El pasmo frente a la epidemia
No sobra decir, una y otra vez, que la vida ya es otra después de la epidemia del COVID-19.
No obstante, hay varios gobiernos que consideran que son exageradas las medidas para evitar la propagación del virus.
Incluya entre ellos al de Estados Unidos, encabezado por el presidente Donald Trump, y también al presidente López Obrador.
Se trata de una apuesta de muy alto riesgo.
En efecto, no sabemos hasta qué punto se vaya a propagar el coronavirus. Ni tampoco la velocidad a la que lo vaya a hacer. Pero, la realidad, es que países como Italia impusieron las máximas restricciones hasta que la enfermedad se convirtió en una crisis. ¿Nos arriesgaremos a ello?
En este momento no hay cura ni tampoco vacuna.
La única manera de impedir la propagación del virus es a través de la reducción de los contactos entre la población… con todo lo que ello implique.
China logró un gran éxito al impedir que el coronavirus creciera más entre diversas regiones de su país. Eso, sin embargo, se hizo al precio de aislar a la población y a provincias, incluso, económicamente muy activas. Pronto veremos que el costo ha sido generar el peor momento económico del país desde la muerte de Mao Zedong, hace 44 años.
Ahora que la mayor parte de los nuevos contagios están fuera de China, el mayor de los desafíos es impedir que la propagación siga a los ritmos de las últimas semanas.
En los últimos siete días, los casos ante el coronavirus fuera de China se triplicaron y llegaron a 30 mil en números redondos.
De mantenerse esta tasa, en una semana habría tantos casos fuera de China como en China.
La verdad es que no sabemos ni las repercusiones en materia de salud ni las implicaciones en la vida económica y social, como resultado de lo que más pronto que tarde habrá de caracterizarse formalmente como una pandemia.
Resulta risible que la OMS siga deshojando la margarita y valore si declarar esta enfermedad como una pandemia cuando ya está en más de 100 países.
No hay precedentes en la historia contemporánea de un caso semejante. Estamos frente a un hecho inédito cuyas repercusiones aún no conocemos.
La última ocasión que tuvimos un problema de esta magnitud, el mundo era otro. Fue allá en el año de 1918, con la gripe española.
En ese entonces, menos del 0.1 por ciento de la población mundial viajaba en avión. Si se propagó la enfermedad fue debido a la guerra.
La circunstancia en el siglo XXI es radicalmente diferente. Los expertos dicen que ahora la epidemia sigue a los vuelos, como si fuera su sombra. Limitarla implica parar la movilidad.
Estamos en un terreno inédito.
Como le hemos comentado desde hace algunas semanas, estamos dando pasos en la oscuridad.
El problema es que algunos gobiernos imaginen que tienen la situación controlada.
Creo que el gobierno de Donald Trump va a tener su peor crisis por su incompetencia para manejar la propagación del virus.
En México, el problema es que parece que nadie tiene la autoridad moral para advertir al presidente López Obrador que está jugándose el futuro de su gobierno con el manejo que ha hecho respecto a la epidemia.
Los expertos saben que los siete casos detectados en México son una broma. Podría haber ya decenas o centenas de casos confirmados si se estuvieran haciendo las pruebas que se hacen en otras latitudes.
Estamos en el umbral de un grave riesgo, y parece que ni nos damos cuenta.