Antídotos contra la soberbia
El azar y lo inesperado, verdaderos dioses de la historia, han sido crueles con este momento de México.
En particular, con las promesas de cambio de su gobierno. La paliza que le han dado los hechos a la llamada cuarta transformación, apenas puede exagerarse.
Lo sucedido en estos meses puede resumirse como un enorme desencuentro, en muchos sentidos trágico, entre grandes esperanzas y pobres resultados.
“Antídotos contra la soberbia”, llamaba José Emilio Pacheco a la continua defraudación que infligían los hechos a pretensiones desmesuradas de artistas y escritores.
Un eje de la dimensión trágica de lo que sucede en México es la obcecación, mezcla de soberbia y terquedad, con que el presidente Andrés Manuel López Obrador se empeña en tropezarse con la misma piedra infranqueable donde hace tropezar al país.
Esa piedra es la idea misma de lo que el Presidente llama “Cuarta Transformación”, su baraja de proyectos irrealizables, con exiguos recursos, con pobres instrumentos gubernativos, y con una asombrosa incapacidad de corregir el rumbo.
López Obrador persiste en un proyecto de cambio que resulta inviable en los hechos y que, en el horizonte de la pandemia del coronavirus, puede resultar catastrófico.
Los dioses ciegan a quienes quieren perder, dice la cita clásica. Parecen haber cegado al Presidente de México respecto de la viabilidad de su proyecto. Pero sobre todo, parecen haberlo cegado respecto de la posibilidad de corregirlo en lo accesorio, para cumplirlo en lo esencial.
Lo esencial del proyecto es redistribuir la riqueza, disminuir la pobreza, atenuar la desigualdad.
Ni el rescate de Pemex, ni la loca inversión en la refinería de Dos Bocas, ni la quimera de un aeropuerto internacional construido por el Ejército, ni los proyectos fantasmales del Tren Maya o el Canal Transístmico, son conducentes o necesarios para el propósito esencial.
Menos aún frente a la evidencia de su imposibilidad financiera en el sombrío panorama económico de los años que vienen.
Lo esencial para el proyecto esencial del gobierno es canalizar recursos frescos a los escenarios cruciales de la emergencia: la salud y sus profesionales, la pérdida de empleos y de ingresos de la población, la destrucción del tejido productivo del país y el empobrecimiento de la gente.