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SERPIENTES Y ESCALERAS

Los incrédulos

Los que no creen o no les importa, son ellos los que nos tienen en situación de crisis.

La falta de conciencia ciudadana ha colocado a Morelos en un momento crítico: somos el segundo estado a nivel nacional en incremento de contagios por covid-19 y tenemos un acelerado aumento de muertes. El problema ya atrajo la atención del presidente de la república y del gabinete federal de salud; el Gobierno de México intervendrá en la entidad ante la gravedad de la situación, pero aquí seguimos sin hacer caso a las recomendaciones y no nos quedamos en casa.

La prolongación de la cuarentena ha provocado un sinnúmero de quejas por el impacto económico que causa a empresas, comercios, negocios y familias; muy pocos, solo los burócratas, los maestros y algunos empleados más tienen la certeza de recibir el pago completo de sus emolumentos y por eso el aislamiento, aunque incómodo, les permite ahorrar, porque no gastan en transporte ni en alimentos fuera de casa.

Pero para el resto de la población estos meses han sido muy duros, amenazan la salud, pero también golpean la economía, de ahí las peticiones de ayuda que lanzan distintos sectores ante una cuarentena que se sigue alargando por tiempo indefinido.

Imagina, lectora lector querido, lo que esta situación representa para todos aquellos que obligadamente necesitan trabajar para vivir; pensemos en todos los que tienen un negocio, que pagan renta, nómina, servicios, impuestos… y que durante dos meses han visto disminuidas severamente sus ganancias o de plano ya no tienen ingresos. Para ellos los gastos siguen, pero no tienen entradas y se perfilan a la quiebra.

Piensa en Javier, el abogado litigante cuya única fuente de ingresos es su trabajo en los tribunales y estos están cerrados desde hace más de un mes y estarán así por al menos un mes más; a esta altura de la cuarentena Javier ya agotó sus ahorros y no tiene manera de acceder a los créditos que ofrecen las autoridades locales y federales.

Recordemos también a Mago, quien trabajaba en una casa realizando labores domésticas y tuvo que dejar de hacerlo por razones sanitarias, porque sus empleadores decidieron no correr riesgos ni exponerse a un contagio; en el mejor de los casos a Mago le aportan una parte de su sueldo, la mitad quizá, y con ello ha tenido que subsistir y mantener a su familia durante varias semanas.

Por otro lado está José Luis, dueño de un restaurante que hace un par de meses tuvo que limitar el acceso a su negocio y desde hace unas semanas de plano cerró y solo ofrece comida para llevar. O Claudia, propietaria de una pequeña escuela que da cabida a algunas decenas de estudiantes y con esta pandemia dejó de recibir el pago de muchos padres de familia, porque estos a su vez utilizan los recursos que tienen para comprar alimentos y para la supervivencia personal.

No podemos olvidar tampoco a Juan, dedicado al ambulantaje, a Fernando el contador, a Luisa la estilista, a José el chofer de taxi y a muchos personajes más de nuestra sociedad a quienes esta cuarentena los ha golpeado doblemente, porque les infunde miedo de ser contagiados y también terror de perder su patrimonio o no tener manera de sobrevivir.

El punto para reflexionar es uno: la pandemia nos pega a todos, pero no la vivimos igual. Esta situación nos obliga a actuar con más sensibilidad y responsabilidad, a ser más conscientes de la situación y más solidarios con los demás.

Cada uno debe hacer su parte: los gobiernos deben tomar decisiones que contengan el problema, deben llevar a cabo acciones preventivas, tienen que actuar a tiempo en todos los aspectos que impacta la pandemia y sobre todo, tienen que mostrar liderazgo ante la crisis. Los ciudadanos también tenemos que hacer lo que nos toca: quienes pueden, deben quedarse en casa; los que necesitan salir por motivos de subsistencia, lo deben hacer guardando las medidas de sanidad que eviten los contagios. Sí así lo hiciéramos, no estaríamos hoy en la situación que estamos.

El problema es que hay un sector amplio de la sociedad, más de la mitad de la población según los estudios de movilidad, que no se está quedando en casa, que sale a las calles por cualquier motivo y lo hacen sin protegerse a sí mismos y a los demás; en la calle se pueden ver familias completas caminando, de paseo, muchos utilizan cubre bocas porque ya es obligatorio, pero lo traen en el cuello o solo tapando parcialmente la boca, lo cual al final no sirve de nada.

El panorama que tenemos los morelenses es crítico por dos razones: falta liderazgo ante la crisis y falta solidaridad en mucha gente. Lo primero nos serviría para tener un ejemplo al cual seguir, para que alguien asumiera el control de la situación y fijara un rumbo claro, como ha sucedido en otros estados y en varias partes del mundo; un líder marca pauta, provoca empatía y ayuda a que las cosas cambien. Aquí no lo tenemos.

Lo segundo es lamentable: la irresponsabilidad de los que salen a la calle sin importarles contagiar o ser contagiados, en esa actitud se nota su profundo egoísmo y falta de humanidad; no se trata solamente del valemadrismo individual justificado en la incredulidad o la ignorancia, estamos frente a una actitud ingrata, porque quienes actúan así son los portadores del virus, son quienes enferman (primero) a sus familias y multiplican la pandemia.

El efecto de esta situación no solo es sanitario, con más enfermos y muertos (lo cual por si mismo es grave); esta rebeldía afecta todo lo demás, porque al aumentar el número de casos positivos y agravarse la situación, se alarga la cuarentena y se afecta con ello la vida y la economía de todos los demás.

Lo que viene para Morelos con estos elementos es fácilmente identificable: la situación se le está yendo de control al estado, los casos aumentan todos los días de manera exponencial y por ese camino en breve rebasaremos la capacidad de atención médica de nuestros hospitales. A pesar de las acciones tomadas y los insistentes llamados del gobierno, la gente no entiende, no obedece y sigue saliendo a pesar de que afuera no hay lugares abiertos adonde ir.

La federación ha dicho que intervendrá en Morelos ante el acelerado aumento de casos, pero no es claro de qué forma lo hará, ni si ello ayudará a que la situación cambie. Pensemos:

En Morelos desde hace casi dos meses se suspendieron las clases, se ordenó el cierre de centros deportivos, luego se suspendieron las actividades no esenciales y recientemente se clausuraron temporalmente todos los espacios públicos; una a una las autoridades locales replicaron las medidas marcadas por el gobierno de México, las mismas que fueron implementadas con éxito en otras entidades ¿La diferencia? Que en otros lugares la gente sí ha hecho caso.

¿Qué puede hacer la federación en Morelos que no hayan hecho o intentado ya los alcaldes y el gobernador? ¿Qué medidas se tomarían para que la gente deje de salir, deje de reunirse y respete las medidas de sana distancia?

Si la población rebelde (los pendejos, como les dicen ahora) no entiende que está en riesgo su salud y se está afectando la vida y economía de todos, cualquier decisión gubernamental extra no servirá de mucho. En un escenario como el actual lo único que modificaría la actitud de este sector de la población es el miedo personal, enfermarse, sufrir en carne propia el virus y ver como los suyos caen uno a uno.

Terrible, pero cierto: hay gente que no escarmienta en cabeza ajena, que asume su rebeldía como una manera de combatir a la autoridad sin pensar que estas acciones a quienes realmente dañan son a la sociedad en su conjunto. Los gobernantes toman decisiones, actúan, pero al final no pueden hacer nada más allá de lo que la ley les marca. Ellos, además, no son ciudadanos cualquiera, tienen una estructura bajo su mando y elementos que no tenemos los demás; sufren porque cargan la responsabilidad de todos, pero no sufrirán tanto en caso de que se contagien, porque ellos tendrán atención médica inmediata.

La solución a la pandemia no está solo en el gobierno, ni tampoco se resuelve con la entrada de la federación; para superar la crisis que se vive en Morelos obligadamente se requiere la participación de la sociedad.

Entendamos: estamos en la misma tempestad, pero no vamos en el mismo barco.

posdata

Pareciera que en algunos momentos la pandemia del covid-19 ha desatado una nueva lucha entre los mexicanos, una lucha de clases, de ideologías, de pensamientos, de intereses y hasta de creencias.

Muchas cosas buenas nos está dejando esta situación, aunque por el momento no veamos la luz al final del túnel; la ausencia de la gente ha permitido que el mundo reverdezca, que los mares se aclaren, que el aire se limpie y hasta que la capa de ozono se regenere. También nos ha permitido ver la vida desde otra óptica, entender cosas que antes no veíamos, retomar la convivencia que ya no existía y valorar cosas que dábamos por sentadas, como la libertad o la salud.

Pero también ha dejado salir egoísmos y oportunismo, nos muestra que las tragedias no nos unen a todos, que hay personas (como los Bartlett) que lucran con la necesidad de los demás y gente a quien le importa poco o nada la vida de otros.

En esta pandemia también hemos visto la división social, política y económica que promueve el presidente López Obrador; eso no sirve, no ayuda, ni tampoco es del todo real. Los conservadores malvados que históricamente han saqueado al pueblo y, dice AMLO, no tienen ninguna empatía con los pobres, son los primeros que tendieron la mano a la gente: empresas nacionales y extranjeras cambiaron sus líneas de producción para generar insumos que ayuden a prevenir el virus, hacen donaciones económicas o en especie, ayudan a su personal y hasta los malditos bancos prorrogaron los cobros a todos los usuarios.

En contraparte el noble gobierno se niega a ayudar al sector productivo, endurece las medidas fiscales y amenaza con actuar contra quienes no paguen, a pesar de que los negocios estén cerrados. Todavía más: en lugar de canalizar recursos a áreas esenciales, se invierten miles de millones en proyectos sin pies ni cabeza, como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el nuevo aeropuerto; en esta administración toman el dinero del sector productivo para mantener a quienes no trabajan y se mandan recursos a otros países para ayudarlos en sus crisis.

La pandemia nos permite también ver la forma como se está moviendo la sociedad y el país, las transformaciones personales que cada uno tenemos y el rumbo que llevamos como nación en momentos aciagos.

El primer error que comete el presidente en su análisis es pensar que todos los empresarios son ricos. El segundo, que todos los pobres lo son por falta de oportunidades.

Si queremos un México más fuerte con una mejor sociedad, debemos actuar diferente.

nota

Un día después de que todo se consumó, un grupo de magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Morelos dicen que el nombramiento de Rubén Jasso Díaz es ilegal; advierten que impugnarán. Era obvio: tratan de defender el ridículo y patalear luego de que les ganaron la partida.

Carmen Cuevas no solo fue una pésima presidenta, también es una mala persona, pero supo actuar con más inteligencia que sus rivales y hasta el último minuto les ganó.

Rubén Jasso no es como Carmen Cuevas, puede compartir sus intereses y afinidad por el ex gobernador Graco Ramírez (él dice que no), pero definitivamente es un ser humano mejor que la señora.

En política como en las elecciones, el que impugna pierde; en este caso pueden perder los magistrados disidentes, pero en definitiva quien ya perdió es el equipo político del gobernador que se quedó dormido en un momento clave.

post it

Nuestro presidente tiene un pensamiento sumamente extraño: no se preocupa por la vida de los médicos que se exponen luchando contra el coronavirus, pero le inquieta la salud de los delincuentes que están en las cárceles.

Apoya a quienes no trabajan ni hacen nada y para hacerlo les quita el dinero a los que todos los días salen a ganarse el pan.

Está en contra de los ladrones y corruptos que están en todos lados, menos los que desde su gobierno venden al triple los ventiladores para los enfermos.

Qué difícil es entenderlo.

redes sociales

Lo dijo Lilly Téllez:

En campaña: benditas redes sociales.

En el poder: malditas redes sociales.

Comentarios para una columna optimista:

eolopacheco@elregional.com.mx

Twitter: @eolopacheco

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