Lo que hace la mano hace la tras
Además de atender los problemas del estado, el gobernador debe cuidar a su equipo.
En medio de la crisis de gobernabilidad y un repunte explosivo de la violencia Cuauhtémoc Blanco retomó los casos de corrupción de la administración anterior y expone los abusos cometidos por Graco Ramírez y sus colaboradores. De manera muy concreta ha puesto la mira en los conciertos y la asignación de más de 350 millones de pesos a una empresa intermediaria entre el gobierno y los artistas, copropiedad de una ex funcionaria que habría sido prestanombres de la ex primera dama y de su hijo. Actuar contra los corruptos concedería al gobernador el oxígeno que necesita para recuperar la confianza que se ha perdido en su gobierno.
Suena mal, pero es cierto: la política es una actividad que se nutre de golpes mediáticos y acciones espectaculares para mantener la estabilidad, la gobernabilidad y ganar simpatías. Sin menoscabo de otras acciones inherentes a la cosa pública y decisiones de fondo que se toman en el ejercicio de gobierno, el show es parte de la política.
El mejor ejemplo de ello lo da todos los días Andrés Manuel López Obrador: el ejecutivo federal monta cada mañana un espectáculo de stand up desde el cual maneja la agenda nacional y la opinión pública, desde su púlpito el Presidente de México habla de todos los temas, muestra su realidad del país, da a conocer sus propios datos y condena o perdona desde su óptica personal y su investidura.
No hay actualmente un mejor operador político y de medios que el jefe de la nación; su mensaje, su estilo de actuar, sus expresiones coloquiales y su comportamiento diario le concede una altísima aprobación popular más allá de que las cosas no sean como él dice o como otras instituciones públicas y privadas, incluyendo las de su gobierno, las expongan. En el México de hoy solo cabe una verdad y esa es la de López Obrador.
Y es que aunque en varios sectores sus comentarios han perdido fuerza y carecen de sustento, en las masas sus dichos siguen siendo apreciados y seguidos; en el círculo rojo y en espacios pensantes el presidente se ha convertido en una parodia de si mismo, en un personaje que inventa historias, que acomoda los datos a su conveniencia y cuya verdad se ubica irracionalmente por encima de todas las demás, no importa de quién se trate o la información que presente; todo se resuelve con un “yo tengo otros datos” “es la mafia del poder”, “soy dueño de mi silencio” “me canso ganso” o “lo que diga mi dedito”. Algo hay que reconocerle a López Obrador: maneja bien la agenda nacional y aprovecha de principio a fin su popularidad.
Como político de la vieja escuela el tabasqueño entiende la importancia de la opinión pública, del mensaje político, del manejo de la esperanza y de las expresiones jocosas; sin restar importancia a algunas acciones importantes que ha realizado su administración, principalmente en lo concerniente a combate a la corrupción y la impunidad, lo que hace todos los días López Obrador se puede entender bajo aquel dicho de: “a la gente pan y circo”.
Entendámoslo de esta manera: el gobierno federal no ha podido detener la ola de violencia nacional, los números que arrojan los primeros meses de su administración son mucho más sangrientos que los registrados en sexenios anteriores y eso echa por tierra el discurso triunfalista que quiere vendernos que el cambio es posible solo con el ejemplo y que la lucha contra la delincuencia se ganará con buena voluntad y el regaño de las mamás.
A pesar de ello las cosas no le marchan mal al gobierno federal porque frente al fracaso en el tema de seguridad López Obrador ha sabido vender muy bien su lucha contra la corrupción y contra la impunidad; cada vez que la situación delictiva o cualquier otro rubro hacen crisis, aparece un golpe directo a los corruptos; así cayó el dueño de Altos Hornos de México Alonso Ancira, el abogado Juan Collado, la ex titular de Sedatu Rosario Robles y ahora el ex ministro Eduardo Medina Mora.
Cuentan los viejos cánones de la política que en el ejercicio de poder hay que entender los mensajes y seguir la pauta que se marca desde arriba; dicho de manera coloquial: lo que hace la mano hace la tras. Andrés Manuel López Obrador ha dejado muy clara la forma como ejerce el poder, la manera como actúa en casos de crisis y el camino que utilizan las instituciones para mantener la gobernabilidad. Puede ser que el plan de seguridad todavía no funcione, pero es evidente que la estrategia política para golpear a algunos corruptos está dando resultados.
Eso es lo que el gobierno de Morelos debería entender y aplicar; en lo que respecta a la lucha contra la delincuencia la administración de Cuauhtémoc Blanco va perdiendo la batalla de peor manera que sus amadas Águilas cayeron en el último partido contra el Cruz Azul. El comisionado de seguridad ya no sabe cómo reaccionar ante las constantes oleadas de violencia y el resto de los funcionarios se han quedado sin argumentos para justificar la imparable situación delictiva.
La criminalidad está hundiendo al gobierno estatal, ha echado a la basura la estrategia de seguridad y dejado sin valor las repetitivas frases de un hombre que no se sale del “no les voy a fallar” “como siempre les he dicho” y “no me dejan gobernar”. Ante esta situación Cuauhtémoc Blanco (o su hermano o alguno de sus asesores) tendrían que replantear el plan y voltear a ver la manera como opera el gobierno federal. Al Presidente de México también se le han presentado situaciones complejas como al gobernador, pero ha utilizado vías alternas para salir del paso. ¿Por qué no hacer lo mismo aquí? Explico:
Si es evidente y reconocido que el gobierno local no tiene la fuerza ni los elementos para enfrentar solo a los criminales y ello está acabando con la confianza ciudadana en el mandatario ¿Por qué no enfocar las baterías contra los personajes corruptos que dieron paso a esta situación? Así lo ha hecho Andrés Manuel López Obrador y a pesar del enorme baño de sangre en el país la gente lo aplaude porque ha demostrado que está decidido a acabar con la impunidad.
Ahora que ha retomado fuerza la discusión en torno a los conciertos organizados por Graco Ramírez y se han hecho públicas las cifras millonarias que fueron desviadas por ex funcionarios y familiares del tabasqueño, sería importante que la administración estatal no suelte el tema y abra otros expedientes (como la reconstrucción), que aproveche la inercia que se ha generado, utilice la puerta que ha abierto el gobierno federal en el tema de combate a la corrupción y replique localmente las acciones emprendidas en el ámbito nacional.
Para ello es necesario que Cuauhtémoc Blanco tome decisiones dentro de su equipo porque es evidente que su área anticorrupción es incapaz e inservible y varios de sus funcionarios se han vinculado con los graquistas; es obvio que desde dentro de su gobierno hay personajes que le juegan la contra y por esa razón los expedientes que se presentan ante las autoridades judiciales y la fiscalía anticorrupción llegan flojos, para que las acciones no procedan.
El combate a la corrupción debería ser prioritario en la agenda del gobernador de Morelos, actuar en contra de los ex funcionarios le daría oxígeno social para seguir avanzando en otros temas y le devolvería parte de la confianza que ha perdido en este primer año de administración. Pero insisto: antes Cuauhtémoc Blanco tiene que revisar el actuar de su equipo, hacer una evaluación en función de los resultados y llevar a cabo un análisis respecto a la lealtad que le tienen.
Para nadie es secreto que muchos de los ataques que ha recibido el gobernador en los últimos meses han sido operados y financiados desde el gabinete, que la estrategia legislativa que hay en su contra y la que se ve en algunos medios nacionales es patrocinada con recursos de su gobierno y que la falta de actuación contra los funcionarios graquistas no es solo resultado de la incapacidad profesional de sus colaboradores, sino de algún tipo de acuerdo con el perredista.
El gobierno estatal igual que el federal viven un momento muy difícil como consecuencia de la inseguridad y de los altos niveles de violencia, pero a diferencia de lo que hace Andrés Manuel López Obrador, Cuauhtémoc Blanco no sabe maniobrar en la crisis y ha sido incapaz de salirse del ojo del huracán.
El futbolista debe hacer lo mismo que el presidente, podría actuar en pistas distintas y generar escenarios paralelos a la crisis para ganar tiempo y confianza, pero ni él ni sus colaboradores lo saben hacer.
Pan y circo, dicen los clásicos, es una regla básica para hacer política; pero en Morelos no hay pan, ni circo.
posdata
El presidente de México viajó a Puebla y cuando pasaba por Morelos se detuvo para exponer las malas condiciones en las que se encuentran algunas carreteras estatales. Muy a su estilo, a través de un video subido a sus redes sociales, Andrés Manuel López Obrador criticó los baches y la falta de actuación de las autoridades de Morelos. “Todavía hay muchos caminos llenos de huecos. La gente los tapa con tierra y, a cambio, piden cooperación voluntaria "para el chesco". Ojalá y esto se atienda en todos los niveles de gobierno”
La reacción de Cuauhtémoc Blanco fue inmediata: mandaron una brigada a que reparara la vialidad y atendiera la petición presidencial.
Lo que vio el presidente Andrés Manuel López Obrador en la carretera Pablo Blanco – Barranca del Muerto no es distinto a lo que ocurre en gran parte de las vialidades rurales del país, incluyendo por supuesto las de Morelos. El tema es de fondo, tiene que ver con una permanente desatención de las autoridades de los tres niveles en la infraestructura urbana, pero también con la falta de recursos públicos.
Hoy en Morelos las autoridades municipales y estatal están más preocupadas en salir delante de la crisis que les heredaron, en juntar dinero para las quincenas, en el pago de los servicios y en cumplir con los laudos que los agobian.
Nada de esto justifica el descuido en el mantenimiento de las carreteras, pero nos permite entender la situación que se vive en los municipios, sobre todo ahora que los recursos federales no fluyen.
Es válido que el presidente de México pida a las autoridades municipales y estatal que atiendan el problema. Mejor sería que les diera recursos económicos para hacerlo.
nota
Ahora es el secretario de Desarrollo Sustentable Constantino Maldonado Krinis quien se ubica en medio de un escándalo; lo han señalado por presentarse como Arquitecto sin serlo. La denuncia fue interpuesta ante la FGR por usurpación de profesión y obras ilegales en Morelos.
Según los denunciantes el funcionario estatal se ostenta con la profesión Arquitecto, cuyo registro no existe en la Dirección General de Profesiones de la Secretaría de Educación Pública federal; respecto a la denuncia ante la Fiscalía estatal vecinos afirman también que el acusado autorizó la construcción de seis bungalows que no están enmarcados en el Programa de Desarrollo Urbano que establece 50 habitantes por hectárea.
El de Maldonado Krinis no es el primer escándalo que ocurre en el gobierno estatal; a lo largo de un año varios secretarios han sido objeto de polémica por acciones que llevan a cabo en lo personal, por declaraciones fuera de lugar, por historias de su pasado o actuaciones en el presente.
Qué difícil debe ser para el gobernador tener que enfrentar la gravísima problemática del estado y a la vez tener que cuidar a sus colaboradores que, en teoría, deberían estar ayudándole a sacar al buey de la barranca.
¿Hasta cuándo aguantará el mandatario tantas pifias en su equipo?
post it
El proyecto del Parque Melchor Ocampo puede ser el Waterloo del alcalde Villalobos. El edil camina sobre suelo resbaladizo y fácilmente se puede caer.
Como diría el clásico: Paciencia, prudencia…
redes sociales
Ahora se trata de mensajes colocados en anuncios espectaculares en el Paso Exprés; son anuncios cuyo objetivo es meterle más presión al gobierno estatal y promocionar la división que hay en el equipo de Cuauhtémoc Blanco.
La estrategia es burda. Tiene todo el sello de Javier López.
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