AMLO y la economía: no sabe que no sabe
Siguen pasando los meses y el presidente López Obrador sigue reprobando en Economía. Su discurso de que “vamos requetebién” contrasta con los datos oficiales y pone a México en una situación que no había estado peor desde la brutal crisis mundial de 2008.
Sólo que ahorita no hay crisis mundial. De hecho, Estados Unidos, nuestro principal socio comercial e importantísimo motor económico, está batiendo marcas de crecimiento.
México, en lugar de estar aprovechando el viento a favor, lo ha desperdiciado. Y de eso, el responsable es el presidente.
¿Ha notado que cada que sale una pésima cifra económica se dice que es la peor cifra en diez años? Ayer se dio a conocer el dato de inversión fija bruta. Central para el desarrollo económico. De los más importantes datos que revelan el estado real de la economía de un país. Y su caída fue dramática, estrepitosa, y sin duda alarmante: 9.1% de julio de 2018 a julio de 2019.
En México no se está invirtiendo. Y eso compromete la viabilidad del país y al hacerlo, el proyecto transformador que tiene en mente el primer mandatario.
Ya valdría la pena que líderes del mundo empresarial dejaran de matizarle la historia al presidente y éste dejara de hacer como que se entiende con ellos. Esa danza de hipocresías mutuas.
Las buenas señales económicas que ha enviado el gobierno del presidente López Obrador –el respaldo a la renegociación del TMEC, la disciplina fiscal, el respeto a la autonomía del Banco de México– han quedado diluidas frente a los desatinos, pero sobre todo ante las constantes declaraciones de un hombre, el más poderoso de México, que parece empecinado en negar la realidad a un grado que genera incertidumbre sobre el futuro económico del país.
No habla nada bien de un gobierno que el secretario de Hacienda le renuncie al medio año. Tampoco que rompa los contratos energéticos, se arrepienta y termine renegociándolos a un costo más alto para el país. No se diga que invite a las que considera cuatro mejores empresas del mundo para hacer una refinería, las cuatro digan que es imposible a ese bajo costo y en ese corto tiempo, y aún así se empecine en construirla cuando la empresa petrolera está al borde de la quiebra.
Tiene un diagnóstico impecable sobre la herencia funesta de la corrupción neoliberal, sobre la desigualdad y la pobreza, pero cuando se trata de encontrar los remedios, lo único que ha logrado es poner al enfermo en peor condición. Y cuando se le dice, prefiere insultar que escuchar.
Así, sólo queda recordar aquella vieja analogía: cuando se trata de economía, el presidente no sabe. Peor: no sabe que no sabe.