sobrelleva el cargo y no hace nada por mejorar la calidad de los servicios médicos, la atención a los ciudadanos o la cobertura y la infraestructura de salud; vamos, ni siquiera ha sido capaz de sostener el ritmo operativo que llevaba esa dependencia en el pasado o de implementar cualquier tipo de mejora.
La consecuencia es lo que vemos: un sector deteriorado, ineficiente y poco confiable que no supo advertir un problema histórico, que cada año se presenta en esta temporada y que requería medidas de prevención que esta vez no fueron implementadas.
Dicen quienes lo conocen, que el doctor Cantú es una buena persona, pero eso no es suficiente para conducir un área tan importante, delicada y demandante como lo es la salud.
Cuentan los clásicos: los errores de los abogados se van a la cárcel, los de los periodistas se publican y los de los médicos se sepultan.
La ineptitud también es un acto de corrupción.
redes sociales
¿Escucharon las palabras del Obispo de Cuernavaca en la pasada homilía dominical? ¡SPM! (Santo Padre Misericordioso).
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