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ESTRICTAMENTE PERSONAL

Hoy somos más infelices

Una de las grandes discusiones en la arena pública mexicana hoy en día, es la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de crear un índice que deje de tener al crecimiento como única medida que registre el desarrollo, e incorpore el bienestar y un nuevo parámetro, “la felicidad del pueblo”. De manera subjetiva, argumentando que es lo que recogía en sus permanentes giras finsemanarias por el país, no se cansaba de repetir el año pasado que con su llegada al poder y la transformación en la que se había embarcado, el pueblo mexicano estaba “feliz, feliz, feliz”. La realidad, otra vez la realidad que hace tiempo se le desalineó, apunta en otra dirección.

De hecho, como revela una encuesta telefónica de El Financiero, publicada ayer, el pueblo está menos feliz. La caída en la felicidad desde que inició la pandemia de la covid-19 fue de 11 puntos porcentuales, que equivalen a poco más de cinco millones de personas a quienes se les fue la alegría. En marzo, en el punto más alto de la joven administración, el 57% de los encuestados declaraba estar “muy feliz”, y en abril ya sólo era el 46%. El estrato social donde la infelicidad subió fue en el de bajo y medio ingreso, donde el 65% de ellos perdió la alegría en mayo.

Ese grupo social ha sido el más afectado por el confinamiento y el freno a las actividades productivas, pero también es al que más recursos le ha inyectado, de manera directa, López Obrador. ¿Qué está pasando? Por un lado, las palabras del Presidente han dejado de ser verosímiles en algunos temas, como lo mostró una reciente encuesta de De Las Heras Demotecnia, donde a la pregunta de si estaba de acuerdo con la declaración de que “el pueblo de México estaba feliz, feliz, feliz”, el 67 de la muestra dijo que no, y sólo el 24% respondió creerle. La otra no es únicamente que esos estratos comen del trabajo diario y están pasándola dura, pese a los programas sociales, sino que se viene arrastrando un déficit en el bienestar de los grupos de menor ingreso desde el año pasado.

El Índice de Progreso Social, publicado desde 2012 por la organización no gubernamental Social Progress Imperative, inspirada por el profesor de Harvard, Michael Porter, una de las luminarias de la institución, y el profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Scott Stern, que se basó en la obra del Premio Nobel de Economía, Amartya Sen, comprobó en su última edición de 2019 que el gobierno del presidente López Obrador ha estado lejos de cumplir sus promesas de campaña y generar bienestar para los mexicanos más necesitados. De hecho, si se le compara con la medición que se hizo al gobierno del expresidente Enrique Peña Nieto, en 2017, está peor en los resultados obtenidos.

El Índice mide lo que le importa a una sociedad, como la salud, las libertades civiles y la infraestructura, mediante un conjunto de variables que calculan la calidad de vida y el bienestar del pueblo, en tres grandes dimensiones: necesidades humanas básicas, las fundaciones del bienestar, y las oportunidades. En el análisis comparativo, el gobierno de la 4T de López Obrador tuvo un retroceso frente al gobierno priista de Peña Nieto. En 2019, la puntuación alcanzada fue de 71.51, lo que colocó a México en el lugar 55 de 149 países. En 2017, el porcentaje fue de 71.93, y México figuraba en el sitio 48.

Durante el primer año de gobierno de López Obrador, de 48 variables sólo logró una calificación superior en tres rubros, el del número de universidades de calidad global (donde ocupa el lugar 18), la aceptación de lesbianas y homosexuales (donde está en el 29), y la accesibilidad al gobierno en línea (que lo sitúa en el lugar 17). Paradójicamente, ninguna de las tres es atribuible a él. López Obrador quiere acabar con las universidades que existían antes de su llegada al poder, para instaurar un sistema educativo con sus universidades “Benito Juárez”. Es socialmente un conservador, donde temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el feminismo, o los derechos para lesbianas y homosexuales, están muy distantes a sus creencias. El acceso al gobierno en línea es una herencia del gobierno de Peña Nieto, y la opacidad con la que se está manejando en la actualidad, podría hacerlo perder puntos en el próximo futuro.

Las variables donde obtiene las peores calificaciones son los homicidios dolosos (en el lugar 137, a 12 del fondo de la lista), la seguridad (en el 122), y los asesinatos políticos y la tortura (109). Es cierto que los números en incidencia delictiva son una herencia del gobierno de Peña Nieto, pero la tendencia de esos crímenes han tenido una alza sostenida en los indicadores del gobierno federal.

En corrupción, que afirma el Presidente se ha erradicado, está en el lugar 117 del Índice, así como en el acceso a servicios médicos de calidad, que se encuentra en el lugar 99 –que no ha podido mejorar–, y en el acceso a servicios esenciales, que está en el 76 –básicamente infraestructura–, que se han recortado por sus políticas de austeridad.

Visto desde cualquier ángulo y bajo toda perspectiva, lo que reflejan los datos y las encuestas, es que ni las palabras del Presidente son ciertas, ni el bienestar prometido lo ha cumplido. La realidad y las percepciones tienen a Andrés Manuel López Obrador en un rincón, pero no se aprecian claramente por la forma como ocupa diariamente todos los espacios de la arena pública. La propaganda acompañada de la desinformación le ayudan a mantener la narrativa, pero como muestra la encuesta en El Financiero, la retórica ya no le está alcanzando.

Ámbito: 
Nacional