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BITÁCORA DEL DIRECTOR

El Presidente y los periodistas
Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río
El Presidente y los periodistas

El sábado fue Día del Periodista en México, fecha en que se conmemora el fallecimiento, en 1926, de Manuel Caballero, considerado el iniciador del reporterismo en el país.

El estilo de Caballero contribuyó a poner fin al periodismo de corte ideológico que caracterizó a los grandes diarios del siglo XIX. Gracias a su trabajo y al de otros, el periodismo mexicano abrazó una postura universal: la de ver este oficio como uno que busca la información que ayuda al ciudadano a entender el por qué y el cómo de lo que pasa y la consecuencia que tienen los hechos de interés público en sus vidas.

Una parte sustancial de esa labor pasa por revelar datos que los poderes no quieren que se conozcan. Hay un viejo refrán que ha sido atribuido a muchas personas: noticia es lo que alguien no quiere que se publique, todo lo demás es propaganda. Pero esta es una visión que no comparte el presidente Andrés Manuel López Obrador. Él es de la postura decimonónica —es decir, del siglo XIX— de que un periodista debe tener una causa.

“Los mejores periodistas que ha habido en la historia de México, los de la República restaurada, todos tomaron partido”, dijo en su conferencia mañanera del 22 de julio pasado.

Una parte central de la gestión de López Obrador ha sido un esgrima diario con los periodistas —los verdaderos, no los paleros— que asisten a sus conferencias mañaneras.

No es raro que el mandatario se queje del trabajo de los reporteros y acuse a quienes le formulan preguntas de ser “conservadores” o de oposición.

Pero esa incomodidad con la labor de los periodistas que cubren sus actividades no se ha quedado ahí, en el reclamo presidencial. Se ha traducido en reproches del vocero Jesús Ramírez, quien le ha picado las costillas a más de un reportero por hacer una pregunta indeseable en Palacio.

También ha habido señalamientos por parte de la claque que se apersona en las mañaneras —evidentemente sembrados—, cuyo fin ha sido atacar el ejercicio del periodismo. Asimismo, agresiones en las redes sociales contra quienes cuestionan con filo.

Pero, de ahí, hemos brincado a reacciones más viscerales. Ya van varias veces que los reporteros que cubren las mañaneras son atacados verbalmente a la entrada o la salida de Palacio Nacional.

El sábado, Día del Periodista, sucedió algo todavía más alarmante. Mi compañero reportero Arturo Páramo cenaba con amigos en el restaurante Cuatro 20 del Centro Histórico, cuando dos mujeres se acercaron a su mesa para increparlo por una pregunta que había hecho en la mañanera del día anterior.

La pregunta de Páramo —quien siempre se dirige al Presidente de forma comedida— tenía que ver con la muerte del general iraní Qasem Soleimani, en Bagdad, alcanzado por un misil estadunidense.

Unos minutos antes, López Obrador había expresado su respeto y apoyo a Julian Assange, quien pasó varios años refugiado en la embajada de Ecuador en el Reino Unido y ahora está recluido en una cárcel londinense mientras se realiza un juicio que decidirá si es extraditado a Estados Unidos.

Páramo aprovechó la respuesta para pedir al Presidente su postura sobre otra noticia internacional, el bombazo en Bagdad, sobre la cual López Obrador evitó pronunciarse.

Alguna fibra debió mover aquella pregunta, pues llevó a esas dos mujeres a perturbar la cena del reportero, a quien acusaron de no haber aprendido nada en la universidad, le reprocharon su “falta de respeto” al Presidente y le recomendaron andarse “con cuidado”.

El hecho alarma por algo que el propio López Obrador dijo en otra mañanera, la del 15 de abril. Ese día, se cuestionaba al Presidente por las agresiones contra algunos reporteros en redes sociales.

Teniendo la oportunidad de condenar esas prácticas, dijo lo siguiente: “Aquí los están viendo, y si ustedes se pasan, pues ya saben lo que sucede”.

Ámbito: 
Nacional