Incognitapro

SERPIENTES Y ESCALERAS

La era de la impunidad

La policía detiene a los pillos y de inmediato quedan libres. ¿De qué lado están los jueces?

Lo ocurrido la mañana del viernes en un centro comercial de Cuernavaca es algo que hemos visto una y otra vez en los últimos años; se ha vuelto común que los delincuentes operen a plena luz del día y que las ejecuciones se cometan en cualquier lugar sin importar que sea un sitio público o que inocentes puedan resultar heridos. ¿Por qué suceden estas cosas en Morelos? Porque los delincuentes saben que lo pueden hacer.

Varias veces y de distintas formas hemos abordado el tema de la inseguridad y la violencia que aqueja Morelos desde hace dos décadas; muchas son las excusas que dan los gobiernos ante el problema y muchos también los argumentos que el ciudadano presenta para reclamar con todo derecho que regrese la paz al estado.

De manera reiterada todos hemos cuestionado los resultados de la estrategia de seguridad; en lo federal, en lo estatal y en todos los municipios del país el problema es el mismo, es muy grave, está fuera de control y genera ríos de sangre. Todos coincidimos que en los últimos tres sexenios la estrategia de seguridad ha fallado, que los planes gubernamentales no han dado resultados y que a pesar de los miles de millones de pesos invertidos en el tema, la situación no ha mejorado.

Ya sabemos que en vivimos un momento peculiar en el cual la delincuencia está organizada y el gobierno no, que los grupos criminales tienen el control de muchas instituciones, guardan vínculos con autoridades y mantienen relaciones estrechas con policías. Pero lo que también habría que destacar es la forma como está sucediendo las cosas y lo que hay detrás de cada uno de los ejecutados.

El asesinato del viernes en el estacionamiento de plaza Cuernavaca, por ejemplo, encendió los focos de alerta en todos lados, provocó molestia general y causó pánico entre la gente; ¿Cómo era posible que a plena luz del día, en un lugar familiar sumamente transitado ocurrieran estas cosas? Peor: ¿Cómo entender que asesinen a una persona en un centro comercial, los homicidas queden grabados en video, antes de huir paguen su boleto de estacionamiento, se formen en la fila para salir del lugar, la matrícula del vehículo utilizado quede registrada en las cámaras y aún así huyan como si nada?

Todo es posible porque vivimos en un estado de impunidad e ineficiencia, con un gobierno ausente e indolente, con una sociedad que ha normalizado la violencia y gobernantes a los que no les interesa lo que pase, ni tampoco lo que piense la opinión pública. Todo ocurre por la simple y sencilla razón de que es posible hacerlo, porque en Morelos se puede delinquir sin que hayan consecuencias.

Pero en este caso en particular vale la pena hacer una reflexión más allá de la gravedad de los hechos, porque la víctima (dicho en sus propias palabras) sabía que lo estaban buscando, sabía que lo querían asesinar y esperaba que esto sucediera en cualquier momento. “Ya me traían estos weyes”, fueron las últimas palabras del hombre que murió asesinado en el estacionamiento de Plaza Bugambilia.

Después de los hechos el historial de la víctima se hizo público y conocimos más de los acontecimientos: Orlando Sánchez Calderón (El Javi) no era una “persona normal” como dice el almirante José Antonio Ortiz Guarneros, sino un sujeto con antecedentes penales y vinculado a grupos de la delincuencia organizada que apenas unos meses atrás había sido detenido en posesión de droga y armas, al cual se le vinculaba con grupos delictivos y que de manera extraña (o normal tratándose de Morelos) salió libre a pesar de que existían todas las pruebas en su contra.

Aquí surgen más preguntas: ¿Por qué con todos los elementos de prueba presentados en contra de esa persona un juez le concedió la libertad? ¿Cómo es posible que a un sujeto al que se le detienen el flagrancia, con armas y varios kilos (¡kilos!) de droga puede regresar a las calles en tres meses?

Este punto sustantivo para entender la gravedad del problema que estamos viviendo actualmente en Morelos: la oleada de violencia y los ríos de sangre que han dejado los más de 1 mil 100 muertos en nueve meses no es ajena a la actuación de las autoridades judiciales.

Más claro: con todo y lo que se pueda criticar a la policía (eso es otra historia), cuando detienen a los delincuentes y (como en este caso) se presentan pruebas que los incriminan, los bandidos no tardan mucho en volver a salir; más claro: los uniformados exponen su vida y la de su familia al proceder en contra de sujetos peligrosos, relacionados con grupos delictivos sumamente violentos, pero su esfuerzo es vano porque a la vuelta de unas horas, días o meses un juez los regresa a las calles. ¿Con qué ánimo esperamos que la policía enfrente a la delincuencia si sabe que los jueces protegen y liberan a los pillos?

Es imposible que las cosas mejoren el estado si la dinámica sigue siendo la misma, si a cada acción de la policía existe una reacción de los jueces en sentido contrario; mientras los encargados de impartir justicia estén del lado de la delincuencia y todo el tiempo dejen libres a quienes cometen delitos es imposible que podamos recuperar la paz perdida.

Insisto: no se trata de restar culpa o responsabilidad a las autoridades, ni de justificar la falta de resultados de la estrategia de seguridad, sino de entender que en medio del enorme conflicto de sangre que vivimos hay otros factores que juegan, actores de poder que intervienen y razones de peso (pe$o$) que impiden que la tranquilidad regrese a las calles de nuestro estado.

Haz memoria lectora lector querido: gran parte de quienes han sido ejecutados en Morelos tienen antecedentes delictivos o están relacionados con algún grupo de la delincuencia organizada; no son “gente normal” (Guarneros dixit), sino personas que ya estuvieron sujetas a un proceso por la comisión de un delito, que pisaron la cárcel o guardaban vínculos directos con el crimen; muchos de ellos fueron detenidos en flagrancia, estuvieron tras las rejas y un juez los liberó.

La inseguridad en Morelos es brutal, el tema está haciendo crisis y la paciencia ciudadana ya se agotó. Pronto comenzarán los reclamos de otro tipo y la petición de que se cambie de mando en la entidad.

En medio de esta tragedia hay que hacernos una pregunta de fondo: ¿De parte de quién están los jueces en Morelos ?

posdata

Hace unos días en la misa dominical el Obispo de Cuernavaca Ramón Castro habló de lo que está sucediendo en el gobierno de Cuauhtémoc Blanco; sus palabras fueron duras, llegaron hasta las oficinas de palacio de gobierno y dejaron pensando a muchos sobre lo que vendrá después de ese mensaje. El prelado fue directo y dijo que está dispuesto a hablar de corrupción sin temor a que lo vuelvan a perseguir. Todavía más: “En cuanto tenga las pruebas las presentaré”

Así lo dijo el jefe de la iglesia católica en Morelos:

“… Que hay mucha corrupción ahorita en el gobierno del estado, dicen; me llega por acá, me llega por allá… y yo ya hablé con algunas personas y les dije: Oiga, me está llegando esto y esto y esto ¿Es cierto?

–Noooo, ¡Somos las personas más honradas de México!

Y yo digo: no están actuando como ese, éste sí reconoció… Y yo digo en mi conciencia: ya cumplí, al rato que tenga una prueba la voy a sacar y voy a decir todo lo que está pasando porque es mi obligación, aunque me digan que me meto en política; yo no me meto en política, yo voy a decir la verdad simple y sencillamente.

Ya me persiguieron tanto, los otros del otro sexenio, pues ya estoy acostumbrado; pero todavía no tengo pruebas, el día que las tenga, lo voy a decir. ¿Ustedes creen que es correcto o incorrecto?

Alguien lo tiene que decir, no vamos a estar como aquellos que tienen el otro vasito aquí y dicen el uno al otro: no te muevas, no te muevas, porque si te mueves me ahogas.

¿Me doy a entender? ¡Pues yo me voy a mover!

nota

El alcalde Villalobos dice que en un futuro cercano el Parque Melchor Ocampo albergará a los vendedores de artesanía que andan en las calles de la ciudad, es decir, que el parque más viejo de la ciudad y uno de los más emblemáticos de la capital transformará su añeja imagen y se convertirá en una especie de tianguis.

Y aclara, por si alguien tiene duda, que no es pregunta, que es una decisión tomada y que se hará a como de lugar, por la fuerza que le concede su autoridad como presidente municipal de Cuernavaca y las pistolas imaginarias que porta cuando se pone su sombrero de vaquero.

Puede ser que muy en el fondo la idea del folclórico munícipe sea buena, que en su mente infantil imagine una especie de mercado artesanal de esos que son comunes en Europa; pero la realidad de nuestra tierra es otra y lo que puede derivar de su intención es unan nueva crisis, porque intentaría acabar con uno de los pocos pulmones que le quedan a la capital morelense. Explico:

El Parque Melchor Ocampo está en el Barrio de Gualupita, es un pequeño lugar que sirve de espacio de recreación para los vecinos y los alumnos de las escuelas que hay alrededor; ahí está ubicada una biblioteca y aunque la inseguridad le ha quitado el brillo y la vitalidad de otros tiempos, ese jardín natural es muy apreciado por muchos ciudadanos de Cuernavaca.

Precisamente por eso llama la atención que el alcalde pretenda convertirlo en un tianguis, porque aunque se trate de vender como un espacio de exposición y venta de artesanía, lo que terminaría siendo es un duplicado de la plaza Santos Degollado.

Muchas veces hemos escuchado los endulcolorantes discursos del Lobito, son expresiones ramplonas carentes de cultura que pretenden ser emotivas y terminan siendo un cantinfleo región 4; una y otra vez los ciudadanos que habitamos en esta ciudad nos hemos topado con las ocurrencias de alguien que no conoce de administración pública, que no tiene experiencia política, que no se acompaña de un buen equipo de gobierno, ni cuenta con la mínima cultura necesaria para hablar de identidad.

A pesar de ello se le observa con respeto y se le concede el beneficio de la duda (por eso ganó Morena) en algunos temas que parecen inofensivos o quedan como chiste; pero en casos como este es importante advertir que las cosas no saldrán como el alcalde piensa, que sus arrebatos terminarán mal porque los ciudadanos no permitirán que les quiten un espacio que es suyo. Peor: si el edil pretende hacer las cosas a la fuerza (¿Con qué fuerza, si no tiene el mando de la policía?), lo único que puede provocar es una crisis social.

¿Por qué en lugar de tratar de transformar un parque en un tianguis, mejor ilumina, mejora su infraestructura, limpia, refuerza la seguridad y convierte al Melchor Ocampo en un sitio donde se realicen eventos culturales, artísticos o sociales? ¿Por qué no rescata también el Parque Revolución que está en el centro de la ciudad?

Si la idea es reordenar el ambulantaje, podría buscar algún terreno vacío, darle infraestructura y servicios, y ahí concentrar a los comerciantes sin provocar molestia social ni alterar un sitio histórico de la ciudad.

Es cuestión de sentido común y un mínimo de inteligencia.

¿Es mucho pedir?

post it

Hasta ahora el gobierno estatal ha podido contener los conflictos sociales en los medios de comunicación, pero la presión es mucha y esto no durará para siempre. En breve las cosas podrían cambiar.

redes sociales

Diálogo palaciego…

¿Cómo haces para andar tan tranquilo y sin preocupaciones?
Simple: No leo.

Comentarios para una columna sonriente:

eolopacheco@elregional.com.mx

Twitter: @eolopacheco

Facebook: Eolopachecomx

Instagram: eolopachecomx

Ámbito: 
Local