Ante pandemia y crisis, sin ley ni autoridad
Una década después de la primera edición de su bestseller La sociedad del cansancio, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han irrumpe de nuevo en el escenario mundial para analizar los efectos de la propagación del coronavirus sobre el comportamiento de los individuos y el papel de los sistemas de gobierno.
En un provocador artículo publicado el domingo en el periódico El País, Han compara la manera en que se enfrenta al COVID-19 en Asia y Europa.
En el primer caso, dice, se trata de sociedades colectivistas, compuestas por personas que no dudan en obedecer a la autoridad y tienen un casi nulo sentido de la privacidad, especialmente en lo que tiene que ver con la vigilancia digital.
“Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo)”.
En Asia, donde “las epidemias no las combaten sólo los virólogos y epidemiólogos, sino también los informáticos y los especialistas en macrodatos” —apunta Han— el Estado sabe “dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo”.
En cambio, en Europa, la capacidad de acumular datos sobre el comportamiento de las personas está severamente limitada por el individualismo y la protección de la privacidad, dice Han. Su manera de responder a la amenaza ha sido el cierre de fronteras, “evidentemente una expresión desesperada de soberanía”.
Las diferencias culturales entre un continente y otro se reflejan, incluso, en el uso de los cubrebocas en un continente y otros. Mientras en Asia todo mundo los lleva comúnmente, en Europa son una barrera que impide expresar la individualidad.
En su ensayo La emergencia viral y el mundo de mañana, el filósofo argumenta que, con base en esas diferencias culturales, los asiáticos están combatiendo al coronavirus de manera más eficaz que los europeos, una conclusión apoyada en datos y que permitirá al régimen de la República Popular China vender “su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia”.
¿Dónde deja esto a México?
En un cuarto de siglo de alternancia democrática, este país acabó con el Estado autoritario que heredó de la Revolución y adoptó valores occidentales liberales como la democracia, la transparencia y la privacidad.
Ninguna nación del mundo ha enfrentado una pandemia como ésta en al menos un siglo, y todas están poniendo a prueba sus instituciones y formas de gobierno como defensa contra la amenaza.
México parecería menos dotado que asiáticos y europeos para hacerle frente. Ya no cuenta con el Estado que mantenía vigilada a la población y que, aun sin contar con la digitalización, contaba con informantes eficaces y archivos detallados.
He relatado aquí cómo en mi brevísimo paso por el activismo político —antes de ser periodista—, los agentes de Gobernación dieron con mi casa en unas cuantas horas y fueron advertir a mis padres que si yo no le bajaba, algo malo me podía suceder.
Eso ya no existe. En este país ni la policía ni el Ejército inspiran temor. Tanto manifestantes como delincuentes incluso pueden incendiar patrullas y quebrar los faros a vehículos militares y nada pasa.
Pero México tampoco ha logrado construir un respeto del Estado de derecho y las tradiciones democráticas con que cuenta Europa. Las leyes son un conjunto de ordenamientos que pueden cumplirse o no, dependiendo de la ocasión. Lo que aquí hemos construido es un ultragarantismo sin reglas respetadas y sin autoridad.
¿Qué nos espera ante el embate de una pandemia que viene aparejada con una profunda crisis económica como la que se asoma?
Tal vez las convocatorias por redes sociales para saquear supermercados —van tres desde el pasado fin de semana— sean una probada de lo que viene. Por cierto, los únicos detenidos por esos hechos fueron liberados porque nadie se atrevió a denunciarlos.