Política e impunidad
La corrupción da pie a muchos problemas de nuestra sociedad. La ambición e ineficiencia de la clase política ha provocado el deterioro de las instituciones y la debacle del país. Mientras no se acabe la impunidad, los problemas no se van a resolver.
En los últimos tiempos la política se ha convertido en un ejercicio de simulación, de excesos, de complicidades y de traiciones. La congruencia, la ideología, los valores, los compromisos y sobre todo los resultados, han sido desplazados por la conveniencia personal y el beneficio económico.
La degradación de la política es algo evidente: ya no hay fronteras ideológicas ni taras morales para actuar, lo importante es el pacto mediático y los bolsillos llenos. Aquella frase de “El fin justifica los medios” es absolutamente válida hoy en día.
Esta depravación de poder trajo como consecuencia el descrédito de los hombres y mujeres; el respeto a las instituciones y a la investidura se ha ido al caño junto con la responsabilidad social que asumían quienes en otros tiempos integraban la clase gobernante.
No hablemos de puritanismo o de dogmas, sino de actuaciones razonablemente buenas dentro de un marco más o menos normal. El poder político trae consigo beneficios directos para quienes lo ostentan, les permite acceder a mejores cosas, pone al alcance de sus manos elementos que son distantes para el ciudadano promedio y por supuesto, les otorga una mejora sustantiva en su calidad de vida a través de mejores sueldos y la posibilidad de hacer negocios.
Pero de un tiempo a la fecha esto dejó de ser suficiente para muchos; el desarrollo personal que se alcanzaba con el tiempo y que era reflejo de la permanencia en distintos espacios de poder se volvió muy poca cosa para quienes deseaban mejorar su economía de manera inmediata.
La nueva clase política que tomó el poder en nuestro país allá por los años noventas (y subsecuentes) es una generación más ambiciosa, más urgida de poder, sin límites legales ni taras morales. Los juniors de la política son personajes que no responden a compromisos de carácter social ni tiene atavismos ideológicos, son sujetos que ven la política en pesos y dólares y miden el poder en función de la impunidad que les concede.
Con esta nueva generación de políticos-negociantes comenzó la gran debacle del país. Los tecnócratas que llegaron con Carlos Salinas de Gortari estaban urgidos de reconocimiento y los bebesaurios que acompañan a Graco están deseosos de volverse millonarios. Entre aquellos políticos y estos usureros del poder hay una coincidencia: la política es una manera rápida de obtener dinero sin consecuencias legales.
Lo que hoy vemos en los municipios de Morelos y muchos del país es la consecuencia directa de esa forma de ejercer el poder. Sujetos sin preparación, pero con muchas ambiciones tomaron las riendas de los ayuntamientos y comenzaron desde abajo a saquear a la nación. Casos como el de Manuel Martínez en Cuernavaca, Miguel Rabadán o Silvia Salazar en Jiutepec y Sergio Valdespín o Jesús González Otero en Cuautla (por mencionar sólo a algunos) representan esa clase de políticos sin moral ni pudor que saquearon los ayuntamientos y sumieron a los municipios en una crisis que se prolonga hasta la fecha.
Pero lo grave no es sólo el nacimiento de una clase gobernante sin valores ni moral, sin compromisos, ni respeto por las leyes; lo peor es que estamos frente a una generación que ha tomado por asalto las instituciones, que viola sistemáticamente la ley y de manera recurrente abusa de los que menos tienen.
El común denominador es la impunidad. En el ejercicio político de hoy todo es comercializable, todo tiene un precio y cualquier cosa es susceptible de ser cambiada si así conviene a los intereses personales. Esta deformación de la política tiene consecuencias: la violencia e inseguridad que se vive en el país y agobia al estado es resultado directo de este tipo de actuación: los grupos delictivos encontraron en estos núcleos de poder el ambiente propicio para sentar sus reales y controlar las instituciones desde dentro.
Hoy no se necesita sobornar al policía, comprar al comandante o influir en el secretario; la delincuencia organizada pacta con gobernadores, controla partidos políticos, pone candidatos y mata alcaldes. La violencia que vemos y la forma tan impune como actúan los grupos delictivos tiene una razón: saben que en Morelos no hay control, que la ley no se aplica, que las instituciones no funcionan y que el modernísimo centro de inteligencia se maneja a lo pendejo.
Entendamos algo: mientras no cambiemos esa forma e ejercer el poder es imposible que las cosas sean distintas. Mientras no se termine con la impunidad, se aplique la ley, se acaben los abusos y se sanciones a los delincuentes, estamos condenados a seguir por este mismo camino.
El punto que el ciudadano debe combatir hoy es muy claro: la impunidad. No podemos seguir siendo pasivos y omisos ante el actuar ilegal de los políticos, no nos podemos ni debemos acostumbrar a las prácticas corruptas de los hombres y mujeres de poder. Hacerlo es condenarnos a seguir por el mismo camino y vivir atemorizados siempre.
La corrupción de la política ha traído como consecuencia la deformación de la actividad pública y el declive de las instituciones. Los problemas sociales que vivimos, la inseguridad, la violencia y el retraso en que nos hemos sumido como estado y país están directamente relacionados a la corrupción en la actividad pública.
¿Queremos que las cosas cambien? El primer paso es acabar con la impunidad.
- posdata
El viernes por la tarde el alcalde de Cuernavaca convocó a su gabinete para hablar de corrupción y resultados; no se permitirán abusos ni se solaparán ineficiencias dijo el secretario Sanz en ausencia de Cuauhtémoc Blanco, quien no acudió porque tenía otras cosas más importantes que hacer.
El lunes siguiente alguien dijo que Sanz había despedido a Roberto Yáñez (quien, por cierto, no fue a la charla anti corrupción) y dentro del ayuntamiento los funcionarios dejaron correr un chisme que provocó una rueda de prensa para aclarar el rumor. La reunión de prensa fue convocada a nombre del secretario Sanz, quien no acudió a la cita porque estaba desayunando con el alcalde en El Rincón del Bife.
La pregunta es ¿Ahora los gobiernos van a citar a ruedas de prensa para desmentir rumores? ¿Esa es su estrategia de comunicación?
Por algo el representante del Cuau asegura “Somos la burla de los diputados, del gobernador y de la sociedad”
Y no esta equivocado.
- nota
La conducción del congreso de Morelos no es sencilla. La conformación de una cámara integrada por once fuerzas políticas distintas vuelve una Torre de Babel el recinto parlamentario.
En Morelos nunca ha sido fácil operar un congreso, menos en los últimos tiempos. En legislaturas pasadas vimos movimientos drásticos producto de la falta de acuerdos y el contraste de personalidades de sus integrantes; algunos partidos (como el PRI) cambiaron hasta en cuatro ocasiones de coordinador parlamentario en un año y otras bancadas casi desaparecieron al perder integrantes.
La constante en nuestro poder legislativo ha sido la confrontación, a veces hasta física, entre sus integrantes. Los acuerdos se alcanzaban a costos muy altos (en todos los sentidos) y los alcances del trabajo parlamentario era casi nulos.
A pesar de ser uno de los tres poderes del estado y tener la alta responsabilidad de elaborar las leyes que rigen la vida de nuestra entidad, regularmente los congresos se convertían en oficialía de partes política, en salón de fiestas partidistas o paredón para ejecutar a figuras incómodas de poder. Rara vez nuestro congreso destacó por llevar a cabo reformas importantes para la sociedad o por ser el factor de equilibrio y conciliación política que necesita nuestra entidad.
Lo que vemos hoy en la cámara de diputados aún es difícil de entender, aunque hay cosas que destacar. La legislatura 53 de Morelos es de luces y sombras, su actuar es severamente cuestionado desde lo social y algunos de sus integrantes se han convertido en objeto de consignas desde distintos sectores.
Para entender lo que sucede en nuestro poder legislativo habría que dar un paso atrás, observar sin apasionamientos lo que pasa y dejar de lado por un momento las filias y las fobias que cada uno de nosotros tenemos.
La 53 no es aún una legislatura consolidada y todavía se ve lejos de convertirse en un congreso digno de aplausos. Por el contrario: figuras como Aristeo, Julio, Javier, Jesús y algunos otros más han puesto en tela de juicio no sólo la capacidad profesional de sus integrantes, también la probidad de sus actos.
A pesar de ello habría que observar algo: en términos estrictamente legislativos este congreso ha avanzado por unanimidad en muchos temas, ha sacado adelante reformas importantes y dado claridad jurídica en varios asuntos.
Muchas veces la historia se entiende mejor con el tiempo; en ocasiones es el paso de los días, de los meses o de los años lo que nos permite observar con mejor claridad las cosas y dar un valor más real a las decisiones. Puede ser que en este caso así sea.
Hoy el congreso de Morelos es duramente criticado, sus integrantes son severamente cuestionados y contra varios de ellos se han enfocado las baterías de sectores y grupos. No dudo en las razones que estos tengan, ni cuestiono la validez de sus motivos, sólo expreso que quizá estamos ante un parte aguas que nos permita tener como sociedad una base más sólida, por definiciones legislativas que lleven a nuestra entidad a un mejor plano jurídico.
En este punto y a pesar de la polémica que genera hay que observar el actuar de Francisco Moreno. Hombre serio, conocedor de la ley, conciliador, pero firme, Paco es un personaje cuya personalidad atrapa y causa polémica.
Al presidente de la cámara le han cargado los costos de muchas decisiones parlamentarias que se toman en conjunto, al catedrático le culpan de todo lo que incomoda en el congreso y genera polémica entre la sociedad, pero pocos le reconocen que por su proceder se han alcanzado acuerdos en casi todos los temas que se llevan al pleno.
En el corto plazo a Moreno Merino le linchan por la firmeza de sus actos, por no amedrentarse ante los amagues ni ceder a las presiones, pero a la vez le respetan porque se echa a cuestas las decisiones institucionales, da la cara por todos los diputados y paga en lo individual el reclamo social por decisiones que se toman de manera colegiada.
A pesar de todo lo que se diga, Francisco Moreno está haciendo un trabajo fino dentro de la cámara, está sacando las encomiendas que le hacen y se ha convertido en el factor de estabilidad del parlamento. El costo personal que paga el maestro universitario es muy alto, le ha puesto en contra a muchos grupos, pero sus convicciones personales y su institucionalidad le mantienen firme.
Se pueden criticar muchas cosas a Moreno Merino: no es el político chistoso que a todos cae bien, ni el diputado tradicional que en las mesas de poder toma una decisión y afuera presume una postura diferente. Moreno Merino es cómo se le ve, para bien o para mal.
En un estado donde el incumplimiento de acuerdos y el mercantilismo político se ha vuelto moda, quizá habría que voltear a ver a un personaje que toma decisiones, que asume consecuencias y que observa más allá de la frontera del estado.
Los políticos más populares no siempre han sido los mejores gobernantes.
- post it
Hace una semana El Universal difundió una entrevista al gobernador de Morelos en la que señalaba que era la opción para una alianza entre el PAN y el PRD en el 2018. “Lo he decidido, dialogo con todos, no voy a concluir mi gobierno, voy a buscar esa opción”, Graco Ramírez.
Ayer ese mismo rotativo divulgó una encuesta de posicionamiento de cara al 2018 en la que coloca a los punteros de los partidos de cara a la sucesión. Ahí está Osorio con 23% y Eruviel con 11; Margarita con 33 y Anaya con 18; Mancera con 50 y Silvano con 5. Ante una eventual alianza del PAN y el PRD las figuras son: Margarita con 25 y Mancera con 18.
En ninguna parte aparece Graco Ramírez.
Y eso que según sus estrategas herbolarios (marihuanos de cabecera), ya mejoró sus números.
¡Já!
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¿Qué sentirán los troleros neovisionistas al darse cuenta que a pesar de sus “legiones” de gracobots, la percepción de la gente no cambia?