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SIN RODEOS

Pregunta para algunos intelectuales

Se llama intelectual a “la persona dedicada al estudio y reflexión crítica sobre las ciencias, las letras y la realidad, que comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad —y responsabilidad— ante la opinión pública”.

Derivado de la importancia de estos personajes (porque sus palabras afectan a la sociedad para bien o para mal, según la orienten o confundan, la dignifiquen o degraden) sería tan obligado como benéfico que aquellos a quienes a continuación aludo despejen la siguiente incógnita:

¿Por qué algunos intelectuales mexicanos que critican, con justificación y dureza, el comportamiento del presidente López Obrador, señalando inequívoca y puntualmente uno a uno sus abusos, transgresiones a la ley, caprichos costosos, opacidades, despilfarros, mentiras y majaderías, simultáneamente se toman la licencia de concluir, con frecuencia, que, no obstante los merecidos reproches, “es un hombre de bien”, “es una persona honesta”?

Esos pronunciamientos —repito, de algunos de ellos— son contradictorios, lo que resulta especialmente grave en intelectuales, pues si sus críticas al gobernante llevan a tenerlo, por lógica elemental, como un facineroso que atropella leyes, instituciones y derechos, con insolencia e impunidad sin límites, nada justifica la gratuita calificación que coloca finalmente al nefasto como virtuoso.

Es explicable que el envilecimiento de la cultura popular considere como sinónimos, en amplios sectores, la carencia de bienes materiales y la honestidad, pero tal deformación ideológica y conceptual es inadmisible en mentes ilustradas, sobre todo porque además de la aberración que entraña, contribuye a seguir corrompiendo la vida nacional.

Ser pobre o rico no define la calidad moral de los individuos; se requiere saber y determinar con verdad la causa de la pobreza, así como el origen y el uso de la riqueza, para emitir auténticos juicios de valor. El culto a la pobreza y el culto a la riqueza son las dos caras de un mismo pecado social que consiste en la imbecilidad y ligereza con la que se juzga a personas, hechos y realidades.

Tan nefando es un culto como el otro, porque ambos contribuyen a la interminable y sangrienta lucha social entre “abusados y abusadores”, “víctimas y victimarios”, “buenos y malos”.

Elevar a virtud la pobreza o la riqueza es condenar a la población a vivir y morir del atropello de todos contra todos; no valorar el trabajo y la inteligencia; aumentar el número de parias para beneficio de explotadores; generar más resentimientos, odios y discriminaciones; y es mantener a la escoria (con o sin cargos públicos) disponiendo de México como botín.

La degeneración de los pueblos empieza por su lenguaje, y eso mejor que nadie lo saben los intelectuales.

Ámbito: 
Nacional