¿Debemos salir ya?
A pesar de que en Morelos estamos en un momento muy duro de la pandemia, con un registro muy elevado de enfermos y muertos, la gente se nota desesperada por regresar a la normalidad. En los últimos días la movilidad se ha elevado y con ello crece el peligro de que los contagios aumenten. Lo que el futuro depara a nuestro estado es incierto, incluso para nuestras autoridades.
Es absolutamente comprensible que muchas personas estén deseosas de que concluya la cuarentena para poder regresar a su vida habitual; se entiende sobre todo en aquellos cuya estabilidad económica se ha visto seriamente afectada y las provisiones para aguantar la crisis se están agotando o ya se terminaron.
La necesidad de trabajar para tener ingresos para subsistir es natural, pero choca con el interés institucional de preservar la salud y evitar contagios. Poner en sincronía una cosa y la otra, es decir, la salud pública y las finanzas personales no es sencillo, ningún país del mundo lo ha logrado hasta ahora.
Las autoridades de los tres niveles de gobierno sienten la presión de un pueblo al que le urge reactivarse, un sector productivo que reclama poder abrir nuevamente sus puertas y millones de personas que demandan apoyo ante el severísimo golpe que les ha propinado el coronavirus.
Precisamente por ello el gobierno federal se ha apresurado a dar por terminada la Jornada Nacional de Sana Distancia a pesar de que la capital de la república y la mayoría de los estados enfrentan un incremento acelerado de contagios y muertes. La tensión en el equipo del presidente López Obrador se nota en la cara del doctor López-Gatell, quien cada mañana y tarde en las ruedas de prensa trata de capotear los cuestionamientos sobre las cifras, los métodos de medición y las críticas nacionales y extranjeras por un supuesto maquillaje en los números.
El reto que enfrentan las autoridades de todos los gobiernos no es solo la consolidación del sistema de salud para brindar atención oportuna a los enfermos y la lucha diaria para que la ciudadanía se resguarde y con ello cumpla con la medida más importante para frenar el avance del covid.
Lo más duro es la batalla contra la necedad de mucha gente que sigue saliendo a las calles sin ningún tipo de protección, sin respetar ninguna medida sanitaria, que se reúne con amigos y desdeña el peligro que representa el SARS-CoV-2. Es el duelo permanente contra comunidades completas que, como las de Ocotepec y Ahuatepec en Cuernavaca, dicen que se rigen por “usos y costumbres” así mantienen una vida normal y se han convertido en foco de infección para todos.
La aparición del nuevo coronavirus puso en jaque a todo el mundo, colapsó la economía mundial y ha transformado el rostro en el orbe; las autoridades sanitarias globales tienen que enfrentar una pandemia solo comparable con la de la influenza de 1918-1919, con recursos limitados en muchos aspectos y sobre todo con una sociedad que en algunos países, como en México, se rehúsa a creer lo que está viendo.
Esto último da pie a un fenómeno singular que cualquiera puede observar: la sociedad se ha dividido entre aquellos que entienden el problema y actúan en consecuencia, que se protegen, cuidan a los demás y con un enorme esfuerzo han cumplido con las medidas recomendadas para evitar contagios. Y quienes asumen una actitud retadora, de confrontación con la autoridad y de rebeldía.
En medio de la crisis muchos siguen haciendo una vida normal sin ningún tipo de cuidado, se burlan de la situación, presumen que andan por la calle como si nada y consideran que lo que está pasando es una artimaña del gobierno para cambiar política y económicamente las cosas. Esos incrédulos, por cierto, son los que propagan información falsa, rumores y chismes; son quienes no creen en la existencia del covid-19, pero si que a las personas les están quitando el líquido de las rodillas para venderlo.
A esa altura de la situación, después de dos meses de confinamiento y suspensión casi general de las actividades productivas, la situación personal de la mayoría de las familias es compleja, no solo en el terreno económico. La violencia familiar y de género se ha disparado (aunque el presidente López Obrador lo niegue y diga que “nos estamos reconociendo”) y el malestar anímico de los mexicanos aumenta, principalmente en los jóvenes.
Económicamente el panorama es desgarrador: en las calles aumentan las personas que piden ayuda económica, mientras en iglesias y organismos ciudadanos se multiplican quienes acuden en busca de alimento; los comerciantes por su lado amenazan con abrir sus negocios aún sin permiso, porque ya no tienen dinero para seguir viviendo.
Ahí se entiende la urgencia del gobierno (en sus tres niveles) de reactivar la economía a pesar del enorme riesgo que conlleva hacerlo en medio de la pandemia; por un lado están los muertos y los enfermos que a nivel nacional se cuentan por miles y en el caso de Morelos representan un fenómeno crítico: el 60 por ciento de quienes son hospitalizados por covid mueren, lo mismo que el 80 por ciento de los intubados. Por otro la desaceleración económica que ya se convirtió en una recesión, que dejará sin empleo a miles de personas y ocasionará el cierre definitivo de cientos de empresas y negocios.
La petición de ayuda al gobierno se entiende en toda su expresión, pero siendo realistas es difícil que esa pueda ayudar a todos los afectados. A nivel nacional el presidente López Obrador se niega a tomar una decisión como las que se han tomado en otros países, rehúsa brindar apoyo al sector productivo porque considera que primero están los pobres y por ello el dinero se entrega directamente a la gente.
No vamos a endeudar al país, afirma el presidente, sin considerar que su política asistencialista implica el endeudamiento de las personas; quienes tendrán que recurrir a diversos tipos de crédito para afrontar la difícil situación que viviremos después del coronavirus son los ciudadanos.
Por eso los gobiernos estatales y municipales tienen un cortísimo margen de operación, porque no habrá ayuda federal para atender la pandemia de covid, porque no se otorgarán recursos extraordinarios para solventar la crisis y no se autorizan medidas fiscales para ayudar a las personas y a los gobiernos. Si no eres adulto mayor o Nini, el dinero federal no te va a llegar.
La pregunta entonces es ¿Debemos salir ya? ¿Debemos hacerlo por la crisis económica a pesar de que estemos en un momento sumamente peligroso de la pandemia?
Mucha gente acusa a las autoridades, critica su trabajo, sus acciones, el aparente ocultamiento de las cifras y, en el caso de Morelos, hasta los culpan de la elevada tasa de mortalidad. Y tiene razón: los gobiernos son responsables del buen funcionamiento de las cosas, de proveer de los recursos indispensables para que las instituciones y de generar políticas públicas para atender este tipo de situaciones.
Pero lo que no podemos dejar de ver es que las autoridades tienen un límite de acción y en este caso, lo marca la orden federal de no endurecer las acciones para frenar la movilidad o impedir la libre reunión, para frenar los contagios y así salir más rápido de la cuarentena. Lo ha dicho el doctor López-Gatell aplanaremos la curva sin imposiciones, con información, con el diálogo, apelando al buen entendimiento de las personas. Nada por la fuerza.
Y así es como en Morelos y en otras partes del país la gente sigue saliendo y haciendo fiestas, porque saben que no pasará nada; a ellos se debe la elevada tasa de contagios y el alargamiento de la cuarentena. La tasa de mortalidad en los hospitales, por cierto, tiene que ver con aspectos de comorbilidad y condición de salud de los pacientes, no con la capacidad técnica de los hospitales o la habilidad de los médicos; en México la obesidad es el factor principal de muerte por covid-19.
Lo que viene para Morelos las próximas semanas va a ser duro para todos: aumentarán los contagios y las muertes, se complicará aún más la situación económica y por lo mismo se elevará la delincuencia; si no mejora el panorama covid, no se podrán reanudar las actividades y la gente se desesperará aún más. Estamos en un callejón sin salida porque dependemos de los necios que no hacen caso.
Los gobiernos no podrán retener por mucho tiempo más a la gente en sus casas; el cansancio, la necesidad y el enojo va a hacer que muchos comiencen a salir de nuevo y ahí podríamos ver algo mucho peor que lo visto hasta ahora.
Al final la decisión recae en cada uno de nosotros ¿Debemos salir ya?
posdata
El reporte de covid del jueves nos dio un respiro, aunque de ninguna manera se puede considerar una buena noticia: 38 casos positivos nuevos (van 1 mil 184) y solo (¡solo!) 6 defunciones (van 215 muertos).
Un respiro digo, porque el miércoles hubo 24 defunciones y 13 casos nuevos; y el martes 31 defunciones y nueve casos positivos. La semana inició con 1 mil 114 casos confirmados de covid-19 y 154 defunciones.
Veámoslo más allá de los números: en cuatro días en Morelos 61 familias han perdido a un familiar y 70 sufren por el contagio de uno de los suyos. El dolor es enorme para todos: unos porque pierden a un ser querido y no pueden despedirse de él como se acostumbra, porque el protocolo sanitario no lo permite; otros porque saben del enorme riesgo que corre una persona infectada, sobre todo si ingresa al hospital: el 65 por ciento de los hospitalizados mueren, lo mismo que el 80 por ciento de quienes son intubados.
El tema es realmente grave y doloroso. Aún así a muchos no les importa.
nota
En el plan de reactivación económica del país, cada estado deberá rascarse con sus manos, porque la federación ya dijo que no habrá dinero extra para las entidades.
Mantener vivos los negocios y generar nuevas fuentes de empleo es sustantivo para que, en el caso de Morelos, la sociedad no se vaya a la deriva y a la crisis de salud se sume una crisis de hambre y violencia.
Aquí toma relevancia el proyecto de la mina de Tetlama: es respetuoso del medio ambiente, operativamente sustentable, con una inversión de 10 mil millones de pesos y una vida útil de 10 años; el plan de Esperanza Silver es el impulso que requiere el estado para reactivar su economía.
Veámoslo desde otro ángulo: más del 80 por ciento de los empleos serían para la gente del estado, lo mismo que todas las compras que realicen.
Hace muchos (muchos) años que Morelos no tiene un proyecto de este tamaño; si se garantiza el respeto a la salud de los pobladores, al ecosistema y apoya la economía local, lo correcto es apostar por su pronto funcionamiento.
¿Se han dado cuenta en el gobierno de Cuauhtémoc Blanco y en el de la alcaldesa de Temixco de la oportunidad que tienen en sus manos?
post it
Mientras la mayoría de los ciudadanos nos cuidamos de no contagiarnos de coronavirus y muchos permanecemos en casa para no contribuir a la propagación de la pandemia, otros siguen delinquiendo, generando violencia y peleando el territorio.
Lo de ayer por la tarde en una casa del fraccionamiento Las Brisas nos muestra que no todo se ha detenido a causa del covid-19; la violencia sigue ahí, presente, muy fuerte, mostrando que no se amedrenta por el virus.
La información sobre los hechos de Temixco era escueta al momento de escribir estas líneas: se confirmaba la muerte de 5 personas (3 hombres y dos mujeres) se decía que un comando con pasamontañas fuertemente armado llegó, entró y acribilló a quienes estaban dentro de la vivienda.
La versión de que una de las víctimas era el líder del cártel de Los Colombianos, apodado El Señorón, corrió como pólvora, sobre todo cuando se supo que el fiscal general Uriel Carmona acudió al lugar de los hechos. Nada fue confirmado de manera oficial.
Los hechos de Las Brisas ocurrieron dos días después de que se difundió en redes sociales un video de presuntos integrantes de La Familia Michoacana; en él advertían que matarían a miembros de grupos rivales, incluyendo a El Señorón.
El problema del SARS-CoV-2 es delicado y nos tiene a todos pendientes de su evolución. La incidencia delictiva es muy grave, aunque momentáneamente no le demos tana importancia.
redes sociales
Discutir por cuestiones políticas en las redes sociales es como con luchar en el lodo con un cerdo: después de un par de horas te das cuenta de que al cerdo le gusta.
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