¿Habrá recesión en Estados Unidos?
El futuro económico de México en el corto plazo sería muy diferente si en el 2020 nos enfrentáramos a una recesión en Estados Unidos.
Hasta hace algunas semanas, muchos expertos consideraban que la probabilidad de que enfrentáramos en 2020 un retroceso de la economía norteamericana era muy elevada.
Uno de los argumentos esgrimidos para considerar esa posibilidad era la existencia de la llamada “curva invertida”, en la cual las tasas de corto plazo de los Bonos del Tesoro resultan superiores a las de largo plazo, una circunstancia que se ha presentado antes de otras recesiones.
A principios del mes de octubre cambió esta condición, y, por ejemplo, ayer el bono de 10 años cotizaba en 1.915 por ciento, mientras que el de 3 meses estuvo en 1.57 por ciento.
En realidad, de acuerdo con diversos observadores, no se configuró el conjunto de condiciones que pudieran anticipar una recesión.
El Banco de la Reserva Federal de Nueva York elabora un indicador de probabilidad de recesión. Desde la década de los 70 del siglo pasado, cada vez que este indicador había llegado al 30 por ciento, inevitablemente se había producido una recesión en los siguientes doce meses.
En septiembre, este indicador había llegado a 37 por ciento, por lo que se prendieron las luces rojas. Pero, resulta que en octubre la cifra bajó a 29 por ciento. Es decir, se libró el umbral que anticipaba recesión.
Pareciera que para México se trata de una muy buena noticia.
Sin embargo, como aquí en México, la economía norteamericana tiene un comportamiento heterogéneo, y resulta que al sector al que peor le está yendo en Estados Unidos es a la industria, que es precisamente la parte de la economía que más se conecta con el aparato productivo de México.
En los Criterios Generales de Política Económica se usó la estimación de un crecimiento del PIB industrial en EU de 1.2 por ciento para el cierre de este año y de 1.1 por ciento para 2020.
El indicador más reciente de la actividad industrial que elabora la Reserva Federal implica una caída de 0.4 por ciento en septiembre respecto a agosto y de 0.1 por ciento respecto a septiembre del año pasado. Es decir, claramente nos encontramos en una condición de estancamiento.
Pocos se atreven ya a pronosticar cuál puede ser la evolución de la producción en los siguientes meses, pues hay una multitud de condicionantes que van a afectar el desempeño de la industria.
Sin embargo, en términos generales, al margen de que no se anticipe ya una recesión para nuestro vecino del norte, sí hay un sesgo negativo para la actividad industrial, que va a incidir desfavorablemente en México.
En otras palabras, qué bueno que no haya recesión –si efectivamente no la hay–, pero que malo que, para propósitos prácticos, la demanda de las industrias exportadoras de México vaya a enfrentar una fuerte desaceleración.
Sin un robusto motor exportador dependeremos más de lo que suceda con nuestro mercado interno.
Por esa razón, los proyectos del plan de infraestructura que serán presentados previsiblemente en dos semanas, serán clave para enfrentar un entorno desfavorable el próximo año, que hará que nuestro reto económico sea gigantesco.