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SERPIENTES Y ESCALERAS

Congreso, nueva oportunidad

Se reinician las cosas en el parlamento; veremos si son capaces de retomar el camino.

El congreso local y sus integrantes están sumidos en el caos y en el descrédito; una y otra vez la 54 legislatura morelense ha dejado ver que representan un error de la democracia, que carecen de valores, de capacidad y de representatividad. Hoy están en una coyuntura: o replantean el camino y actúan diferente o se hunden de manera definitiva.

Un año ha transcurrido desde que la oleada de Morena modificó la geografía política del país y cambió casi en su totalidad a la clase gobernante de Morelos. Fue un voto en cascada, como lo pidió Andrés Manuel López Obrador; un voto de confianza masivo con la enorme esperanza de que las cosas cambiaran y fueran mejores.

Y así parecía: después de que tuvimos una desastrosa legislatura morelense llena de personajes corruptos al servicio del ex gobernador Graco Ramírez, llegó una nueva élite de poder conformada en su mayoría por mujeres, damas inexpertas en política pero con el aparente empuje y la convicción para transformar el status quo y lograr algo mejor.

Pero las cosas comenzaron a salir mal cuando de manera sorpresiva las y los diputados (a sugerencia de alguien del gobierno estatal) eligieron como presidenta a Tania Valentina y desplazaron a Morena de las principales posiciones de control legislativo; ahí comenzó la debacle legislativa porque la conducción del parlamento quedó en mano de alguien que buscó su beneficio económico personal por encima de todas las cosas y la principal fuerza electoral fue relegada.

Los problemas al interior del congreso han sido recurrentes de principio a fin y casi siempre han estado ligados a la lucha de poder, a los intereses personales y al dinero. La 54 legislatura morelense no responden a una agenda social, no ha sido capaz de atender las demandas ciudadanas, ni tampoco ha cumplido con las promesas que hicieron sus integrantes en campaña.

Hasta ahora todos los miembros de la cámara de diputados, sin excepción, cayeron en la dinámica del pleito y el escándalo, se convirtieron en rehenes de sus propias acciones y abonaron a un descrédito colectivo que rápidamente los equiparó con sus antecesores y en algunos momentos los ha hecho ver peor que ellos; peores que quienes fueron catalogados como la peor legislatura de la historia.

Los reacomodos políticos han sido constantes en una legislatura que no ha sido capaz de ponerse de acuerdo, llena de personajes sui generis cuya única coincidencia ha sido el gusto por el dinero. Tenemos un parlamento lleno de diputados amparados por múltiples motivos, en donde unos y otros se atacan, se acusan, se denuncian, se reclaman y todo el tiempo se tildan de corruptos y delincuentes.

Por eso varios legisladores han recurrido al amparo y a la denuncia, porque el ataque es permanente y los señalamientos son mucho más duros de los que se veían en el pasado; esa es la razón por la cual la geografía parlamentaria cambia de un momento a otro y los grupos se modifican a cada momento: primero llegaron unidos en torno al gobernador Cuauhtémoc Blanco, luego rompieron con él y retrasaron la aprobación del presupuesto, después se formaron varios bloques con diferentes matices hasta llegar a lo que ahora vemos: el G13 y (como lo llaman en los pasillos legislativos) Tania y las Hermanas Veneno.

Con todo esto a cuestas a los congresistas les debería interesar hacer un alto en el camino para replantear la forma como están actuando y modificar la percepción que la sociedad tiene de ellos; al ritmo que van ninguno de podrá reelegirse porque el desgaste social con el que llegarán a la elección intermedia será una losa igual o más pesada que la que cargaron sus antecesores; este congreso no representa a la sociedad, no apoya ni hace contrapeso al gobierno, no legisla, arrastra muchos temas pendientes de su propia agenda y en lugar de perseguir y castigar a los corruptos ha decidido protegerlos.

El cambio interno les brinda la oportunidad de buscar un ajuste hacia el exterior, les da un nuevo chance de recomponer las cosas y reencontrarse con la ciudadanía. Alejandra Flores puede tomar esa decisión, puede convencer a sus correligionarios de la importancia de replantear la agenda legislativa y apostar por un congreso distinto al que hemos visto hasta ahora. La ventaja que tienen los legisladores del G13 es que Alejandra Flores no es Tania Valentina, ni tiene nada en común con ella; la morenista es una mujer distinta cuya carrera política apenas empieza y no arrastra la mala fama ni los vicios de la petista.

No es sencillo cambiar la percepción que existe actualmente de los diputados, no lo es porque en su gran mayoría son sujetos (y damas) que no han ofrecido nada nuevo ni bueno, que en muchos casos carecen de preparación y de experiencia, pero sobre todo que no tienen representatividad ni empatía ciudadana. Casi todos son consecuencia de una oleada democrática que apostó por una clase política distinta y obtuvo a un grupo de políticos sin clase.

Es difícil sugerirlo porque muchas veces las cosas resultan contraproducentes, pero quisiera pensar que después de Tania Valentina nada puede ser más dañino; Valentina Rodríguez es una política de la peor clase que existe en nuestra entidad y está asesorada por uno de los peores y más perversos personajes que han transitado los pasillos de poder en el estado; por eso recurren a estrategias sucias y planes malvados para tratar de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, con el lamentable saldo que hoy vemos para todos.

El tiempo nos dirá qué sigue en esta historia parlamentaria; esperemos que no sea algo peor, aunque los elementos que sostienen nuestra esperanza de cambio no son muy sólidos. El bloque de diputados que impulsan a Alejandra Flores no son tan malos como los otros, pero están muy lejos de ser buenos. Ahí están José Casas, El Gato, Ana Guevara…

El reto de Alejandra Flores y del G13 es ponerse en sintonía, modificar la narrativa y reescribir su historia. El objetivo general debe ser abonar a la gobernabilidad del estado y no perder la próxima elección antes de que se instalen las urnas.

posdata

Más allá de la polémica mediática desatada en torno a los cambios ocurridos en el parlamento, lo que llama la atención en el escenario político es que comienza a verse coordinación y operación política entre poderes.

Lo ocurrido en la cámara de diputados cuando un grupo de 13 legisladores recobró el manejo de la Junta Política y avanzó en la designación de un nuevo titular de la Entidad Superior de Fiscalización advierte que las cosas podrían ser diferentes y la pugna entre poderes podría superarse con un poco de ayuda externa.

Obvio: algunos hablarán de la intervención perversa de manos ajenas al congreso, de la participación oficiosa de figuras distintas a la vida legislativa… pero al final hablamos de política, de gobernabilidad y de la imperiosa necesidad de que Morelos salga del bache en el que se encuentra y los poderes trabajen a pesar de sus diferencias. Explico:

En el gobierno y en los tres poderes del estado se necesita hacer política, se requiere dialogar, discutir, consensar… tomar acuerdos. Así ha sucedido siempre en todos los gobiernos de todos los partidos y ese es parte del ejercicio cotidiano de gobierno para mantener la estabilidad y la gobernabilidad.

No hay nada de malo en que miembros de uno y otro poder dialoguen, que integrantes de los cabildos se encuentren con funcionarios del estado o representantes del gobierno federal apoyen en labores de política local; se llama política. Los problemas que vemos últimamente en nuestra entidad son en buena medida porque en Morelos se dejó de hacer política.

Por eso aunque para algunos resulte escandaloso ver a funcionarios estatales reunidos con diputados, nada tiene de malo si lo que se busca es avanzar en temas de fondo para el estado. En el caso del congreso, por ejemplo, desde hace meses se vivía una parálisis que tenía atorados todos los temas importantes de ambas agendas (la del ejecutivo y la del legislativo), que supeditaba el diálogo al humor de la diputada Valentina y que había convertido al parlamento en un ente protector de los intereses del ex gobernador Graco Ramírez.

Personalmente me parece atinado que comience a hacerse política en el estado y que la línea se marque desde la oficina encargada de hacer política en el ejecutivo, cuyo titular ha demostrado ser el más prudente y enterado de los temas, aunque por mucho tiempo estuvo profundamente limitado en sus acciones.

Por supuesto que hay quienes critican la intervención del secretario de gobierno en la agenda legislativa porque la consideran una intromisión en la vida parlamentaria. Esos mismos, por cierto, olvidan que en el otro bando (en el de Tania) hay también personajes ajenos a la cámara de diputados que intervienen en los procesos y en las negociaciones, que tiran línea, que mueven medios, que operan cosas y cuyo doble objetivo es desestabilizar al gobierno estatal y obtener ganancias económicas.

Pablo Ojeda y su equipo han comenzado a hacer política y aunque trompicados, los primeros pasos han salido bien. Si la dinámica continúa y el secretario de gobierno atiende de manera directa los otros temas que se encuentran estancados en la agenda estatal (incluyendo a los tres poderes), el panorama podría cambiar sustancialmente y ser mejor para todos.

Entendamos algo: la estabilidad política y la gobernabilidad son claves para que los demás temas de la agenda estatal avancen. Más claro: sin una buena operación política, asuntos como la seguridad, el desarrollo y la percepción pública no van a mejorar.

Punto para Pablo Ojeda.

nota

La reunión que sostuvieron 13 diputados de Morelos con la secretaria de gobernación luego de la destitución de Tania Valentina como presidenta de la Junta Política de la cámara local de diputados dice más que lo que se lee en el boletín que envió el parlamento.

La cita no estaba pactada con anterioridad, salió después de que este bloque tomó la decisión de rescatar la junta política y quitar de esa posición a una mujer que estaba utilizando el espacio para una guerra personal patrocinada por personajes del sexenio pasado y también desde el interior de la actual administración.

Al buen entendedor pocas palabras: el Gobierno de México a través de la Secretaría de Gobernación respaldó las acciones que tomaron estos 13 legisladores y al hacerlo se pusieron también del lado de Cuauhtémoc Blanco. El G13 es un bloque afín al ejecutivo estatal que podría recomponer la desgastada imagen parlamentaria y retomar la coordinación entre poderes.

Quien debe estar preocupado con el rumbo que llevan las cosas es Graco Ramírez y quienes desde el gobierno estatal se han puesto de su lado, porque la federación ha mostrado hacia donde apunta e hizo evidente que el perredista tabasqueño no cuenta con el apoyo que presume del Gobierno de México.

En política como en la vida: el que se ríe se lleva y el que se lleva se aguanta.

post it

Lo dicho: las estrategias de Javier López son incendiarias y funcionan al momento, pero terminan calcinando todo a su alrededor, incluyendo a quien las implementan. Tania Valentina quemó sus naves, apostó su resto contra el gobernador y aunque (dicen) obtuvo el apoyo de uno de los hombres fuertes de Cuauhtémoc Blanco (por eso Hugo Erick Flores habló del “fuego amigo”), el plan les falló.

Hoy los equilibrios han cambiado en dos de los tres poderes; quienes apostaron por el caos y la debacle deberán asumir las consecuencias.

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