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COORDENADAS

¿Estamos ante el fin de la derecha?

La derecha latinoamericana ha entrado en una crisis como no se había visto desde hace décadas. Y decir “derecha”, es en realidad referirse a una multitud de fuerzas políticas que valoran la competencia, la apertura, la globalización, la democracia electoral, entre los principios más importantes.

Le hago un breve recuento.

En Argentina, Mauricio Macri ganó en 2015 con un 51.4 por ciento de los votos. El domingo pasado perdió las elecciones ante el peronismo, obteniendo el 40.4 por ciento de los votos. Aunque resultó por arriba de las expectativas, fue 11 puntos menos que en la elección anterior y eso bastó para perder.

Otra elección que ha atraído menos la atención internacional, pero es igualmente emblemática, es la de Colombia.

En las elecciones locales prácticamente todos los candidatos relevantes respaldados por el derechista expresidente Álvaro Uribe fueron derrotados por partidos emergentes diversos que se colocan más bien a la izquierda.

En las controvertidas y sospechosas elecciones de Bolivia, el triunfo oficial fue para Evo Morales. Si prosperaran las demandas internacionales, lo máximo que se ganaría es irse a una segunda vuelta con Evo al frente en las preferencias.

Donde no hubo elecciones, pero el efecto es muy parecido es en Chile. A finales del 2017, Sebastián Piñera logró ganar las elecciones presidenciales con 54 por ciento de las preferencias.

Logró reposicionar a la derecha y ser reelecto después de ocho años del mandato de socialistas con Bachelet. Hoy está contra las cuerdas.

Si le suma usted a los resultados anteriores el triunfo de Andrés Manuel López Obrador el año pasado en México, claramente se percibe un giro en las preferencias políticas de América Latina.

Muchos partidarios del liberalismo y de la democracia política ven estos resultados como una “anomalía”. Casi como si los electores, el día de los comicios hubiera amanecido sin plena conciencia y no hubieran sabido por quién votaron.

Hay un error de entendimiento, a mi parecer. Derivado de la creencia de que la economía de mercado y la democracia política son algo así como el “estado natural” de las sociedades. Hay quienes piensan que todo lo demás es distorsión.

El tema de fondo es que, al existir la democracia política, los electores pueden sancionar incluso a quienes la respaldan y premiar a aquellos que la valoran menos.

Veo muy pocas autocríticas de quienes han respaldado el liberalismo. Suponen que si los electores votaron en contra es por su incomprensión de lo que les conviene o bien porque la ejecución de las políticas no correspondió a los esquemas teóricos del liberalismo.

Es el típico caso de que la realidad no se corresponde con los modelos teóricos y la respuesta es: peor para la realidad.

El fracaso del liberalismo requiere reflexión y entendimiento. Mientras suscite solo enojo y desprecio con las fuerzas que derrotaron electoralmente a quienes lo proponían, estaremos entrampados.

Lo difícil para políticos, académicos, empresarios es reconocer: nos equivocamos. En nuestras creencias hay errores que nos llevaron a la derrota. Errores que hay que reconocer y corregir.

Mientras eso no ocurra, la oleada antiliberal en América Latina y en muchos otros lugares del mundo va a seguir viento en popa, con resultados impredecibles que pueden moldear la historia de este siglo.

Ámbito: 
Nacional