¿Cómo surgió la pandemia?
Los populistas buscan simplificar todos los acontecimientos, ya sean sociales, económicos o políticos. Les quitan cualquier matiz para construir narrativas maniqueas.
Es el caso de las acusaciones que han lanzado el presidente estadunidense Donald Trump y su secretario de Estado, Mike Pompeo, al acusar a China de haber fabricado el coronavirus SARS-CoV-2 en un laboratorio de virología.
Sin embargo, el surgimiento del nuevo coronavirus y su tránsito del murciélago rinolófido al ser humano, vía otro huésped del reino animal –quizá el pangolín–, es una historia más complicada.
En medio de la tragedia, ha sido fascinante seguir las investigaciones que se han publicado sobre el patógeno y sus efectos en el cuerpo. Apenas el lunes de la semana pasada, le conté aquí de los más recientes hallazgos sobre el tema, que han cambiado la manera de ver la enfermedad COVID-19, de una infección respiratoria a una inflamación sistémica.
Pues bien, el domingo se reveló una información que podría cambiar muchas de las concepciones sobre la propagación del coronavirus.
Todo comenzó el 27 de diciembre pasado, en Francia, cuando Amirouche Hammar, un hombre origen argelino, fue admitido en el hospital Jean Verdier, en Bondy, a 20 kilómetros al noreste de París.
El paciente se quejaba de fiebre, dolor de cabeza y una tos seca que expulsaba gotitas de sangre. También presentaba dificultad para respirar.
En ese momento, poco se sabía del COVID-19. Apenas nueve días antes, en Wuhan, China, un repartidor del mercado de mariscos de esa ciudad había acudido a urgencias con un cuadro semejante. El diagnóstico fue una neumonía de origen desconocido. Como empeoró, se enviaron sus muestras a un laboratorio con capacidad de secuenciación, que detectó un coronavirus.
En cuanto a Hammar, éste permaneció dos días hospitalizado hasta que fue dado de alta, no completamente curado, pero suficientemente repuesto. Las pruebas que le realizaron no encontraron nada, a pesar de que los síntomas eran característicos de una infección viral, relató el lunes la reportera Soline Roy, en el diario Le Figaro.
La curiosidad de un grupo de médicos hizo que su caso fuera retomado hace algunas semanas. Por iniciativa de Jean-Ralph Zahar, jefe del departamento de virología y bacteriología del hospital de Avicennes, en Bobigny –la ciudad donde reside Hammar–, se revisaron las muestras de pacientes de neumonía que no tuvieron diagnóstico claro.
El domingo pasado, comenzó a circular un estudio en el sitio del International Journal of Antimicrobial Agents, firmado por ocho investigadores, entre ellos el doctor Zahar.
El título: “El SARS-CoV-2 ya se propagaba en Francia a finales de diciembre de 2019”. El sumario: “Se cree que la epidemia de COVID-19 comenzó en Francia a finales de enero de 2020. Aquí informamos de un paciente admitido en diciembre de 2019 en cuidados intensivos, en nuestro hospital al norte de París, por hemoptisis (tos con sangre) sin diagnóstico etiológico, y respecto de quien se realizó una prueba de RT-PCR a su muestra respiratoria almacenada, la cual dio positivo a infección de COVID-19”.
La muestra, dice el estudio, corresponde a un hombre de 42 años de edad, vendedor de pescado, nacido en Argelia, quien ha vivido en Francia por muchos años. Su último viaje a Argelia fue en agosto de 2019. Uno de sus hijos presentó síndrome gripal antes de que comenzaran sus síntomas. Su historia médica consiste en asma y diabetes tipo 2.
Hammar nunca ha estado en China. Su relación más cercana con Asia son los vendedores de sushi que trabajan a un costado del puesto de pescado que atiende su esposa en un supermercado. Los primeros casos de coronavirus en Francia por contagio local se dieron a mediados de febrero en una estación de esquí cerca de la frontera con Italia.
¿Cómo fue que apareció el coronavirus en los suburbios de París a finales de diciembre, cuando apenas se comenzaba a hablar de neumonías atípicas en China? Hay mucho que investigar.