Día 61: Sheinbaum y la urgente pedagogía
La jefa de gobierno de Ciudad de México presentó el plan para los próximos meses en la capital del país que junto con los municipios del Estado de México se han convertido en el epicentro mexicano de la pandemia. Por el tamaño de la megalópolis, su importancia económica, el tránsito de personas y bienes difícilmente podría ser de otra manera.
Es un plan serio, claro, que depende de datos verificables. Y fue presentado con la seriedad que algo así requiere. Es un plan, sin embargo, que anuncia semanas y meses difíciles. Y es un plan al que le urge una nueva pedagogía o nuevas estrategias para que se entienda que sin nuevos comportamientos ciudadanos los semáforos no cambiarán.
La nota en portales y diarios ayer fue la extensión del confinamiento hasta el 15 de junio, pero me parece que lo más importante no estaba en esa proyección —porque eso es: una proyección— sino en el semáforo y las condiciones de cada color en el mismo.
Para pasar de rojo (en el que estamos ahora) a naranja, necesitamos tener 65 por ciento o menos de ocupación hospitalaria y haber acumulado dos semanas a la baja en las tasas de ocupación. Y de naranja a amarillo 50 por ciento de ocupación y dos semanas más a la baja. Por cierto, ningún color se parece en nada a lo que imaginamos como normalidad, pero no hay de otra.
Para que quede claro: el cambio de semáforo depende de la tasa de infección y por lo tanto de nosotros y qué tanto respetemos las instrucciones. Y eso es preocupante, porque si seguimos como vamos nos quedaremos en rojo mucho tiempo.
Está en redes y está en los chats de amigos y colegas: el gimnasio de la esquina ya abrió, la barbería del barrio ya está atendiendo, el fin de semana los vecinos hicieron súper fiesta, la fonda que nos gusta ya está atendiendo con menos mesas…Y sí, se ve más tráfico en las calles y…así no se podrá.
Entiendo la idea de no forzar a nadie a cumplir las medidas. Entiendo la necesidad económica y el cansancio mental que significan dos meses de confinamiento.
Pero entonces Claudia Sheinbaum necesita reinventar su estrategia de comunicación para que quede claro que, si no hacemos lo indicado, difícilmente nos moveremos de los peores colores de su semáforo en meses.
@puigcarlos