Muertos ilustres
Profanada por una fiesta de cumpleaños en 2014 y saqueada cuatro años después, cuando acababa de ser restaurada, la Rotonda de las Personas Ilustres se apresta a resurgir como el depósito de los restos de quienes, se considera, dieron un servicio al país.
Son 116 personas las que han sido sepultadas en el mausoleo del Panteón de Dolores, creado por el entonces presidente Sebastián Lerdo de Tejada para honrar a los liberales caídos en combate.
El primero fue el teniente coronel Pedro Letechipía, un militar zacatecano que falleció en una batalla contra los alzados del Plan de Tuxtepec, que puso en la Presidencia a Porfirio Díaz. De acuerdo con los datos de su lápida, Letechipía “sucumbió heroicamente el 19 de marzo de 1876 en el punto llamado La Rinconada, del estado de Puebla”.
La idea de un panteón nacional surgió por primera vez en 1823, con motivo del traslado de los restos de los principales insurgentes a la Catedral Metropolitana. Luego, hacia 1830, el historiador Carlos María de Bustamante volvió a proponerlo, en un artículo titulado Menologio de los héroes de la Patria. Finalmente, se materializó en 1874, cuando el gobierno otorgó a la empresa Benfield, Becker y Cía. una concesión para abrir un cementerio –para reemplazar al de Santa Paula, en proceso de extinción–, que sería conocido como Panteón Civil de Dolores. Una cláusula del contrato dispuso que se reservara parte del nuevo cementerio para erigir monumentos a la memoria de los hombres ilustres.
Entre los inhumados en la Rotonda hay ocho expresidentes de la República –todos del siglo XIX–, así como artistas, escritores, diplomáticos, militares y revolucionarios. Por ejemplo, ahí reposan los restos de David Alfaro Siqueiros, Rosario Castellanos, Agustín Lara, Silvestre Revueltas y Salvador Díaz Mirón. Los presidentes que mayor número de personajes han inhumado en la Rotonda son Porfirio Díaz, con 22, y Luis Echeverría, con 12.
En tiempos recientes se ha vuelto costumbre que los mandatarios lo hagan en los días finales de su gestión. Fue el caso de Felipe Calderón, con María Izquierdo y José Pablo Moncayo, y Enrique Peña Nieto, con Sor Juana Inés de la Cruz, cuyos restos no han sido trasladados de su sepulcro en el Claustro de Sor Juana, pese al decreto firmado por Peña Nieto, y muy probablemente nunca lo sean.
El último Presidente que fue muy activo en agregar nombres a la Rotonda fue Vicente Fox, en cuyo gobierno se cambió la denominación de Hombres Ilustres por el de Personas Ilustres. En 2003, se ordenó la inhumación de los restos de sendos dirigentes históricos del PAN, PRD y PRI, Manuel Gómez Morín, Heberto Castillo y Jesús Reyes Heroles (aunque en el último caso sólo se instaló un cenotafio, un monumento funerario sin restos mortales). En 2005, se incluyeron los nombres de Dolores del Río y Bernardo Quintana.
Durante el sexenio pasado, la Rotonda vino a menos. En julio de 2014, fue motivo de un escándalo mediático, por la realización de una fiesta. En 2016 se dispuso la remodelación del espacio y en 2018 se denunció el robo de varios objetos.
Al parecer, este gobierno tiene la intención de devolverle al mausoleo su resplandor. Dentro de unos días serán inhumados ahí los restos de José Santos Valdés (1905-1990), el educador coahuilense que impulsó las escuelas normales rurales.
La decisión de rehabilitar la Rotonda desde el primer tramo del sexenio quizá tenga que ver con el interés que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador por la historia y también por el hecho de que ahí están enterrados varios de sus héroes, como Ricardo Flores Magón, Carlos Pellicer, Guillermo Prieto y Melchor Ocampo.
Será la oportunidad para López Obrador de dejar para la posteridad su interpretación de la historia. De lo que no estoy seguro es que haya consenso entre los mexicanos sobre quiénes debieran reposar ahí.