La normalización del horror
El proceso de violencia que desde hace más de una década azota al país ha escrito con la tinta más sangrienta algunos de sus capítulos: San Fernando, Villas de Salvárcar, El Heaven, Tlatlaya, Tanhuato, Iguala… Una lista de nombres propios que hemos incorporado a nuestro lenguaje con significados diferentes a los originales.
Solo en el último año, Minatitlán, Coatzacoalcos, Aguililla, otra vez Iguala, Uruapan y, ahora, la bestialidad, la absurda mascare contra la familia LeBarón.
Asesinatos masivos, masacres. Cada vez peores. El lunes contra mujeres, niños y niñas. Cada administración federal, estatal o municipal intenta dar una explicación que de nada sirve, que si tal cártel, que si la disputa con este otro cártel, que si tal organización contra tal otra, contra tales elementos policiacos o del Ejército… Bla, bla, bla. Terminamos aprendiéndonos los nombres de organizaciones de asesinos que siguen asesinando.
Expertos en contabilizar nuestras tragedias, publicamos conteos oficiales, semioficiales, por víctimas o carpetas, de homicidios y otros delitos que de poco han servido para crear políticas públicas que los detengan. Tenemos reportes diarios, mensuales y anuales.
Hemos pasado por la mano dura y la guerra, la coordinación, la prevención, el mando único, el compartido, las reuniones mañaneras, los abrazos, los balazos, el Ejército, la Marina, la Policía Federal, la Gendarmería, la Guardia… las procuradurías dependientes, las fiscalías independientes. Con ayuda de los estadunidenses y sin su ayuda, con los sistemas de justicia penal viejos y nuevos, las puertas giratorias y las que se cierran para siempre.
El lunes, en una zona controlada, no por el Estado, sino por los delincuentes, nueve asesinados, seis menores y tres mujeres. Algunos calcinados. Seis menores más lesionados.
Leo ayer en los portales que las fuerzas policiacas ya resguardan la zona, que al parecer detuvieron a alguien con armas largas como posible involucrado, que todo podría ser producto de una confusión por una guerra entre cárteles, que en el Senado comenzó la politiquería intercambiando culpas. Es decir, leo lo mismo que hemos leído después de cada uno de los eventos del primer párrafo.
Leo que hemos hecho de la simulación un hábito y desde hace tiempo normalizado el horror.
@puigcarlos