Qué manera de tragar sapos
La izquierda en los medios de comunicación y en el Congreso ha debido tragar cantidades industriales de sapos ante el silencio del gobierno mexicano frente al asesinato de parte del gobierno de Donald Trump cometido en Irak contra el jefe del ejército de Irán.
Precisamente por el argumento de la “no intervención”, nuestro país debió condenar ese crimen que fue cometido por órdenes de Trump contra un alto funcionario de un país soberano en territorio extranjero.
¿Qué pasó con la no intervención? Calladitos, doblan los brazos ante el intervencionismo criminal de la administración de Donald Trump.
Ni Boris Johnson, el trumpista primer ministro de Gran Bretaña, respaldó al gobierno de Estados Unidos e incluso anticipó un no a la participación del Reino Unido en ataques contra objetivos iraníes.
¿Para eso queremos ir a un asiento temporal en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Para apuntalar con el silencio el proyecto reeleccionista de Trump?
Después del asesinato en Bagdad, el parlamento iraquí, es decir la representación popular de otro país soberano, demandó la salida de las tropas estadounidenses de su territorio.
La respuesta de Estados Unidos fue ignorarlos y los iraníes lanzaron misiles al territorio de Irak.
¿Dónde está la no intervención que invoca el gobierno mexicano para no decir ni media palabra condenatoria?
Estados Unidos e Irán toman a Irak como el teatro de una confrontación en que se mata y se bombardea, contra la opinión de los ciudadanos de ese país que de manera legal e institucional le demandan a Trump que retire sus tropas.
El nuevo “hermano mayor de América Latina”, como definió a México el Presidente en la reunión de cónsules y embajadores, no tiene opinión. Se declara neutral.
De acuerdo, neutrales, pero que no se use la “no intervención” para justificar el silencio en este caso, porque es exactamente lo contrario.
Hay un intervencionismo brutal, pero lo comete Trump, a quien se le quema incienso en Palacio Nacional.
Muchos pensamos, con argumentos y hechos constatables, que el general Qasem Soleimani era un ave negra que debe muchas vidas en Oriente Medio y estableció alianzas con regímenes autoritarios y criminales de América Latina, destacadamente con la Venezuela de Nicolás Maduro.
Pero eso no autoriza a Estados Unidos a asesinarlo, sin declaración de guerra de por medio. Se trata del jefe del Ejército de un país soberano, con un lugar en la ONU y en el concierto mundial de las naciones.
Si se ponen a matar a todos los gobernantes impresentables de Oriente Medio no va a quedar ninguno vivo, salvo, quizá, el rey de Jordania.
¿Dónde están los voceros de la izquierda mexicana para demandarle al gobierno que ellos eligieron, que tome partido por la decencia frente a un acto criminal que violó la soberanía de dos países con los cuales tenemos relaciones?
Cuánta cobardía hay en el gobierno y en sus seguidores incondicionales.
A finales de 1989 el gobierno de México condenó la intervención de Estados Unidos en Panamá, cuando tropas de élite de ese país secuestraron al general Manuel Antonio Noriega. Y eso que en EU había un mandatario que, a diferencia de Trump, nunca nos insultó (George Bush padre) y con el cual ya se negociaba un Tratado de Libre Comercio.
En ese gobierno de la era “neoliberal” y “entreguista” como le llama la izquierda, no se optó por el silencio ni se escabulló con graciosos “amor y paz”.
Ahora que los detractores de esos gobiernos (de 1982 en adelante) llegaron al poder, miran hacia otro lado ante una intervención criminal de Estados Unidos.
Tal parece que sólo hay valor para confrontar a los débiles, como Bolivia y su valerosa presidenta y ciudadanía, que se sacudieron de manera democrática y oportuna a un aspirante a dictadorzuelo llamado Evo Morales.
El asesinato del general Soleimani no puede justificarse por la “guerra contra el terrorismo”, que se acuñó para luchar contra un enemigo no convencional, que no son naciones, sino personas o grupos como ISIS o Bin Laden.
Aquí hubo una intervención en un país soberano, en contra de su voluntad expresada en el Congreso, para matar al jefe del ejército de otro país soberano.
Nuestro gobierno no tomó posición ni rechazó nada, en nombre de la “no intervención”. Cantinflesco diríamos, si no fuera patético por una larga trayectoria de decencia y de decoro en la política exterior mexicana que ha sido desplazada.
Ah!, pero nos autoproclamamos (el martes) el “hermano mayor de América Latina” y buscamos un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.
¿Y la izquierda no reclama nada al gobierno que llevaron al poder?
No, traga sapos y aplaude la “no intervención”.