Jaime El Roto
Al gobernador de Baja California parece que le gustan las sesiones nocturnas del Congreso local. Y ni hablar de pisotear la autonomía de los otros Poderes del estado.
En una sesión nocturna, el 8 de julio pasado, los diputados adictos a Jaime Bonilla ampliaron el periodo de la actual gubernatura, de dos a cinco años, mediante una polémica ley cuya constitucionalidad será analizada por la Suprema Corte.
Y el 31 de diciembre, cuando los bajacalifornianos se aprestaban a recibir el Año Nuevo, Bonilla lo volvió a hacer: mediante el voto de la bancada de Morena, se aprobó una iniciativa enviada de última hora por el mandatario estatal para aumentar varios impuestos locales.
La medida pasó mediante un albazo legislativo, sin estudios previos ni consideraciones. Todo el proceso para aprobar la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos para 2020 –que incluyó debate en comisiones y comparecencias– fue borrado por esa nueva iniciativa, votada en una sesión extraordinaria que duró unos cuantos minutos.
Sin la presencia de la oposición, que se había retirado, los legisladores oficialistas y algunos más aprobaron una serie de gravámenes a combustibles, hospedaje y ventas en casas de empeño, que se sumaron al incremento del impuesto sobre nómina.
Al final fueron 14 (11 de Morena, uno del Partido Verde y dos diputados sin partido) los votos que permitirán al gobierno de Bonilla incrementar los ingresos públicos.
Por la tarde de ese día, cuando faltaba un solo punto de la agenda, se decretó un receso que duró varias horas. Los diputados de Morena se reunieron en privado. Luego, ante la ausencia de todos los opositores, salvo dos, los legisladores oficialistas regresaron al pleno, decretaron clausurada la sesión ordinaria y convocaron a una extraordinaria, que se inició en ese mismo momento.
Y sin que la mayoría de los presentes conociera el contenido de la iniciativa, ésta fue aprobada por 14 votos a dos.
En un video que colgó en su página de Facebook el 2 de enero –señalado como ilegal, por tratarse de una promoción de su imagen–, Bonilla congratuló que en su gobierno “creamos nuevos impuestos para grandes empresas que obtienen utilidades del estado, pero que no participan en su desarrollo”. El mandatario ni siquiera se molestó en mencionar en ese punto al Congreso del estado.
Ante las protestas que han suscitado estos nuevos gravámenes, Bonilla se ha presentado como Chucho El Roto, que roba a los ricos para entregar el dinero a los pobres. La trampa es que muchos de estos impuestos pegarán en el bolsillo de los consumidores, no tanto en las arcas de los negocios.
El fin de semana, el gobernador llevó más lejos su discurso populista. En una visita a una colonia marginada del sur de Mexicali, Bonilla acusó a los empresarios de no querer pagar impuestos y de no cooperar con los bajacalifornianos en situación de pobreza. Y los retó a que se fueran del estado, incluso poniendo en duda su compromiso con el país.
“Los empresarios que protestan por los impuestos son los que más tienen, ellos no son nacionalistas; lo único que pedimos es que paguen impuestos y contribuyan con el crecimiento de la comunidad”, dijo.
“Mi posicionamiento ante muchos de los empresarios es que paguen impuestos, porque no pagan y están exigiendo que sus empresas estén vigiladas, que tengan luz mercurial, que tengan pavimentación… ellos sí. Y las poblaciones necesitadas, ¿quién las ayuda? Eso ya se acabó”.
Y agregó: “Les digo a los empresarios que están chillando más que un puerco atorado en un cerco”.
Si así se comporta, así maniobra políticamente y así se expresa Bonilla, incluso antes de que se decida si es constitucional la extensión de mandato que le dieron los diputados, ¿qué será si los ministros de la Suprema Corte dejan que se salga con la suya?
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