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TEMPLO MAYOR

¡PAREN las prensas! La noticia del día es que Andrés Manuel López Obrador se convirtió… ¡en Vicente Fox! Así como el guanajuatense acuñó el histórico “¿Y yo por qué?”, el tabasqueño salió con un contundente “¿Qué culpa tengo yo?”, al hablar sobre los ataques contra la libertad de expresión durante su sexenio.

ANTE la exigencia puntual de la politóloga Denise Dresser para que el mandatario se comprometiera a no permitir que se criminalice la libertad de expresión, el tabasqueño se lavó las manos, le echó la culpa al fiscal Alejandro Gertz Manero y finalmente terminó diciendo que ni siquiera había leído la iniciativa de reforma en materia de justicia.

LA PARADOJA del asunto es que el Presidente volvió a insistir en que no es como los gobernantes anteriores, que no censura y que no tiene nada personal contra ningún periodista, peeero… apenas terminó la mañanera se desataron las redes lopezobradoristas -al unísono- para tratar de torcer el asunto.

SEGÚN la narrativa oficialista, Dresser intentó culpar al gobierno del embate judicial contra Sergio Aguayo, siendo que en realidad solamente tomó este caso como punto de partida para preguntar a un Presidente al que le molesta que no le den la razón.

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LA PLENARIA de los diputados federales de Morena fue un auténtico alhajero de algunas preciosidades de la Cuarta Transformación. Una de ellas, por ejemplo, fue cuando un legislador le reclamó a Alejandro Díaz de León por qué la economía no crece si echaron abajo la reforma energética y con la Ley de Austeridad han recortado el gasto público. “¡Pues por eso mismo!”, le pudo haber dicho el gobernador del Banco de México, pero se mordió la lengua.

MÁS ADELANTE, uno de los oradores dijo que aquello no era una transformación, sino que la calificó como una r-e-v-o-l-u-c-i-ó-n. ¡Ándale! Nomás le faltó aclarar si era como la cubana, la bolivariana o como la “Revo” de Tijuana, aquella famosa calle de los antros y el deschongue.

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¡MILAGRO!, ¡milagro! No fue al tercer día, pero finalmente resucitó la conciencia del padre Alejandro Solalinde, luego de guardar silencio sepulcral -como diría el clásico- ante los abusos en contra de migrantes en la frontera sur.

EL SACERDOTE, que durante años se dedicó a auxiliarlos en su viacrucis hacia Estados Unidos, guardó un largo voto de silencio mientras los centroamericanos eran repelidos, gaseados y deportados por la Border Nacional.

Ámbito: 
Nacional