Abundan signos en sentido contrario
Como en toda guerra, el daño se mide con el saldo principal del número de muertos. La de Vietnam, que duró 20 años (1955-1975), costó a Estados Unidos 58 mil 220 vidas, pero esta cifra quedó rebasada el martes con 58 mil 365 víctimas del covid-19, acumuladas en tristes dos meses.
En México, la pandemia ha matado a mil 732 en 42 días, contando a partir de las primeras del 18 de marzo (una en el Hospital General de Zona en la Comarca Lagunera y otra en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias), plenamente confirmadas por ese padecimiento (muchas otras, de antes y durante ese tiempo, son imposibles de verificar porque fueron registradas como “neumonías atípicas”). En los últimos 10 días, el promedio de fallecimientos diarios a causa de la epidemia es de 102. La cifra menor fue del domingo reciente: 42, y la mayor ayer, 163.
Los números importan porque nada indica que se esté frenando la curva de crecimiento, que se vuelva “horizontal” (dejaría de ser curva) o, menos aún, de que comience a bajar.
Con base en la tasa de mortalidad que se presentaba en el mundo (2.4-2.6 por ciento), a finales de febrero, el subsecretario Hugo López-Gatell calculó entonces que pudieran ocurrir alrededor de 12 mil 500 decesos, pero el pasado jueves redujo su estimación en alrededor de la mitad: entre seis y ocho mil muertes.
Llama por eso la atención el optimismo de la Secretaría de Salud: este martes, su casi imperceptible titular, Jorge Alcocer, hizo un símil que desconcierta:
“El paciente México está en buenas condiciones, su pulso, el pulso de la salud que van a escuchar hoy nos muestra que no está ni para arriba ni por debajo de su pulso. Está muy bien, no hay arritmias…”.
Semejante percepción reflejan todas las autoridades federales implicadas, comenzando por el Presidente, quien anunció su intención de que el 17 de mayo, en regiones donde no se han presentado casos (más de mil municipios de casi dos mil 500 libres de la pandemia), “desde luego con cuidado, con cercos sanitarios, se logre el regreso a clases y a la normalidad en lo económico, y luego ver otras ramas productivas. Todo con protocolo…”.
La disparidad en la aplicación de directrices oficiales, tanto las recomendadas por López-Gatell como las distintas y hasta opuestas de gobernadores y alcaldes (uso de tapabocas y pruebas, por ejemplo), agravada por las insuficiencias prevalecientes en el sistema público y la inconsciencia de amplias capas de la población que no acatan ninguna, alientan más bien el escepticismo.
Ayer en Italia (27 mil muertes), el responsable de combatirla (Domenico Arcuri) informó que ahora tienen allá el doble de respiradores artificiales de los necesarios y casi el doble de las 5 mil 200 camas de cuidados intensivos, pero expresó su temor de que la reapertura gradual (que comenzará el 4 de mayo) provoque “una segunda ola de infecciones, inclusive más grande que la primera…”