Del presidencial solo darán ‘el avión’
Como probabilidad, cabe suponer que se vencen las dificultades jurídicas porque la mayoría morenista y moreniana (las fracciones parasitarias del Verde, PES, PT y del Trabajo) en el Congreso alistan una ley a modo y, como sugirió el presidente López Obrador, la Lotería Nacional bien puede sortear el avión presidencial. En este escenario, imagínese resuelto de alguna manera el escollo de la propiedad del aparato (no ha sido pagado en su totalidad) y asúmase que pertenece al gobierno y que quien tenga la mala suerte de poseer el número ganador se convierte… ¿en el dueño?
Hasta hoy, quien posee legalmente un bien (en dinero o especie) puede darle el destino que se le antoje. Lo mismo aplicaría, pero en este caso no, para quien se saque todo o parte del avión: completo si tiene la serie completa o una proporción si los demás billetes de la serie quedan en manos de copropietarios que ni se conocen y quizá vivan en distintas localidades.
Como sea, al contrario de lo que hoy sucede con ganadores de la lotería, quien se saque la aeronave no podrá hacer lo que con su automóvil, casa, reloj, televisor y demás objetos susceptibles de cambalacharse, regalarse, venderse, rifarse, destrozarse ni cualquier otra ocurrencia.
Actualmente, quien gana un premio de la lotería puede hacer con el dinero, cualquiera que sea el monto, lo que le dé la gana (quemarlo inclusive), después, claro, de pagar los impuestos federal (uno por ciento) y estatales (seis por ciento en casi todas las entidades, en algunas menos). Pero quedará impedido de hacer lo que quiera con el avión maldito.
Convencido de que la riqueza echa a perder a la gente, López Obrador ha expresado su preocupación de que “tanto dinero destruya la vida de su familia y tengamos que cargar con eso, porque el dinero es la mamá y el papá del diablo; es como el poder, son primos-hermanos”. Y preguntó: “¿Cómo le hacemos para que el que se saque el premio no se desgracie, no afecte a su familia, que pueda tener este bien pero que lo aplique adecuadamente, que sea un bien para toda la familia?”.
Por eso piensa que para el debatible premio se cree un fideicomiso, esto es, un contrato a través del cual una persona, llamada fiduciante, transfiere bienes propios a otra (física o jurídica), el fiduciario, para que ésta los administre en beneficio propio o de un tercero: el beneficiario (¡ufff!).
Eso quiere decir que los más bien desafortunados ganadores no verán dinero alguno de inmediato, como tampoco el avión, ya que el Presidente quiere que el Banco de México (autónomo e independiente del gobierno, según la Constitución) maneje el fideicomiso forzoso.
Dijo que el objetivo es que, cuando por fin se venda el avión, al falso dueño “le vayan entregando los intereses, que se vayan capitalizando, y que en un tiempo pueda decidir qué hacer con su dinero”.
Nada de eso padecen quienes ganan la lotería tradicional o los pronósticos deportivos.
Qué desafortunado “ganador”: el presidencial nunca será suyo, solo le habrán dado el avión…