AMLO le pone nombre a sus enemigos
Sería para doblarse de la risa que AMLO haya presentado en Palacio Nacional un documento anónimo con un título inspirado en la Sonora Santanera, salvo que es el Presidente de la República y ayer le puso nombre y apellido a sus enemigos.
Quiere, también, curarse en salud ante un posible bloque opositor que es exigido por un amplio sector de la ciudadanía para frenar la destrucción del país, que está en curso.
López Obrador está fuera de sí porque el cargo le quedó enorme, el país se le deshace entre las manos con millones de nuevos pobres, millones de nuevos desempleados, violencia desbordada y decenas de miles de muertos por su error de minimizar un virus que “ni a influenza llega”.
Ayer señaló a los que considera enemigos.
De ahí a la represión hacia los señalados no hay distancia: es cuestión de esperar.
El documento es igual a los complots que Chávez y Maduro inventaron de manera sistemática para justificar las agresiones subsecuentes.
Dicho con crudeza, es un llamado a sus sectores más fanáticos a que nos rompan la madre, como son capaces y lo han demostrado en días recientes en Guadalajara y en Polanco.
El documento menciona como Promotores y Actores de BOA a los comunicadores: “Carlos Loret de Mola, Brozo, Ciro Gómez Leyva, Pablo Hiriart, León Krauze y Denise Dresser”.
Y en el siguiente párrafo vienen cinco distinguidos intelectuales.
Aclaro, porque el que calla otorga:
A Brozo no tengo el gusto de conocerlo, Denise Dresser me tiene bloqueado en Twitter, con León Krauze nos encontramos una vez hace siete u ocho años, y con Loret y Ciro tengo una relación esporádica y afectuosa desde hace largo tiempo, producto del oficio que ejercemos.
Todo es mentira.
¿Cómo se le ocurre al Presidente darle crédito y presentar a la nación un escrito de ese calibre, que no firma nadie?
Dijo que “me llegaron los documentos aquí a Palacio, seguramente (lo trajo) un simpatizante nuestro que hasta debe trabajar con ellos”?
No señor: lo dio a conocer porque lo redactó su equipo.
Están temblando ante el fracaso, por el daño que le han causado a México y el tsunami electoral que les viene de regreso.
Un buen amigo me escribió un mensaje que dice: “qué bárbaros, cómo embarcan al Presidente”.
Ya con ese argumento. Al Presidente no lo engañan, como muchos hemos supuesto erróneamente en distintas ocasiones.
En estos días nos comprobó que él es el capitán del equipo radical que promueve una revolución, el linchamiento de críticos a través de sus caricaturistas orgánicos, y de la red de bots para ofender a los que opinan diferente a él.
¿No vieron el video donde pide a sus colaboradores mandar a Palenque, es decir a la chingada, a “los conservadores”?
Pero “hay que hacerlo suavecito, así, hablando despacito”, dijo el Presidente con una sonrisa burlona que arrancó la carcajada de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, sentada en primera fila.
¿Leyeron la entrevista que reseñó Epigmenio Ibarra en Milenio, en la que dice que el objetivo de su transformación pasa por una revolución?
¿Se enteraron que el fin de semana en un discurso le dijo a la nación que se estaba con él o contra él?
En medio de la tormenta sanitaria, laboral y económica que padece México, el Presidente divide en lugar de unir.
López Obrador nos enseñó que no rectifica, ni lo hará.
El fin de semana sus huestes atacaron físicamente la Casa de Gobierno de un mandatario estatal opositor.
Apedrearon coches estacionados en Polanco.
Rompieron cristales y fachadas de edificios particulares.
Pintarrajearon casas con leyendas de odio hacia “los ricos”.
Ayer inventaron un documento para señalar con todas sus letras a los “enemigos”, justificar el acoso, la agresión física, ponerle una cruz en la frente a los opositores “al cambio”.
Y para abortar una posible, y deseable, formación de un frente de partidos políticos de oposición que el próximo año frene sus atropellos y en 2022 los saque de Palacio Nacional por la misma vía que llegaron: la democrática.