Desleal comandante supremo
Por la canija disciplina militar, comprendo que el general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval González, honrara su profesión y, sin chistar, obedeciera la insólita orden que le dio el comandante supremo de las fuerzas armadas: revelar la identidad del jefe del Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico.
Creado hace 24 años por el Ejército para el rastreo de bandas criminales y planeación de operaciones de captura (MILENIO de ayer), tiene entre sus logros la detención de 663 integrantes de la delincuencia organizada. Una veintena de los cuales figura entre lo más prominente de las mafias con tentáculos y reclamos en el extranjero. Su afortunada existencia se mantenía en explicable y transexenal sigilo.
Es el mismo grupo que hace tres jueves quiso capturar a Ovidio Guzmán López.
Gracias a 190 militares que realizan labores de inteligencia y 350 más fogueados en operativos de captura, en los diez primeros meses de una cuarta transformación que proclama no tener “objetivos prioritarios”, el equipo que ha quedado a la intemperie detuvo a 46 delincuentes, algunos tan peligrosos como El 20 y El 8, jefes de plaza de Jalisco Nueva Generación, o El Carrete, cabecilla de Los Rojos.
Disciplina, lealtad, honor, patriotismo, abnegación, honradez, valor y espíritu de cuerpo son valores clave en que se adiestra a los soldados. Para eso se les forma, norma y horma. Estos atributos aplican para todos ellos, independientemente del arma de origen, el área en que presten su servicio y de su grado. Quienes infringen tales virtudes son merecedores de sanciones (administrativas y/o penales).
La piedra de toque de la disciplina es la obediencia: el acatamiento de las órdenes superiores, siempre que no contravengan las leyes y reglamentos basados en la Constitución.
Para decir el nombre del jefe de la unidad que casi nadie conocía, el divisionario titular de la Defensa, simplemente, obedeció una tan inaudita como irresponsable instrucción de su jefe máximo... que contraviene la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública en lo referente a “información reservada”, por comprometer la estabilidad y seguridad de personas y órganos del Estado.
Otro de valor militar que subyace en lo de ayer es la lealtad, que se aquilata mucho más de arriba hacia abajo, de los jefes a sus subordinados.
Antier y ayer, “la superioridad” fue desleal al Ejército como institución, al coronel (y su familia) balconeado, y al restante más de medio millar de soldados cuya temeraria ocupación ha librado a la sociedad de cruzarse en la calle con al menos 663 feroces criminales.
Dicho lo anterior, la irascible y gratuita embestida desde Palacio contra la libertad de prensa (so pretexto del culiacanazo) me hace tener un detalle prenavideño y nada rastrero con el Presidente: lo “importante” no necesariamente es periodístico.
Y “bozal”, por cierto, es lo que debieran ponerse los “periodistas” lambiscones y paleros que tanto degradan catilinarias y soliloquios mañaneros.