Pandemia
• Las personas en mayor peligro de fallecer por el coronavirus son las que fuman y tienen sobrepeso. Eso debiera sonar en México como una alarma.
Tomó sólo 72 días para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) pasara de hacer su primer reporte sobre una pulmonía de origen desconocido aparecida en Wuhan, China, hasta llamarle a eso pandemia, es decir, una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o una región.
Al hacer la declaración –ayer a las 17:26, hora de Ginebra–, el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo estar “profundamente preocupado por los niveles alarmantes de propagación y severidad” del patógeno, así como los “niveles alarmantes de inacción” por parte de varios gobiernos.
“En los días por venir –agregó el excanciller etíope–, esperamos ver el número de casos de COVID-19, el número de muertes y el número de países infectados subir aún más”.
Para el 31 de enero, había menos de 10 mil casos de contagio confirmados en China y 213 muertes, según datos oficiales. Ayer, el total de casos en el país asiático rebasó los 80 mil y se contabilizaban 3 mil 158 fallecimientos. Es decir, en un país que aplicó medidas draconianas de cuarentena, prohibiendo la circulación de decenas de millones de personas, el número de personas contagiadas y muertas se multiplicó por 8 y por 14, respectivamente, en un lapso de 40 días.
En Italia, el segundo país del mundo más afectado por el patógeno, los 17 casos que tenía registrados el 21 de febrero pasaron a ser 12 mil 462 ayer. Aquel día también se reportó la primera muerte en el país europeo; ayer, la cifra era de 827. Entonces, en 19 días, Italia pasó de 17 casos a 12 mil 462 y de uno a 827 fallecimientos.
Ésa es la velocidad de propagación a la que se refiere el director general de la OMS.
Para el experto estadunidense Michael Osterholm, no hay duda. Estamos ante una enfermedad altamente contagiosa, cuya propagación costará cientos de miles de vidas.
“Con frecuencia se dice que la influenza es mucho más mortal”, dijo Osterholm en una entrevista reciente. “Pero apenas estamos viendo el principio de la propagación. El COVID-19 es entre 10 y 15 veces peor que la influenza”.
Hace tres años, el especialista en bioseguridad, quien se considera “un detective de enfermedades infecciosas”, intentó alertar al mundo sobre el peligro de una nueva pandemia. En su libro Deadliest enemy. Our war against killer germs, el también catedrático de la Universidad de Minnesota propuso un “plan de batalla para la sobrevivencia” de nueve puntos para hacer frente a la amenaza, incluyendo soluciones a la resistencia de los microbios a los antibióticos.
Al escucharlo hablar sobre la forma en que el COVID-19 impactará a Estados Unidos, no hay manera de imaginar un escenario en el que México no se vea terriblemente afectado por la enfermedad.
No sé si el gobierno mexicano está ocultando casos. No tengo datos para siquiera sospecharlo. Lo que me asombra es el desparpajo con el que se está tomando el peligro. El gobierno debiera estar adoptando medidas extraordinarias para que el país esté listo para mitigar efectos cuando el coronavirus se manifieste con toda su virulencia.
En un mes, los casos de contagio a nivel mundial se triplicaron para alcanzar los 126 mil, mientras que, en el mismo lapso, las muertes se cuadruplicaron, de mil 115 a cuatro mil 614. Sólo es cuestión de tiempo para ese viento de muerte nos alcance.
De acuerdo con Osterholm, las personas en mayor peligro de fallecer por el coronavirus son las que fuman y tienen sobrepeso. Eso debiera sonar en México como una alarma.
Ayer la canciller alemana Angela Merkel advirtió que hasta 70% de la población de su país podría contraer el COVID-19. En Italia, las autoridades reconocen que el sistema de salud está rebasado. Anoche, el presidente Donald Trump ordenó suspender por un mes la entrada a Estados Unidos de extranjeros que hayan visitado ciertos países europeos.
Escuchar hablar al presidente Andrés Manuel López Obrador en estos momentos sobre la no rifa del avión presidencial es, por lo menos, desconcertante.