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SIN RODEOS

Su verdad, execrable y hedionda

Su trayectoria —primero haciendo un himno al PRI, luego “luchador social” y ahora Presidente de México— exhibe su verdadera esencia.

Claro que al analizar a las personas, sobre todo a gobernantes, debe atenderse más a sus hechos que a sus palabras, aunque éstas suelen producir consecuencias de alto impacto, aunado a que si algo ha saturado a la podrida vida política del país, han sido los discursos henchidos de patriotismo, que derraman amor al pueblo con especial ternura a los pobres, y los de ahora, incitando a la confrontación y al odio.

Penoso sería ponderar la inteligencia del Presidente atenidos a los resultados de su gestión durante 15 meses, pues sus principales promesas de campaña hoy son meros ecos de aquel bla, bla, bla: “regresaré de inmediato a los militares a sus cuarteles, la economía crecerá 6 por ciento anual, mi llegada pacificará el país, mi ejemplo desaparecerá la corrupción desde el primer día, desde el año inicial aumentará el empleo y bajará la pobreza.” Eso y más prometió. Como tantos otros demagogos ofreció el oro y el moro a una población agraviada, mayoritariamente ignorante y pedigüeña. ¿Qué sucede en el mes 16? Nuestras fuerzas armadas —que si por su Jefe Supremo fuera “las desaparecería”— no han regresado a sus cuarteles y, como nunca, son usadas a capricho presidencial humillando su honor y gallardía; la economía está bajo cero; la violencia va en aumento con más de 34 mil asesinados en 2019; la impunidad a 98 por ciento; la corrupción y la opacidad las encabeza el Presidente con 77 por ciento de obras y compras por asignaciones directas, despilfarrando recursos públicos para su clientela electoral. El aumento en el desempleo, la pobreza, el desprestigio internacional y su burla a las leyes son una bomba que estallará.

Juzgar sus palabras es tarea de psiquiatras. Son un torrente de mentiras y procacidades, injurias y amenazas, sermones de amor y misticismo, chistes y locuacidades, odios y contradicciones. Pero su delirio va porque va y surge su verdad execrable y hedionda: el virus asesino, con su cauda de dolor, muerte y desolación en México y el mundo, “nos viene como anillo al dedo”; sí, para a él y sus secuaces que con la pandemia tratarán de ocultar sus fechorías, pero es una injuria artera, imperdonable y horrenda a la población, especialmente para enfermos, fallecidos y deudos, para médicos, enfermeras, fuerzas armadas, policías y un largo etcétera de héroes.

La catástrofe apenas empieza, el hambre y los saqueos “justificarán” al Mesías radicalizarse para imponerse a placer, sin más ley que la suya y sin conflictos de conciencia por carecer de ella. Gran reto para ciudadanos e instituciones, e inevitable disyuntiva para las fuerzas armadas, por su honor, patriotismo y lealtad a México.

Ámbito: 
Nacional