Días rápidos, historia larga
Dice famosamente Fernand Braudel que la historia tiene dos tiempos: el de los acontecimientos y el de las estructuras.
El tiempo de los acontecimientos cambia rápido y el de las estructuras cambia despacio.
La toma de La Bastilla se mide en horas, las consecuencias de la Revolución Francesa, en siglos.
Este domingo 8 de marzo y el día siguiente lunes 9 de marzo tendremos a la vista en Ciudad de México los dos tiempos braudelianos.
Por un lado, la marcha de las mujeres contra la violencia que se ejerce contra ellas en el México de hoy, una violencia cuyas cifras no hacen sino crecer y cuyos casos puntuales, reportados por la prensa, escandalizan hasta la incandescencia la temperatura de la sociedad.
Del otro lado, la versión mexicana de una nueva marea global del feminisno que ha sacudido las estructuras mentales de Occidente respecto de los derechos de la mujer.
Los acontecimientos mexicanos suscitan la adhesión de la sociedad porque son atroces en sí mismos, pero también porque expresan el hartazgo de una marea más alta, una marea global, una historia más larga, el indicio de un cambio estructural en la mente del mundo, y de México.
La historia de las mentalidades fue una de las vertientes de la historia estructural de Braudel: cómo cambian nuestras ideas, nuestras costumbres. Cambian de una manera lenta, pero definitiva. Tardan mucho tiempo en cambiar y mucho tiempo en cambiar de nuevo. Son cambios civilizatorios.
La lucha de las mujeres por sus derechos es quizá la de más largo alcance por el cambio de las mentalidades que haya tenido la sociedad occidental moderna, la sociedad de los últimos dos siglos.
Quisiera pensar que este fin de semana en México se darán la mano los dos tiempos de Braudel: una jornada de acontecimientos memorables para México, en la corriente de un cambio estructural de las mentalidades, de las leyes y de las costumbres de Occidente.
Un cambio civilizatorio.