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BITÁCORA DEL DIRECTOR

Ensimismamiento

Se requiere que el gobierno dé muestras de confianza sobre el manejo de la economía

“Bueno, vamos a iniciar la semana informando sobre el quién es quién en los precios (de los combustibles), como siempre lo hacemos; también Ricardo Rodríguez Vargas, director del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, va a informar sobre la subasta de ayer en Los Pinos; vamos a informar sobre el avance de las obras, lo que siempre hacemos los lunes, cómo vamos en la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y cómo vamos en la construcción de la refinería…”.

Así arrancó el presidente Andrés Manuel López Obrador su conferencia mañanera de ayer en Palacio Nacional. Ni una palabra del desplome de los precios internacionales del petróleo, un energético que el propio mandatario ha calificado de palanca de desarrollo del país. Se trató de una caída de alrededor de 30%, que, horas antes, en la madrugada del lunes, había contribuido a la depreciación del peso que, por momentos, se cotizó en 22 unidades por dólar.

Por cierto, tampoco había dicho nada sobre la multitudinaria marcha del Día Internacional de la Mujer hasta que, a punto de concluir su breve introducción, aclaró que, al final de la conferencia, daría su opinión “sobre ese tema”.

Quizá en otro país, el Ejecutivo habría hecho una declaración especial para referirse a un ajuste económico sin precedentes en las últimas tres décadas, como el que tuvo lugar en la apertura de los mercados asiáticos el lunes, y sobre una inusitada movilización que sacó a las calles a decenas de miles de mujeres para reclamar la inacción del gobierno contra la violencia que las afecta.

Pero no en México. No López Obrador.

Apenas concluida su bienvenida a los medios, de apenas un centenar de palabras, el Presidente cedió el micrófono a Ricardo Sheffield, titular de la Profeco, para que informara cuáles son las estaciones de servicio que venden la gasolina más cara y más barata.

Está claro que a López Obrador no le gusta salirse de su guion ni que le fijen la agenda.

Sin embargo, hoy más que nunca se requiere que el gobierno dé muestras de confianza sobre el manejo de la economía. La cotización del petróleo de referencia West Texas Intermediate, que a la hora de la mañanera se encontraba en 32 dólares por barril, hacía prever que, horas después, Pemex anunciaría el de la mezcla mexicana en menos de 25 dólares, como finalmente ocurrió, pasadas las cinco de la tarde (24.43).

La caída de los precios del crudo, desatada por el temor al coronavirus y profundizada por un desacuerdo entre Rusia y Arabia Saudita, ha colocado a México frente al espectro de una tormenta perfecta. Por cada dólar que baja el precio de la mezcla mexicana se pierden 13 mil millones de pesos al año. Ayer bajó más de once.

A menos de 25 dólares por barril —contra un estimado en el Presupuesto 2020 de 49 dólares—, Pemex difícilmente podrá explotar los 20 campos de hidrocarburos que definió como prioritarios el año pasado y de los cuales sólo pudo trabajar en cuatro.

Eso implica que no repunte la producción de petróleo, como se ha buscado, y que los objetivos fiscales no se alcancen. En ese escenario, el gobierno se quedaría sin dinero suficiente para financiar sus programas sociales y mantener la construcción de sus obras emblemáticas.

El Presidente no está reaccionando ante la evidencia. La incertidumbre creada por el proteccionismo comercial, y acelerada por el coronavirus, exige una reacción rápida y puntual. No sólo para apuntalar el tipo de cambio —que en México sigue viéndose como el termómetro de la salud de la economía—, sino para revertir la desconfianza de los inversionistas, desatada por la cancelación del aeropuerto de Texcoco y reforzada por la deficiente aplicación de la ley en casos como el bloqueo de las vías del tren.

Si se compromete la estabilidad de las finanzas públicas, no habrá programas sociales suficientes para paliar la pobreza que tal situación puede generar.

Ámbito: 
Nacional