AMLO pone en riesgo el patrimonio
Hace 14,700 años una erupción del Popocatépetl provocó un gran desplazamiento de animales hacia la ribera del lago Xaltocan, al norte de la cuenca de México, donde la caída de ceniza era más ligera.
En ese sitio de abundante vegetación, mamuts, camélidos, caballos y bisontes se dieron una especie de festín. Hallaron un cómodo lugar para vivir. Aquella ribera iba a convertirse en uno de los cementerios de mamuts más importantes de México.
No tardaron en llegar también los humanos. En Tultepec, manadas de cazadores-recolectores crearon las primeras trampas para mamut. Según los arqueólogos del INAH que las descubrieron a principios del año pasado, 20 o 30 cazadores azuzaban a estos animales con antorchas y ramas, lograban separar a alguno del resto de la manada, y luego lo encaminaban hacia las trampas: fosas cavadas en la tierra, con paredes de 1.70 de profundidad y unos 25 metros de diámetro.
Ahí, los animales eran rematados y destazados. Hasta el momento, el INAH reporta el hallazgo de 14 mamuts.
A pocos kilómetros de Tultepec, en el terreno en que hoy se construye el aeropuerto de Santa Lucía, trabajadores informaron del hallazgo de un gran conjunto de osamentas, esos huesos que hace 700 años hicieron pensar a los mexicas que el mundo había estado habitado por gigantes. El INAH inició los trabajos de salvamento. Los arqueólogos no podían creer lo que estaban viendo, un inmenso cementerio de mamuts que probablemente habían muerto empantanados en la orilla del lago, aunque algunas osamentas mostraban también huellas de destazamiento. Finalmente aparecieron 80 ejemplares, hembras, machos, crías, que hace 15 o 20 mil años formaron parte del paisaje pleistocénico.
El arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Antropología del INAH, considera Santa Lucía “un yacimiento único, formidable”, que podría alumbrar sobre el Pleistoceno y periodos posteriores, y en el que han aparecido incluso 15 entierros humanos, muestra de una migración que ocurrió miles de años más tarde, tras el colapso de Teotihuacan.
Con el desecamiento de los lagos, la zona quedó convertida en un llano terregoso que era en realidad un depósito de información. Investigadores de algunas de las principales universidades del mundo entraron en contacto con el INAH. “El hallazgo abre una infinita posibilidad de conocimientos, sobre las dietas y las enfermedades de este tipo de fauna; sobre el medio ambiente que las acompañó, y sobre las tradiciones cerámicas y funerarias, sobre las herramientas empleadas por quienes poblaron la zona”, agrega el doctor Sánchez Nava.
Se trata de una investigación fascinante. Pero probablemente se verá afectada por el decreto firmado por el presidente López Obrador, mediante el cual se aplica una reducción de 75% del presupuesto operativo de una de las instituciones más queridas de México.
El recorte sorprende al INAH entregado a proyectos cruciales para el país: custodiando 194 zonas arqueológicas abiertas al público, haciendo investigaciones en otras 58 mil, restaurando bienes culturales que resultaron dañados durante el sismo de 2017, buscando la manera de proteger el patrimonio histórico y arqueológico que se halla en la zona por donde pasará el tren maya.
Avanzando en el Proyecto Templo Mayor, donde los investigadores creen haber encontrado la tumba de Ahuízotl, y preparando una ronda de actividades (exposiciones, publicaciones) por los 500 años de la Conquista y los 200 de México como nación independiente. Entregado, además, a sus tareas de difusión y docencia.
De manera histórica, el presupuesto del INAH ha quedado por debajo, muy debajo de sus obligaciones. Cada año es necesario hacerle ampliaciones de presupuesto. El año pasado se le asignaron tres mil millones cuando necesitaba en realidad cinco mil. El dinero autogenerado, que en 2019 fue de 800 millones, este año caerá probablemente a la mitad.
El hachazo presidencial dejará a los investigadores sin gasolina, sin alimentación, sin pasajes, ni hospedajes. Innumerables trabajos quedarán suspendidos, como la remodelación de la parte alta del Museo de Antropología. No habrá dinero para vigilancia, limpieza, jardinería, ni siquiera para papelería. Tampoco para pagar la membresía de la Asociación Nacional de Universidades, por lo que seis de las siete licenciaturas que existen en la ENAH no serán certificadas. Pero el recorte golpeará sobre todo a trabajadores que prestan servicios generales: la mayor parte ha quedado en riesgo de ser despedida.
Hace unos días, la Society for American Archaeology, organización dedicada a la protección del patrimonio arqueológico de América, envió una carta al presidente para recordarle “la importancia del apoyo al estudio, protección y restauración del patrimonio cultural y la difusión del conocimiento así obtenido”.
Al mismo tiempo, 2,500 investigadores se pronunciaron en contra del recorte criminal. Siguen esperando respuesta, y también la solidaridad, el apoyo de los ciudadanos.
Andrés Manuel López Obrador ha dado muestras repetidas de su desprecio por la ciencia y el conocimiento. Aún está a tiempo de evitar un error histórico: el de dejar en el abandono, el de permitir o hacer que se pierda la inmensa memoria de México.
@hdemauleon
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