Crisis de sangre
El problema de inseguridad ha dividido al estado, ha partido la economía morelense y acabó con la tranquilidad de los ciudadanos y de su gobierno; el tema es añejo, se arrastra desde hace varios años y se ha ido acentuando de un gobierno a otro. El discurso oficial sostiene que las cosas están bien, que solo el delito de homicidios va al alza y que en lo demás ilícitos vamos por el camino correcto; el problema es que esa mejoría no se nota, no se siente y por el contrario la percepción es que cada día estamos peor. Algo tiene que cambiar para que la situación mejore, porque si no hay cambios el próximo año será peor.
Hay muchos focos rojos encendidos en el estado en materia de inseguridad y violencia, la presencia de al menos cinco cárteles del narcotráfico y la lucha entre ellos complica la de por si difícil tarea de recuperar la paz perdida en regiones completas del país y de la entidad. A ello se añade la profunda división política que hay en el estado, resultado de diferencias partidistas, de opinión y personales entre los actores poder y las autoridades de los tres niveles de gobierno y los tres poderes del estado.
La lucha contra la inseguridad es muy compleja y requiere de mucho más que armas y policías para enfrentarla; lo que estamos viendo en el país y en el estado es la consecuencia de décadas de desigualdad, de una profunda descomposición social y la falta de oportunidades. La delincuencia ha encontrado en estos aspectos un ambiente propicio para reclutar elementos y ampliar su mercado, por eso la batalla contra la inseguridad no puede ni debe ser solo una pelea entre policías y ladrones.
En el caso de Morelos estamos en un escenario muy difícil porque a la situación nacional situación se añade la complicidad que se ha formado entre los grupos delictivos y autoridades del gobierno estatal desde hace años; una y otra vez se ha denunciado que algunos cárteles recibían protección de parte de las autoridades y a la vuelta del tiempo lo único que ha cambiado es el nombre de quienes se ponen de acuerdo.
Podríamos conceder que las nuevas autoridades son diferentes y de la misma manera que han dicho gobiernos pasados, no están dispuestas a pactar de ninguna forma con la delincuencia organizada. Suponiendo que es así, el camino para alcanzar la paz es todavía largo, porque hay muchos más aspectos que intervienen en el problema y son muchas también las autoridades e instituciones que deben participar en este tema para que la situación mejore.
Empecemos por la estrategia del Mando Coordinado, que representa el plan eje del gobierno estatal: el Mando Coordinado es un modelo que releva a los presidentes municipales de su responsabilidad en materia de seguridad, les quita los recursos destinados para este tema y coloca en los hombros del gobernador toda la carga en el tema de prevención del delito y combate a la delincuencia.
En el nombre, la estrategia habla de coordinación, pero en la realidad lo que ha sucedido desde hace años (desde el Mando Único que implementó Graco Ramírez) es que los alcaldes se hacen a un lado del problema, se desentienden de la situación y culpan a la autoridad estatal de todo lo que ocurra. Aunque constitucionalmente no es así, porque aunque en el convenio que firman ceden el control de la policía al gobierno estatal, la responsabilidad legal de la situación sigue siendo de los presidentes municipales, en la realidad los policíasmunicipales no obedecen a los ediles y estos se lavan las manos en ese tema.
El problema de inseguridad y violencia es hoy (junto con la recesión económica) el asunto más grave que enfrenta el país y el estado; ni la Guardia Nacional del presidente Andrés Manuel López Obrador, ni el Mando Coordinado del gobernador Cuauhtémoc Blanco han conseguido mejorar la situación a pesar de los discursos oficiales que insisten en que vamos por el camino correcto.
La crisis es real, igual que los muertos y los permanentes hechos de violencia que se registran por todos lados cada día; la situación es crítica para todos: para los ciudadanos que han optado por cambiar sus hábitos de vida para tratar de vivir más seguros y también para los gobiernos que en muchos casos se convierten en víctimas de la delincuencia y cuyos titulares también deben pagar derecho de piso a los grupos delictivos.
Los efectos de esta oleada de violencia e inseguridad ya los sabemos todos, lo que es difícil de conocer es el camino para salir de esta crisis. Una y otra vez se ha insistido desde distintos foros que es necesario cambiar la estrategia, que se necesita modificar el plan y se requiere modificar la actitud.
Se ha dicho y escrito que el plan necesita del acompañamiento de un trabajo sólido en temas de desarrollo social para reducir la brecha de desigualdad, mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y brindar oportunidades a los jóvenes, que representan la materia prima de los grupos delictivos. También se ha señalado que es indispensable que se trabaje desde un mismo frente en el que participen los tres poderes del estado y los tres niveles de gobierno, que se involucre a la sociedad, que se abra la participación a los grupos civiles organizados y se aplique una mejor y más eficiente estrategia de comunicación.
Se han dicho muchas cosas, casi todas importantes y valiosas, lo que nadie encuentra es la forma para que todas las ideas se conjuguen en un mismo plan, para que todos caminemos por la misma vía y entendamos que el verdadero enemigo de la sociedad es aquel que lastima, extorsiona, roba y mata a los ciudadanos.
Es fácil hablar en el discurso o en el papel de lo que debería hacerse en materia de seguridad, es sencillo opinar desde atrás de la barrera sin correr riesgos ni exponer nada en un tema por naturaleza peligroso. Lo que no ha sido fácil para nadie es ponerse de acuerdo, escuchar al otro, entender las causas del problema y actuar en consecuencia, porque lo que ha predominado en los últimos años ha sido el pleito entre sociedad y el gobierno y la división entre la población.
Si algo ha dejado muy claro la situación de inseguridad y violencia que vive México es que el problema es muy grave y su solución no depende de un partido, de una persona o de la buena voluntad de quien este al frente de las instituciones. La crisis de sangre y muerte nos ha dividido como estado y como país, ha destrozado familias, ha cambiado la personalidad de regiones completas y aniquila gobiernos muy rápido.
En Morelos el problema es muy grave y empeorará cada día, porque no existe disposición oficial de modificar las cosas, ni empatía entre pueblo y gobierno. Por esta vía aún hemos de ver muchas desgracias y hechos de violencia, situaciones que pondrán nuevamente a prueba la resistencia de las instituciones y la paciencia de la gente, porque en un escenario de indolencia e insensibilidad como el que tenemos todo es posible.
En un año hemos visto cosas que nunca nos había tocado presenciar en toda la historia del estado, los hechos violentos y los retos a la autoridad son cada día más directos y frontales, lo mismo que los señalamientos a varios de los integrantes del gobierno.
Es lógico: han sucedido cosas terribles, pero si no hay un cambio en la actitud y la estrategia, podemos ver cosas peores.
posdata
Una parte fundamental para que la situación mejore en el estado es hacer política. Para la administración de Cuauhtémoc Blanco la política no ha sido prioridad, de ahí los constantes y complejos problemas en los que se ha metido su gobierno.
Al hablar de hacer política me refiero a la importancia que para cualquier gobierno tiene el diálogo permanente con los sectores, los grupos y las organizaciones del estado, el trato cordial con todas las áreas productivas y de opinión, con quienes ayudan desde su trinchera a generar riqueza, gobernabilidad y con sus opiniones fortalecen o debilitan a las instituciones.
Un grave error que desde el principio de su régimen cometió Graco Ramírez fue confrontarse con todos, abrir frentes por todos lados y considerar enemigos a todos los que no pensaran como él. Otra falla muy severa fue dejarse llevar por impulsos, por chismes y especulaciones que casi siempre resultaron equivocados y lo metieron en camisa de once varas, en pleitos innecesarios.
A la administración de Cuauhtémoc Blanco le urge comenzar a hacer política en todas sus áreas, necesita que todos los secretarios hagan su trabajo y algo más, que en cada acción que realicen ayuden a recuperar la confianza en las instituciones y en su titular, que se sumen a una línea de conciliación y cierre de heridas, que abran canales de comunicación con todos y olviden aquella primera orden que dio el jefe de la gubernatura de que “solo él podía hacer política”.
Un año es muy pronto para el nivel de desgaste que ya tiene el gobernador y su gobierno; el declive de su figura y confianza en su administración se nutre de varios factores externos, como la problemática económica y de inseguridad, pero se acentúa con los conflictos internos, los pleitos innecesarios y la falta de política.
Mejorar el panorama de inseguridad y violencia es muy difícil y llevará mucho tiempo; hacer política, sanar heridas, sumar voluntades y establecer puentes de comunicación es más sencillo y rápido, y concedería al gobierno estatal mejores condiciones para trabajar en los otros temas.
Una y otra vez Cuauhtémoc Blanco ha repetido que no es político, pero como gobernador necesita hacer política.
nota
A jalones y empujones la 54 legislatura de Morelos trata de enmendar el paso y recomponer todo lo malo que hicieron durante su primer año. La tarea no es sencilla, pero el hecho de que en las últimas semanas los integrantes de este parlamento hayan dejado de pelearse es una buena señal.
Hoy la balanza política sigue siendo 13-7, pero esta situación cambiará cuando a los diputados les caiga el veinte de que el próximo año es preelectoral y que lo que hagan o dejen de hacer impactará de manera directa en su futuro político.
Los integrantes de la 54 legislatura morelense ya probaron el poder y disfrutan de sus beneficios, para cualquiera de ellos será difícil dejar el poder y perder todo lo que este trae implícito.
Insisto: el 2020 es año preelectoral y quienes aspiren a continuar en la vida pública deben medir muy bien los pasos que dan desde el primer día del siguiente año.
post it
Aún no se conoce con claridad el contenido del Paquete Económico 2020 para Morelos, pero los legisladores ya hablan de citar al secretario de Hacienda para que explique el porqué de algunos recortes.
Las proyecciones macroeconómicas, la política financiera que ha diseñado el gobierno del presidente López Obrador y las previsiones del Banco de México advierten que el 2020 será un año muy complicado para todos, con menos circulante que ahora y un alto riesgo de recesión.
En ese plano es interesante saber cuál es el enfoque que la administración estatal dará al presupuesto y la manera como se distribuirán los recursos; en un ambiente tan complejo como el actual habrá que priorizar temas que ayuden a mejorar las cosas, que detonen la economía, que ayuden a los sectores más vulnerables y en conjunto permitan cambiar la percepción de las cosas.
Será interesante, insisto, que los diputados hagan público el contenido del presupuesto para que la sociedad pueda ver cómo se moverá la economía el próximo año.
redes sociales
Lo que se temía sucedió: anoche nuevamente se presentó un conflicto en el penal de Atlacholoaya, se hablaba de al menos siete custodios retenidos en un dormitorio, lo cual obligó a desplegar en el exterior a elementos de diferentes corporaciones policiacas, empezando por la Guardia Nacional.
Es evidente que las cosas andan mal en ese centro de readaptación; sería gravísimo e imperdonable que volviera a estallar una crisis como la de la semana pasada.
Comentarios para una columna sonriente:
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