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BITÁCORA DEL DIRECTOR

País no apto para menores

Opacada por la tragedia de Torreón, la ejecución de una niña en Veracruz, la madrugada del jueves pasado, es una muestra más del peligro que enfrentan los menores de edad en un país que se aleja cada vez más de la paz.

Un día y unas horas antes de que un alumno de sexto de primaria disparara contra sus compañeros de escuela y maestros —matando a una profesora de inglés para luego suicidarse—, en un paraje de la sierra de Altotonga, a mil 200 kilómetros de la Comarca Lagunera, elementos de la Fuerza Civil y de la Policía Estatal de Veracruz iban en persecución de los ocupantes de una camioneta Pathfinder.

De acuerdo con un comunicado de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Veracruz, los agentes se dirigieron primero a la comunidad de Xocuilapa —del municipio de Atzalan, a tres horas de Xalapa—, para “atender una emergencia” en la localidad. “En la calle Camino Atzalan, efectivos de la Fuerza Civil llegaron para atender un reporte al número 911, cuando un sujeto les disparó, por lo que se inició un enfrentamiento, repeliendo la agresión, dejando un saldo de cuatro lesionados (un elemento de la Fuerza Civil y tres pertenecientes a la Policía Estatal), dos personas fallecidas (hombre y mujer) y la detención de Marcelino N., quien portaba un arma tipo revólver, calibre .38 especial”.

El comunicado, emitido a las 20:48 horas del jueves 9 de enero, y que se puede encontrar en la página de Facebook de la SSP, prosigue: “Debido a la agresión, se desplegó un operativo policiaco que resultó en la detección de una camioneta Nissan, modelo Pathfinder, color arena, sin placas de circulación, conducida con velocidad acelerada, de la cual —más adelante— descendieron dos hombres para darse a la fuga, con lo que se inició una persecución que concluyó con la detención de Nicolás N. y Albertino N.”

Lo que sucedió antes de eso no está claro. Habitantes del poblado de Tepetzintla, que se encuentra camino abajo de Xocuilapa, rumbo a la carretera 131 y la cabecera municipal, dijeron al reportero Ignacio Carvajal que “la policía se metió a revisar las casas y a robar todo lo de valor”.

Una de las viviendas en las que alguien entró esa noche fue la de la familia Cardeña, que a la vez es una tienda que vende abarrotes y recargas para teléfono celular, además de tener juegos de video. El negocio era atendido por Bellarmino Cardeña Cortés y su esposa, Genoveva Hernández, a quienes les ayudaba su nieta María Magdalena, de once años de edad, cuando no estaba en clases en la escuela primaria Juan Escutia, de Tepetzintla. El día que mataron a don Bellarmino y a María Magdalena, la lata de Coca Cola donde la niña guardaba celosamente los ingresos de la tienda apareció tirada en el suelo, sin el dinero.

Dentro de la modesta vivienda, de madera y lámina, las cobijas de colores con las que dormía la niña quedaron ensangrentadas, producto del disparo que recibió en la cabeza cuando intentaba ocultarse debajo de ellas, tratando de que no la vieran los hombres que se metieron a su casa.

¿Quién mató a María Magdalena y a su abuelo? De acuerdo con testimonios recogidos por el periodista Carvajal y publicados ayer en el sitio www.blog.expediente.mx, fueron policías. “Este güey ya está muerto y la niña también”, dijo uno de los hombres que entró en la vivienda, escuchó doña Genoveva. “Yo no entiendo por qué hicieron eso, si son policías”.

Tocará al gobierno estatal y, en especial, a la SSP, que encabeza Hugo Gutiérrez Maldonado, aclarar qué sucedió durante el operativo del jueves en Atzalan, un municipio de alta marginación, y por qué el comunicado habla de la muerte de dos personas (“hombre y mujer”), pero nunca se refiere a una menor de edad.

María Magdalena fue enterrada el sábado, acompañada de sus compañeros de clase que, al asomarse a su féretro, podían ver el orificio que le dejó en la frente la bala que la mató.

“Me mataron a mi marido y a mi niñita”, se lamentaba doña Genoveva durante el sepelio. “¿Ella, qué culpa? Hasta el tiro de gracia le dieron”.

Todos los días en este país asesinan, en promedio, a 3.6 niños y adolescentes, como María Magdalena, mientras que uno más se quita la vida, como José Ángel, el chico de Torreón.

Ámbito: 
Nacional