Petróleo: la maldición
El 2 de agosto de 1977, un mes antes de presentar su primer Informe de Gobierno, el presidente José López Portillo acudió a la sesión del Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos.
La reciente perforación de los pozos Bacab-1 y Akal-1, en la Sonda de Campeche, había permitido visualizar el enorme potencial del campo petrolero de Cantarell, que llegaría a ser el sexto más grande del mundo, con reservas de 36 mil millones de barriles. “Reiteradamente hemos dicho que los dos pilares que habrán de sacar al país de la postración son alimentos y energéticos”, dijo López Portillo.
“En el primero somos casi autosuficientes; en energéticos, no sólo autosuficientes, sino responsables exportadores”, añadió.
“¿Con qué atención debemos contemplar la abundancia? México, país de contrastes, ha estado acostumbrado a administrar carencia y crisis. Ahora, con Petróleos en el otro extremo, tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia”.
De aquel discurso de López Portillo ante el Consejo de Administración de Pemex, la parte que reproduzco arriba es, sin duda, la más recordada. Sin embargo, aquella vez, el Presidente hizo una advertencia que hoy, en el ocaso de la bonanza petrolera, suena a maldición.
“¡Qué grave responsabilidad administrar la abundancia de un recurso que no es renovable! ¿Para quién vamos a planear? ¿Para los que ahora se mueren de hambre o para los que mañana no queremos que se mueran de hambre?
“En un país de carencias, la tentación de gravar sobre la abundancia, para resolver sin imaginación el resto de los problemas, es grande. La diferencia está en ser responsable o no. Sabiendo que tenemos, pero cautelosos en la administración de la abundancia. No suponer que porque tenemos mucho petróleo, hagamos de este recurso el único factor para resolver nuestra crisis. Mal haríamos si convirtiéramos el petróleo en el factótum del desarrollo.
“Difícil camino de equilibrio responsable entre ésta y las futuras generaciones. No privar de los bienes que remedian males a los actuales mexicanos. Pero no abusar, sin imaginación, de lo que ahora tenemos para empobrecer a nuestros hijos.
“Administrar la abundancia es más difícil que administrar la miseria. El riesgo del derroche hace al hijo pródigo. ¡Cuidado con la prodigalidad, no tengamos que regresar vencidos! Hagamos del petróleo, uso inteligente”.
Casi 43 años después de aquel discurso, está claro que la maldición de López Portillo se cumplió. En su mismo gobierno se sentaron las bases del manejo desastroso de un recurso no renovable, que han continuado todos los gobiernos que le siguieron.
En México el petróleo se nos fue básicamente en gasto corriente y corrupción.
En las cuatro décadas que siguieron a 1977, el país tuvo ingresos por concepto de exportaciones de hidrocarburos por más de un billón de dólares, casi una economía mexicana completa.
¿Qué hicieron sucesivos gobiernos con ese dinero? Para no exagerar, quizá algunas obras de infraestructura quedaron por ahí, pero no las principales. Nueve de diez grandes presas y cinco de ocho refinerías se construyeron antes de 1975, el primer año que México tuvo superávit petrolero.
Hoy, con el desplome histórico de los precios del petróleo, se ha acabado de extinguir el sueño de administrar la abundancia petrolera. Mientras el actual gobierno siga aferrado a esa ilusión –y mantenga la construcción de la Refinería de Dos Bocas–, desdeñando las vocaciones alternas que ha encontrado el país en los últimos 25 años, el único destino posible será administrar carencias.
El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene que admitir que haber elegido al petróleo como “palanca del desarrollo” fue un error, pues reñía con el cambio de paradigma energético en que estaba metido el mundo desde antes de que apareciera el COVID-19 y que ahora sólo se va a acelerar.
Ni modo, le tocará despertar al país del sueño petrolero. Mientras más se tarde, peor será el sobresalto.
BUSCAPIÉS
El petróleo no sólo no ha contribuido al crecimiento del país en años recientes, sino que le quitó dinamismo a la economía. Desde el segundo trimestre de 2014, el PIB petrolero fue negativo. En el segundo trimestre de 2017 fue de -10% a tasa anual.