Estamos a las puertas de un mundo nuevo
• En medio del caos, hay quienes logran sobreponerse a la pérdida de perspectiva estratégica y encuentran el punto de apoyo para sobrevivir.
“Señorita Cheng, del cuarto 19, aquí está su paquete. Por favor no toque la charola”.
La voz es de un robot. Al escucharla, la paciente emerge de su cuarto, en el hospital de Wenzhou, y toma una bolsa con medicamentos.
“Me voy, le deseo una pronta recuperación”, agrega la máquina antes de dar media vuelta. La escena ha sido inmortalizada en YouTube.
La situación de emergencia creada por el coronavirus está llevando a los servicios de salud chinos a soluciones innovadoras.
Se sabe que los médicos y enfermeras están especialmente expuestos y, por eso, las autoridades del país asiático han recurrido a la tecnología para que quien entregue las medicinas no se arriesgue a ser contagiado por los enfermos.
¿Qué mundo surgirá del actual estado de crisis que está viviendo la humanidad?
Quizá sea pronto para decirlo. Estamos en los albores de lo inédito. Por citar al economista Jeffrey Frankel, de la Universidad de Harvard, quien fungió como economista en jefe de la Casa Blanca, el COVID-19 podría dar lugar a una recesión global de características impredecibles.
Lo que sí sabemos es que las crisis suelen dar lugar a periodos de cambio.
En medio del caos, hay organizaciones e individuos que logran sobreponerse a la pérdida de perspectiva estratégica y encuentran el punto de apoyo para sobrevivir en el nuevo orden.
Algunos líderes sostienen que una crisis es la única manera de propiciar cambios reales. Pero se requiere de una gran conciencia y una comprensión sólida de los factores clave que marcan la diferencia entre una oportunidad y un hecho desastroso.
La recesión del 2008-2009 dio lugar a un mundo radicalmente distinto al que conocimos antes.
La destrucción de unas 400 mil empresas de cien empleados o menos, con motivo de esa crisis, dio lugar a un drástico aumento del autoempleo en Estados Unidos. En ese entorno se crearon o fortalecieron negocios que no tuvieron acceso inmediato a capital o mano de obra, y cuya fortaleza esencial era la innovación.
La situación forzó a esas nuevas compañías a hacer más con menos, pero, sobre todo, a rechazar las ideas que eran consideradas entonces como grandiosas y buscar ventajas competitivas.
El fenómeno no se limita a lo ocurrido en la más reciente crisis financiera global. Empresas como General Electric, IBM, General Motors, Disney, Burger King, Microsoft, CNN y la mismísima Apple fueron creadas en épocas de declive económico.
La recesión de 2008-2009 constituyó el entorno en el que nacieron compañías como Uber, Airbnb y otras de la llamada economía colaborativa. Fueron producto de una economía arrodillada, cuyo clima de inversión era el peor en 80 años.
Para algunos valerosos innovadores, los peores tiempos prueban ser los mejores, y sus decisiones, convertirse en las más lucrativas de la historia de los negocios. Lanzar una empresa en lo que parece el peor momento puede resultar una buena idea.
Y no es que las cifras macroeconómicas sean irrelevantes, pero sí son relativas. Si bien los periodos de expansión son un reto para las empresas pequeñas y medianas, los de contracción pueden ofrecerles ventajas competitivas sobre las grandes.
En suma, nos encontramos a las puertas de un mundo nuevo. Lo que estamos viviendo no tiene precedentes. Una caída en las bolsas como la que ocurrió ayer no sucedía desde el Lunes Negro de 1987, pero jamás en el marco de una pandemia.
En los meses que vienen se destruirá valor, se experimentarán grandes sufrimientos, pero también se crearán oportunidades. Para los arrojados será el escaparate en el que podrán exhibir su visión y talento para navegar en la tormenta.