Con licencia para delinquir
El paro de actividades (terso, silencioso, casi tímido) por 24 horas en una treintena de universidades públicas que demandan mayor apoyo de la Federación coincidió, este miércoles, con la reunión que sostuvo el subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, con representantes de la mexiquense Normal Lázaro Cárdenas, de Tenerías, donde el alumnado mantenía secuestrados, desde 10 días antes, a 92 choferes e igual número de autobuses foráneos que había ya vandalizado.
Ante la petición de los paristas a quienes respalda la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (sugiere una ampliación presupuestal de 17 mil millones de pesos para 2020), la reacción presidencial fue: “Si no se tiene la razón, aunque se pare el país, porque si no, vamos a estar a expensas de chantajes y nunca van a cambiar las cosas”.
En contraste, la respuesta gubernamental a las peticiones de los normalistas de Tenería y a los delitos evidentes que hasta ese mismo día seguían cometiendo fue concederles 84 plazas; que para la admisión de nuevos estudiantes la edad máxima sea de 24 años y el promedio mínimo de seis; el examen será interno y no se publicarán los resultados en internet ni en ningún otro medio; aumentar de mil a tres mil pesos las becas para los alumnos de quinto, sexto, séptimo y octavo semestres, cubrir al ciento por ciento los gastos de titulación, alfombrar (antes del inminente 5 de noviembre) los 10 mil 800 metros cuadrados de su cancha de futbol con pasto sintético y el compromiso de que no se realicen sobrevuelos de vigilancia en el cielo de su plantel.
Adicionalmente, hacerles la tarea de gestionar lo necesario para que todos los alumnos obtengan un pilón de 840 pesos a través del programa Beca de Apoyo a la Práctica Intensiva y al Servicio Social de la Secretaría de Educación.
Con Pepe Cárdenas ayer, el subsecretario Peralta hizo una vehemente defensa del acuerdo que suscribió con los activistas de Tenería, a quienes aludió como “chicos” a los que “no se les debe estigmatizar” y ante cuyo comportamiento no hay que ser “hipersensibles”, porque proceden de familias que por generaciones han vivido en la pobreza y la marginación.
El periodista replicó: ¿Y los delitos? Lo importante, repuso el funcionario, es que no se llegue a la “violencia verbal”, a “los toletazos ni los gases lacrimógenos. Muchos añoran la represión y deben estar en una profunda depresión. Qué bueno que se están movilizando. El gobierno es sensible a las más nobles causas del país…”.
Ajá. Pues el ejemplo cundió en otra normal de Puebla, con apoyo de la emblemática de Ayotzinapa.
Con tales convicciones, resulta explicable que haya sido Peralta quien intentó negociar la paz con los paramilitares de las autodefensas de Tamaulipas y Michoacán (los concibe como “luchadores sociales”) y más comprensible que el presidente Andrés Manuel López Obrador lo frenara y le ordenara, por lo visto sin éxito, ajustarse a la ley.