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VIDA POLÍTICA

LAS FALLIDAS CLASES VIRTUALES EN MORELOS, EXHIBEN LA MEDIOCRIDAD DE LUIS ARTURO CORNEJO Y ELEACIN SALGADO DE LA PAZ…

La estadística oficial en México, establece que un 60 por ciento de las familias carece de una computadora, tableta electrónica e internet porque quien aporta el gasto gana entre 1.5 a dos salarios mínimos por día, mientras que el gasto para adquirir los artículos de la canasta básica se requiere de –cuando menos- tener una ganancia cotidiana de 500 pesos.

A lo anterior, aunamos que Morelos es un estado considerado con un mayor número de familias en pobreza o pobreza extrema, además de que los alimentos suelen tener un precio de un 20 por ciento mayor al de la Ciudad de México.

Basados también en los servicios que presta el Estado hacia los ciudadanos son cada vez mayores y especialmente el proporcionado por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), solo tres de cada 10 estudiantes lograron asistir virtualmente a sus aulas.

Un dato más, el salario de los profesores en el salón de clases varía entre los siete mil 500 a nueve mil pesos mensuales, situación que les impide adquirir un equipo de cómputo.

De ahí que las clases virtuales o a distancia desde el nivel inicial al superior hayan sido un fracaso, tanto así que –por ejemplo-. La Universidad Autónoma del Estado, analiza una propuesta sobre la presencia física de sus estudiantes en las aulas, solo para aquellos que carezcan de la herramienta electrónica.

Sin duda, la llegada del Covid-19 tomó desprevenidas a todas las autoridades del país, sobre todo un virus desconocido a nivel mundial que hoy los científicos buscan una fórmula de prevención y ataque.

El coronavirus lo mismo provoca los decesos de personas millonarias como a las personas que no tiene ni dónde ser sepultado, al sabio como al ignorante y al humano como al superficial.

Para el caso de Morelos, la epidemia hizo que sin tomar en cuenta la realidad de un pueblo pobre, la autoridad educativa, asumiera un contexto en la instrucción del aprendizaje público equivocado, que perjudica al alumno, al padre de familia y al profesor.

La triste realidad es que también no fue y ha sido analizado el factor de que dentro de los hogares morelenses trabaja el padre y la madre, ambos para poder lograr obtener los productos de la canasta básica.

Sin embargo, dentro del sector productivo únicamente un 10 por ciento de los empleados cuenta con un salario seguro y sus debidas prestaciones sociales, el resto debe salir a conseguir “para los frijoles” como coloquialmente suele decirse al nivel pueblo-pueblo.

La falta de espacios laborales en estado, incluso para los egresados universitarios y con posgrado, es abundante y un 70 por ciento de los habitantes de la Población Económicamente Activa (PEA) carecen de un salario fijo.

En estos momentos de contingencia sanitaria el no tener un programa económico con tendencia de desarrollo social también deja resultados negativos, con la pérdida de plazas laborales y al iniciar el cierre definitivo de micro, pequeñas y medianas empresas que suelen contratar a más de 10 mil personas en todo el territorio morelense.

Todo eso pega en el sector educativo de la entidad, situación que deja en evidencia la falta de visión sobre quienes manejan la Secretaría de Educación y el Instituto de la Educación Básica para el Estado de Morelos, en donde todo suele manejarse con ocurrencias por parte de sus titulares: Luis Arturo Cornejo Alatorre y Eleacín Salgado de la Paz, respectivamente.

El primero en mención todavía vive en los años del populismo, del viejo discurso y los años ya se notan en su forma de pretender el manejo de la oficina a su cargo, sin visión de generar una sinergia entre gobierno con instituciones educativas y la empresa privada.

Es decir, las universidades públicas y privadas ya no deben de generar profesionistas que van directo a incrementar la tasa del desempleo, porque no tienen idea de cómo elaborar un programa operativo de apoyo con la cúpula patronal.

Lo mismo pasa en el nivel básico (inicial, primaria y, secundaria), porque el titular del IEBEM, Eleacín Salgado de la Paz, actúa más por carácter que por conocimiento del área.

Las voces del pueblo que incluyen a los profesores en aula, les gritan a ambos servidores públicos abrir sus oídos, escucharlos e iniciar programas para no solo salvar un ciclo escolar, sino transitar en la nueva modalidad que tendrá el estado en medio de una epidemia sanitaria todavía sin prevención ni cura.

La estrategia de las clases a distancia o virtuales ha dado resultados en los países europeos y los asiáticos, pero en un país en pobreza como lo es México y, especialmente, Morelos debe replantearse la forma de cómo proporcionar el conocimiento hacia los estudiantes.

El tema es muy amplio y sobre todo las autoridades deben iniciar el análisis rápido de cómo concluir un ciclo escolar atorado, que sea con la participación de los profesores y padres de familia.

Ya no es el momento de sacar fórmulas con varitas mágicas de genios llegados de otros lugares, que desconocen el territorio y la idiosincrasia de los más de 400 pueblos de Morelos.

Es tiempo que Luis Arturo Cornejo Alatorre y Eleacín Salgado de la Paz asuman su responsabilidad como servidores públicos, porque los días pasan demasiado rápido y, prácticamente, ya está encima el otro ciclo escolar.

Son demasiados los pendientes que ambos personajes tienen en su agenda laboral para resolverlos antes del cuarto para las 12, de lo contrario el perjuicio será para cerca de 500 mil alumnos del estado.

Los trabajadores de la educación también están en la espera de respuestas congruentes, no de dádivas ni de formulismos hechos para sacar como sea al buey de la barranca.

Los padres de familia también dentro de su confinamiento mantienen su queja contra las autoridades educativas del estado, porque no existen para ellos y siguen sin escucharlos.

Por lo pronto, nadie puede negar que el sistema educativo en Morelos está perdido, sin rumbo y tratan de hacerlo caminar con base a ocurrencias, no con sustento para que llegue a todos los menores y jóvenes con calidad. Aún hay tiempo y es corto, pero aprovechable.

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