Sólo queremos nota
He seguido con mucha atención el debate sobre la despenalización del consumo de mariguana durante los ya casi cinco años que han pasado desde el histórico amparo otorgado por la Suprema Corte.
A pesar de estar a favor de la despenalización, siempre me ha preocupado el tono de desparpajo con el que muchos participantes de esta discusión hablan sobre la mariguana. “Es natural, a diferencia del tabaco de los cigarrillos, cargado de químicos” o “hace menos daño la mota que el alcohol” son algunas de las frases que se suelen escuchar.
Yo parto de que si bien lo que un adulto decida meter en su cuerpo –mariguana u otra sustancia– no debe ser preocupación de nadie más que de él, muchos de los usuarios adquieren el hábito en la adolescencia temprana, cuando su cerebro no ha terminado de desarrollarse y cuándo aún no poseen las herramientas cognitivas y sociales para tomar una decisión como esa.
Fui alertado por madres de jóvenes que habitan en colonias populares sobre el daño que la mariguana y otras drogas hacían a sus hijos, que con el tiempo iban perdiendo el interés en cualquier actividad que podría significar una mejoría en su calidad de vida.
Por eso, cuando comencé a escuchar los spots que puso al aire el actual gobierno federal, alertando sobre las consecuencias de consumir drogas, empecé a prestar atención.
La campaña me pareció acertada. Los mensajes eran sensibles e iban al grano. Y de acuerdo con información que fui recopilando, en muy poco tiempo empezaron a tener efectos positivos.
Interesado, planteé a un integrante del equipo de comunicación del presidente Andrés Manuel López Obrador que me ayudara a conocer y entrevistar a quienes diseñaron la campaña y tener acceso a los datos duros sobre los que fue planeada.
Me pareció verlo entusiasmado. Quedamos de comunicarnos para aterrizar la petición, pero pasó el tiempo y no hubo respuesta. Me extrañó que el gobierno no quisiera presumir algo que le salía bien.
La campaña salió recientemente del aire para abrir espacio a los spots sobre el COVID-19, algo que se entiende, desde luego. Pero me quedó la impresión de lo mal que opera el gobierno para explicar lo que hace.
Creo que en este tema le había dado al clavo. Quizá no toda la violencia en las calles pueda ser atribuida al consumo de drogas, pero, sin duda, el consumo es parte de ese problema y extiende sus tentáculos para afectar otros muchos aspectos de la vida social.
Esta semana, se quejaba de que la mayoría de la prensa nunca dice nada bueno del gobierno. ¿Y cómo, si, cuando se intenta, uno se topa con la ineficiencia de la burocracia de comunicación social que rodea al Presidente?
Este gobierno tiene su muy particular forma de entender la función de los periodistas. A la mayoría de ellos los ve como enemigos, cuando que lo único que necesitaría entender, para mejorar la relación, es que lo que todo reportero busca es una nota.
La cruzada moral en la que se ha lanzado la Cuarta Transformación la hace ver moros con tranchetes por todos lados. Arrancó el gobierno con un desdén hacia los medios tradicionales, pensando que serían sustituidos por las “benditas redes sociales”. Le tengo una noticia: pueden cambiar las plataformas, pero el periodismo no se va a ir a ningún lado. Si se cree testarudo, el periodismo lo es más. El poder es temporal en Palacio Nacional, el periodismo se quedará. Y tan importan los medios que López Obrador los lee.
Hay cosas que hace bien este gobierno –o, por lo menos, en las que tiene los instintos correctos–, pero parece obstinado en encerrarse en sí mismo y acaba por sabotearse solo. Si el Presidente dejara de creer que él tiene la razón en todo, habría un diálogo posible con los periodistas. Un diálogo que puede contribuir a enfrentar mejor los graves problemas que se asoman en el horizonte.
Por último, aquí nadie está hablando de embutes, privilegios y contratos. Lo que la enorme mayoría de los periodistas quiere es una nota. Y ejercer, como ha sido por siglos, la tarea de revisar lo que hacen quienes están en el poder.