Optimismo en tiempos oscuros
Vivimos tiempos oscuros.
Lo serán por lo que nos va a ocurrir en materia de salud como por lo que ya nos está pasando en materia económica. Pero, en ambos ámbitos se pondrá mucho peor.
Ojalá me equivoque, pero no es imposible que México vaya a ser de las naciones más golpeadas por la crisis, en salud, por la tardanza en instrumentar medidas más severas de distanciamiento social, y en economía, por el hecho de que veníamos de un año de estancamiento.
Con este panorama, ¿por qué habría que ser optimistas?
Porque este tipo de crisis no son eternas y hay “un día después”.
Y es probable que en ese momento tengamos un país mejor que el que hoy existe.
Las grandes pandemias en la historia, en algunas ocasiones, desataron cambios que a la larga fueron para bien.
Quizás el caso más notable fue la llamada “peste negra” en Europa y algunos lugares de Asia en el siglo XIV. Tras diezmar a cerca de la mitad de la población europea, acabó creando las condiciones para que se gestara el Renacimiento un siglo después.
Hoy los tiempos tienen otros ritmos porque la enfermedad se propaga mucho más rápido y las transformaciones a las que puede dar lugar no tendrá que esperar un siglo.
Pero, ¿qué podemos esperar específicamente en el caso de México?
El “día después”, traerá consigo un profundo cambio en el ánimo social que hoy ni siquiera imaginamos.
Quizás lo vivido en el terremoto de 1985 y sus secuelas sea lo que más se pueda parecer a lo que viviremos.
Las coordenadas políticas y económicas del país cambiaron radicalmente entonces. Tuvimos una erupción inflacionaria de la que ya pocos se acuerdan y un sexenio completo sin crecimiento, pero también un resquebrajamiento del sistema político que cambió la historia del país que a la larga propició apertura y democracia.
Tiempos como estos ponen a cada quien en su lugar, ya lo veremos.
En crisis como la que viene también se hace posible lo que parecía imposible. Se parece a esos momentos en los cuales las personas tienen algún evento –enfermedad o accidente– que casi las lleva a perder la vida. Sus valores, sus hábitos, su perspectiva de la vida cambia desde entonces.
Así las sociedades.
Una crisis como la que viene puede amortiguar la polarización. No la va a eliminar porque los fanáticos de uno y otro extremo no van a desaparecer. Pero muchos van a sentir la necesidad de sumarse a un esfuerzo colectivo en el que los distingos ideológicos quedan en segundo plano.
Además, las restricciones que nos va a imponer el distanciamiento social y la crisis misma van a ser un desafío a nuestra creatividad e imaginación, para sobrevivir. Y vaya que en otras ocasiones hemos mostrado que sí las tenemos y podemos usarlas.
Pero también serán un reto para las autoridades. Si no se emprenden acciones del tamaño de la crisis que se nos viene encima, este gobierno no tiene futuro.
Cuando la revisión de las perspectivas económicas, al comenzar una crisis, empieza en una caída de 3 por ciento del PIB, como la encuesta de Citibanamex mostró el viernes pasado, las noticias son malas, pues usualmente se subestiman al principio los impactos de estas crisis y luego hay que revisar a la baja.
Ser optimista en tiempos oscuros no es sencillo. Pero es una necesidad si queremos tener el espíritu que se necesita para salir adelante en la tormenta.