Ideologizar la ciencia, ridículo
Indignante, hilarante y estulto pretexto esgrimió ayer la directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, María Elena Álvarez, con el disparate de que para fabricar en México 700 ventiladores o respiradores “dependemos de la ciencia neoliberal…”.
Es la misma funcionaria que a principios de la 4T había designado a una diseñadora de modas como subdirectora de Desarrollo e Innovación Científica y Tecnológica.
Su compromiso implica un desafío inconmensurable: promete que los aparatos serán hechos con “tecnología cien por ciento mexicana”, pero (por si las fláis, debe colegirse) se contará con asesoría del ¿antineoliberal? Instituto Tecnológico de Massachusetts.
La necesidad de contar con esos equipos es mayúscula, ya que se prevén decenas de miles de personas que los requerirán para sortear la pandemia.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que se necesitarán diez mil.
Tal cantidad, al parecer, es adicional a los cinco mil 272 de cuya adquisición en el extranjero se encargó el canciller Marcelo Ebrard, pero incluye lo prometido por Donald Trump: “Enviaremos 500 ventiladores a México, luego otros 500 a Francia, algunos a España, otros a Italia…” (la mitad de los que AMLO, quien se los pidió, daba por asegurados). Por su parte, el subsecretario Hugo López-Gatell anunció el 8 de abril que México había comprado dos mil 711 y que llegarán al país en varias entregas: 11 en abril, 440 en mayo, 160 en junio, mil 20 en agosto y mil 80 en septiembre.
La incorporación de expertos mexicanos para fabricar esos artilugios es por demás explicable, pero mueve a risa que la titular del destartalado Conacyt ideologice la ciencia.
¿Pensará que el desarrollo aeroespacial de lo que fue la Unión Soviética dio como resultado el célebre “avión comunista” MIG? ¿Los de la China de Mao eran “tractores revisionistas”? ¿El de Evo Morales fue un “avión presidencial indígena”? A diferencia de la sueca, la alemana o la estadunidense, ¿creerá que solo la cubana es una “medicina revolucionaria”? Con su lógica, a muchos y diversos inventos y adaptaciones les faltan apellidos: el fuego y los entierros son “prehistóricos”. A la pólvora, la rueda o el papel hay que añadir “medieval”; los automóviles y el Metro “capitalistas”, la penicilina y el Viagra también; el molcajete es “originario”, la herbolaria “tribal”…
¿La de Guillermo Haro, Mario Molina o José Sarukhán fue una “ciencia conservadora”? ¿En serio “Dependamos de la ciencia neoliberal”? O más bien del conocimiento y la experimentación científica. La señora debiera saber que en el laboratorio no rigen la religión, los prejuicios ni la consigna política o ideológica.
El inventor de las bombas que Alemania lanzó sobre Inglaterra en la II Guerra Mundial (Wernher Von Braun) fue después el jefe de diseño en la NASA y ninguno de sus artefactos se llamó “V-2 nazi” ni “Saturno V arrepentido”.
Solo falta que los del Conacyt sean bautizados “respiradores cuartotrasformadores…”.