Epidemiología marca ACME
Lo confieso, cada vez que escucho al subsecretario Hugo López-Gatell hablar del acmé de la pandemia del covid-19 –como lo hizo el 16 de abril, el 20 de abril y el 5 de mayo, entre otras fechas–, me viene el recuerdo de las desventuras del coyote, que, por más esfuerzos que hace, jamás logra atrapar al rápido, escurridizo y burlón correcaminos.
Me refiero, por supuesto, a la serie de dibujos animados creada en 1949 por el animador Chuck Jones para la Warner Brothers.
Bip, bip.
Incapaz de alcanzar la velocidad de su presa, el coyote compra por catálogo una serie de artilugios –patines impulsados por cohetes, imanes gigantes, pelotas de tenis explosivas, etcétera– para tratar de atraparla. Pero todos fallan y el pobre coyote termina atropellado por un camión, aplastado por una gran roca o lanzado al fondo de un barranco.
No obstante, el coyote no desiste –el hambre puede ser una gran motivadora del espíritu—y siempre vuelve a recurrir a su surtidor de soluciones, la corporación ACME, que le envía hasta la mitad del desierto enormes cajones con extravagantes inventos.
El nombre de la compañía ficticia deriva de la palabra griega akμń (acmé), cuyo significado es “apogeo” o “el punto más alto al que se puede llegar”. Su uso en esa y otras caricaturas de la serie Looney Tunes resultaba de la ironía de que los productos de ACME siempre fallaban.
Igual que le sucede al coyote de los dibujos animados, López-Gatell jamás consigue su objetivo. A finales de abril, estableció que el acmé de la curva epidemiológica sería el 8 de mayo, fecha que luego cambió por el 6 de mayo para luego volver al día 8.
En los siguientes días, haciendo malabares con las cifras, combinaba su aseveración de que la estrategia sanitaria del gobierno federal había logrado “aplanar la curva” con su advertencia de que aún estábamos en la fase de mayores contagios.
No ha sido una sorpresa que la gente termine completamente confundida sobre qué hacer.
Pese a que ha transcurrido prácticamente un mes de aquel acmé, el subsecretario afirmó, el pasado martes por la noche, que “la epidemia de covid está en su máximo nivel de intensidad”.
Luego, para volver más complicadas las cosas, agregó que aunque la tendencia de los contagios es hacia la disminución, su velocidad no es totalmente clara y eso explica que la cantidad de casos supere lo originalmente proyectado para la fase de descenso.
Se entiende, desde luego, que una estimación tenga un margen de error. Pero ¿un margen de error de un mes en una epidemia que apareció en México hace menos de cien días?
A López-Gatell le da por culpar a los medios, las redes sociales y los grupos de WhatsApp por la inexactitud de sus cálculos y la contradicción de sus cifras, cuando lleva meses cambiando sus versiones y justificando los cambios.
De niño llegué a desear que el coyote alcanzara alguna vez al correcaminos gracias a alguno de los geniales artilugios de ACME. Hoy siento lo mismo por López-Gatell y sus proyecciones sobre el coronavirus.
Ojalá que ya le atine, pienso, y que por fin podamos salir con cierta confianza a las calles sin temer que la enfermedad nos tome desprevenidos.
Pero como el conocimiento de la dimensión real del problema no está en la mente del subsecretario, me temo que la famosa luz al final del túnel sea como la de la locomotora en la que invariablemente termina estrellándose el coyote.
BUSCAPIÉS
Al cerrar la sesión virtual de la Comisión Permanente, la presidenta de la Mesa, Mónica Fernández Balboa, sorprendió al anunciar la desaparición de los grupos parlamentarios del PRD y PES. Me dicen que así se lo exigieron los “duros” del grupo parlamentario de Morena. Sin embargo, doña Mónica provocó con eso que Ricardo Monreal, líder de la bancada de Morena, faltara a su palabra empeñada. ¿Será que de la Junta de Coordinación Política saldrá la señal de reponer los grupos parlamentarios?