PRESIDENTE PEÑA: NO CAIGA EN LA TENTACIÓN
Luis R. Aveleyra
Más importante es dar a los hombres buenas costumbres, que leyes y tribunales
El gobierno no se ha hecho para la comodidad y placer de los que gobiernan.
Mirabeau
Los conflictos en Oaxaca no son nuevos, por el contrario su recurrencia los hace casi cíclicos.
Podríamos restar tiempo al amable lector haciendo un recuento, pero sólo hablaremos en esta ocasión de un antecedente casi inmediato.
El ya anecdótico caso que casi en las postrimerías del período de Vicente Fox, alguien tuvo la idea de tomar a sangre y fuego la Antigua Antequera, esto es, la capital de dicho estado. El mandatario ordenó al entonces Secretario de la Defensa Nacional, general Clemente Vega García, se encargara del operativo, a lo que el Titular de la SEDENA le respondió que con gusto cumpliría su orden, sólo que le pedía que lo formalizara por escrito “pues si años más tarde surge otra Comisión de la Verdad que exista constancia de dónde y quién firmó la orden…” Dicho lo anterior, Fox reculó.
El velado anuncio de que el gobierno federal usará la fuerza pública en Oaxaca para desbloquear carreteras, es una de esas tentaciones más atribuida al diablo y sus maquinaciones que a la razón y al Derecho de gentes.
Si lo va a ordenar no lo avise, simplemente hágalo, pero el conflicto de ejecutar dicha decisión lleva a pensar que en este país algo que nunca debió pasar es: la polarización; llegar a cero en las posibilidades de negociación; cancelar la política en vez de privilegiarla. Pareciera que es una lucha de ángeles contra demonios, de santos contra diablos, de buenos contra malos, pero lo más triste de un México contra otro al que se ha querido negar pero que existe.
Algunos mexicanos pensamos que el Presidente de la República es la autoridad máxima del país, que como Jefe de Estado, protestó guardar y hacer guardar la pobre y balaceada Constitución y las leyes que de ella emanen, por ello es el garante del principio de legalidad, sin embargo, también le recuerdo comedida y respetuosamente que las leyes las hacen los hombres y, por lo mismo pueden ser perfectibles, susceptibles de mejorar en aras del bien público, pues como producto del intelecto, están escritas en papel, no cinceladas en mármol ni bruñidas en oro de 24 quilates.
Presidente Peña: no ceda a la tentación de reprimir con la fuerza pública algo que bien pudo recomponerse desde el principio con el diálogo, con negociaciones, con estira y aflojes, pero sobre todo con imaginación y visión de Estado, en vez de la simple imposición que ahora se pretende solucionar con todo el peso de la fuerza del Estado.
No cometa el error histórico de Victoriano Huerta de enfrentar a mexicanos contra mexicanos, porque maestros o no, los oaxaqueños también son compatriotas nuestros, aman el mismo cielo y serán entregados en la misma tierra que nosotros. Los uniformados, los integrantes de los cuerpos de seguridad, ya del vilipendiado Ejército Mexicano, de la policía federal o de donde estén adscritos, son connacionales nuestros con familia, con hijos, y nos duelen como seres humanos que son. Por orden superior realizarán la tarea que se les mande, pero los verdaderos afectados son también nuestros hermanos, los cientos de miles de personas que sufren por el estrangulamiento de las vías de comunicación, pero sobre todos, nuestros niños, nuestros jóvenes a los que se les cercena la posibilidad de ser mejores ciudadanos. Si viviera Vasconcelos, moriría de la vergüenza.
Que no sea la cerrazón, sino la razón de Estado la que prive, pues en política muchas veces se gana más cediendo un poco que cubriendo con el baldón del oprobio y de sangre a la nación. Es una decisión con la que nadie saldría ganando.
Si es el caso que debe sacrificar a alguno de sus colaboradores, de los tantos que en vez de prever lo han metido en puerca pinta, pues hágalo, salve su prestigio como mandatario de esta nación, porque ante el pueblo y ante la historia, como el director de una orquesta, de frente tiene a los ejecutantes, a su espalda, expectante, a todo un público que observa cada movimiento.
Finalizo con una frase que algunas veces me fue repetida por don Rafael Pascacio Gamboa Cano: “En política, el que paga manda. El que manda, manda y, si se equivoca, vuelve a mandar, ¡cual es el problema!…”