Balazos, después abrazos
No importa como nos lo pinten: el Cártel de Sinaloa doblegó al Estado Mexicano.
La semana pasada fue una de las más difíciles, violentas y tristes que ha vivido México en los últimos años; masacres, enfrentamientos y la captura e inmediata liberación de un poderoso capo de la droga marcaron un antes y un después en el país y en el gobierno de la cuarta transformación. No podremos ver las cosas igual después de lo ocurrido en Culiacán Sinaloa; imposible que todo siga de la misma manera una vez que los delincuentes comprobaron que por la fuerza pueden doblegar al Estado Mexicano. La decisión tomada por el presidente López Obrador cambiará la actitud de la delincuencia hacia el gobierno en todos sus niveles.
El análisis sobre el fallido operativo para detener a Ovidio Guzmán tiene que ir más allá de la decisión de replegarse ante la inferioridad numérica del rival con el fin de salvaguardar la integridad ciudadana; la durísima crítica que recibe el gobierno federal por lo que internacionalmente se ha considerado una grave falla institucional y una humillación al ejército supera la liberación de un capo.
El punto central es que si no tenían un buen plan para detener (en su tierra) a uno de los hijos de quien fuera el narcotraficante más poderoso y peligroso del mundo, no debieron actuar; es claro que el Gobierno de México no salvaguardó la vida de los ciudadanos ordenando el repliegue del ejército y la liberación de Ovidio Guzmán, lo que hizo fue lo contrario: puso en peligro a los sinaloenses cuando desplegó un operativo militar tan torpe sin medir las consecuencias.
Habría que recordar cómo pasaron las cosas para entender lo ocurrido:
Fuentes periodísticas de Culiacán refieren que Ovidio Guzmán estaba comiendo con su esposa en una carreta de mariscos en la colonia Tierra Blanca junto con un discreto equipo de seguridad cuando llegó un grupo militar vestido de civil conformado por unos 50 elementos; cerraron las calles, lo acorralaron y le pidieron que se entregara sin poner resistencia. Así lo hizo.
En cuanto se lo llevaron, sus escoltas pidieron refuerzos y en pocos minutos todo Culiacán se llenó de gente de los Guzmán; se desataron múltiples balaceras en el desarrollo Tres Ríos, una zona céntrica rodeada de plazas comerciales, restaurantes, negocios y escuelas y comenzó el infierno en tierra Culichi. Como medida de presión la gente del Cártel de Sinaloa se trasladó a una colonia en donde viven las familias de los militares y amenazaron con lastimarlas si no liberaban a su patrón.
El Cártel de Sinaloa se movió de inmediato, se multiplicaron, cerraron vialidades y los accesos a la ciudad, quemaron vehículos y desataron enfrentamientos con soldados y policías por más de cuatro horas. Lo que hicieron fue dar una muestra de fuerza que tomó por sorpresa a los 50 soldados de la Guardia Nacional que participaron en el operativo y también al gobierno federal y al gabinete de seguridad, quienes nunca anticiparon que habría una reacción de esta magnitud. El Ejército y la Marina, dicen, no participaron en la elaboración del plan, de ahí el fracaso del operativo.
Ante el poderío de los Guzmán el Gobierno de México decidió liberar a Ovidio para “Preservar la integridad de los ciudadanos”. Una vez que el hijo de Joaquín El Chapo Guzmán fue entregado el fuego comenzó a cesar, no sin antes festinar a los cuatro vientos que el Cártel de Sinaloa había ganado la batalla, había replegado a las fuerzas del estado y doblegado al Gobierno de México. Como parte de las acciones violentas que llevaron a cabo personas afines a los Guzmán, abrieron las puertas del penal y liberaron a más de 50 internos.
Mientras los hechos violentos se suscitaban en la capital de Sinaloa, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue cuestionado sobre la situación y de manera tajante dijo que no hablaría de ello hasta el día siguiente, durante su conferencia de prensa; obvio: necesitaba tiempo para informarse y pensar en cómo salir de semejante problema. Por la noche el secretario de seguridad Alfonso Durazo, flanqueado por los titulares de la Marina, Sedena y Guardia Nacional confirmó la liberación de Ovidio Guzmán, resultado de una decisión tomada en el gabinete de seguridad y avalada personalmente por el Presidente de México.
En México ya no hay masacres, no somos un gobierno represor y vale más la vida de las personas que la captura de un delincuente, dijo el presidente ante los cuestionamientos; Andrés Manuel López Obrador se tomó tiempo para pensar en cómo salir al paso de la crisis y como siempre recurrió a los espacios dogmáticos que domina, señalando que es un hombre de paz, que el problema es heredado, que se valoró el bien superior y que su lucha contra la delincuencia no será igual que el pasado, porque no recurrirá a la violencia, sino que atacará al origen del problema.
Nadie cuestiona que ante cualquier circunstancia lo más importante es preservar la vida de las personas; todos los protocolos militares y policiales profesionales tienen contemplados esos aspectos precisamente para evitar daños colaterales, para salvaguardar la integridad de la gente inocente y reducir al mínimo los enfrentamientos. Una buena estrategia (como muchas tantas que ha llevado a cabo el Ejército Mexicano y la Marina Armada de México) caminan por esa vía: con fuerza si, pero también con inteligencia, con habilidad, con prudencia y anticipando la reacción del adversario. Nada de eso se implementó en Culiacán.
Y es precisamente porque el operativo para capturar a Ovidio Guzmán fue muy mal diseñado que vimos todo lo que pasó; esta vez no hubo labor inteligencia, ni se anticiparon escenarios porque, cuentan los que saben, el plan lo elaboró el Secretario de Seguridad con la Guardia Nacional sin tomar en cuenta al Ejército ni a la Marina. Por eso la Sedena se deslindó inmediatamente de los hechos, aclaró que ellos (junto con la Marina) actuaron correctamente y que no tienen nada de qué avergonzarse. De manera sutil pero directa, las fuerzas armadas rechazaron la versión presidencial y los dichos del secretario Durazo.
Lo ocurrido en Culiacán no fue cosa menor ni concluyó con el rescate de Ovidio Guzmán, el impacto de esos hechos es mucho mayor y traerá más violencia, enfrentamientos y sangre a lo largo y ancho del territorio nacional, porque el Gobierno de México evidenció su falta de capacidad, se mostró inocente, temeroso y sumamente vulnerable, porque intentó dar un golpe muy duro al narcotráfico y terminó humillado por su torpeza.
Nadie reclama al presidente Andrés Manuel López Obrador que en una situación así optara por preservar la vida, lo que no se acepta es que su gabinete de seguridad haya actuado con semejante ineptitud, exponiendo a los elementos, a sus familias y a miles de ciudadanos sinaloenses.
Después de lo ocurrido en Culiacán es probable que veamos escenarios similares por todos lados cuando las autoridades (en cualquiera de sus niveles) decidan atrapar a un criminal; el Gobierno de México ya marcó la pauta: si la delincuencia reacciona de manera violenta y pone en riesgo a la ciudadanía, lo que harán es soltar al detenido. Con este antecedente todos debemos tener cuidado, porque nos volvimos pieza de cambio y podemos quedar expuestos ante una eventual reacción violenta de cualquier grupo criminal.
El punto más delicado no es que el Gobierno de México soltara a Ovidio Guzmán, lo peligroso es que la delincuencia ya vio el camino para doblegar al Estado Mexicano.
posdata
Las cosas comienzan a recomponerse para el gobierno de Cuauhtémoc Blanco; el apoyo federal a través de la Secretaría de Gobernación le permitió rescatar junto con los diputados del G13 a la legislatura que tenía secuestrada la diputada Tania Valentina y las Hermanas Veneno.
La operación política de su gabinete también comienza a verse y a sentirse, lo cual advierte que podríamos tener una nueva dinámica política, sin tantos sobresaltos ni conflictos con otros poderes y administraciones municipales.
Internamente también hay movimientos porque los equilibrios han cambiado sustancialmente y ahora es otro quien lleva las riendas de la política interna. Aún continúan los conflictos y el fuego amigo dentro del gabinete, pero poco a poco el grupo que pactó con Graco para atacar desde dentro a Cuauhtémoc se está quedando sin espacio, sin gente y sin margen de maniobra.
Muchos cambios veremos en las próximas semanas y antes del cierre de año en torno al gobierno estatal; si la operación mejora y los encargados de la política interna se despojan de la arrogancia que caracteriza a ese tipo de funcionarios, sí mantienen la prudencia, sí se acercan a los ciudadanos y sobre todo sí se rodean de personas que conozcan al estado y a su gente, el futuro puede ser mejor para todos.
Una crisis en puerta en el gabinete de Blanco Bravo es la de comunicación, porque hay muchos temas abiertos en la agenda política y social, muchos los tiradores locales y nacionales que apuntan al ex futbolista y apuestan por su fracaso; todo esto ocurre en el peor momento, porque el equipo de comunicación institucional ha perdido margen de maniobra y opera con saliva.
A esta administración le han sobrado conflictos y le ha faltado hacer política; si no enderezan el camino antes de que concluya el año, el 2020 será más complicado que el actual, porque ya será un año electoral.
En el plano nacional la crisis de Culiacán puede hacer carambola en la política y puede pegar en Morelos. Si la presión social contra el gobierno aumenta, el presidente López Obrador recurrirá a una de sus clásicas jugadas distractoras, dando un golpe político y atacando casos de corrupción gubernamentales. Morelos está en la mesa.
Por eso es importante que la administración estatal replantee su agenda, cambie de actitud y defina un plan de trabajo que incluya la política, la comunicación y la conciliación.
Es ahora nunca.
nota
Alejandra Flores ya está al frente de la Junta Política del Congreso de Morelos y Morena ha recuperado algunos espacios dentro del parlamento.
Tania Valentina y sus aliadas han sido desplazadas en un momento clave para todos (excepto para ellas), justo cuando viene el análisis del presupuesto y en medio de una nueva crisis de inseguridad.
Lo que venga para los diputados depende de lo que comiencen a hacer desde ahora: si muestran una cara y una actitud distinta a la que hemos visto en el primer año, podríamos ver una recuperación de la imagen institucional.
Cada día que pasa corre en contra del G13, porque tienen que demostrar con hechos que merecen tener el control de la cámara y saben hacia dónde conducir al parlamento. Por todos los conflictos en los que han estado envueltos, su margen de maniobra social es muy limitado.
post it
Como si las escenas de terror vistas en Culiacán no fueran suficientemente bizarras para retratar la nueva realidad de violencia que se vive en México, al día siguiente de los hechos el abogado de la familia Guzmán convocó a una rueda de prensa para agradecer al Presidente Andrés Manuel López Obrados por liberar a Ovidio Guzmán.
“Las cosas han cambiado en México, hoy tenemos un presidente humano, cristiano, que tomó la decisión de no causarle daño a Ovidio, uno de los hijos del Chapo Guzmán (le hemos contado como 20, pero algún defecto debía tener El Chapo)… el Presidente le ha girado instrucciones en dos ocasiones a Ebrard Casaubón, el canciller, para que se forme una comisión y vayan por el dinero (del Chapo) y se inicie el trámite de la repatriación del Chapo Guzmán, en virtud de que fue detenido ilegalmente por Peña Nieto y entregado al presidente Trump”
Sobre los escenarios de pánico y las consecuencias que provocó la liberación del hijo de Joaquín Guzmán Loera el representante legal de los Guzmán fue directo: “La familia se hará cargo de los gastos de los heridos y de los muertos, ¡de los que sean, no importa, los pagamos!”.
Personalmente nunca me había tocado ver algo así en mi país: un gobierno doblegado por la delincuencia, fuerzas armadas humilladas por la incompetencia de sus superiores y un grupo criminal que agradece públicamente los favores del presidente y hasta se compromete a pagar los daños causados.
¡Vaya que México vive una transformación!
redes sociales
Vamos ganando la batalla en las “Benditas redes sociales” dicen los obradoristas.
Comentarios para una columna optimista:
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