Tristes postales de niños de Sonora
Si difícil es garantizar seguridad y educación a los 35 millones de menores y jóvenes que conforman este año la población escolar en México, imposible se ha tornado para casi 350 mil de uno a cuatro años de edad que están siendo privados de estancias para su formación inicial y de su constitucional derecho superior de la infancia.
Viñetas sonorenses del abandono:
Carol Armida, madre de su tocayita en el pueblo de Bocobampo, municipio mayo de Etchojoa, despojada que fue de la estancia, tiene que recurrir a sus vecinos para que le cuiden a la niña. Y mientras atiende la tiendita que puso en su casa, vigila a los otros tres hijos. El más pequeño le salió enfermizo y para él, que bien pudo seguir en manos de profesionales, no hay nadie que lo procure. Solo su agobiada mamá. También en la localidad andan en la calle niños en extrema vulnerabilidad. Se les ve desnutridos y descalzos, expuestos a la insalubridad, la criminalidad y los ataques de la fauna doméstica y silvestre.
Obrera de la fábrica Yazaki, Rosario Ontiveros vive en ese territorio de pobres con el Jesús en la boca porque no puede cuidar adecuadamente a su hijita (de la que prefiere no dar su nombre) que hoy está a expensas de una abuela. En pocos meses, en la niña se han hecho comunes las picaduras de insectos, los raspones y moretones.
Sergio es hijo de Marcela Félix, empleada de Telcel, que tiene dos hermanitos. El marido tuvo que emigrar en busca de trabajo. La señora se apoya en sus padres, que tienen sus propias ocupaciones, para el cuidado de los pequeños. A Sergio en ocasiones lo cuida una tía que es estudiante con tiempo limitado. El niño “es muy inquieto”, requiere mejor atención y “quedó muy afectado” por la pérdida de su estancia.
En El Caro, municipio de Huatabampo, la estancia Carrusel también cerró y la treintena de criaturas que atendía hoy deambulan por las calles. Hijas e hijos de trabajadoras agrícolas que, a falta de dinero, aportaban al establecimiento frutas y verduras como “cuotas en especie”. Por cuidar a sus proles, varias perdieron la chamba. La responsable de la estancia terminó vendiendo su casa y se fue a vivir a otra parte.
Huatabampo tenía la estancia Mis pollitos que cerró el reciente fin de año. La responsable enviudó y quedó endeudada porque no le alcanzaron las aportaciones que algunas madres le pudieron dar. Las madres con dos hijos inscritos comenzaron por llevar a la estancia solo uno mientras al otro lo persignaban y dejaban con abuelos, casi todos mayores de 70 años.
La única estancia que había en Paderoncito, ranchería pesquera del municipio Benito Juárez, también cerró por el retiro del apoyo institucional de la Federación. Con los niños ahora en la calle han ocurrido acontecimientos igualmente indignantes, pero el más grave de un menor de tres años que, confiado a la familia, acabó siendo abusado sexualmente por un tío drogadicto y ahogado en un tambo de 200 litros…