Científicos y médicos de todo el mundo trabajan a marchas forzadas para encontrar una solución a la actual crisis sanitaria que ha provocado la muerte de miles de personas, sin embargo, aunque los esfuerzos son históricos, los gobiernos que financian estas investigaciones también tienen sus propios intereses
Es una carrera rápida y con muchos aspirantes. El COVID-19 le está enseñando al mundo a trabajar para una misma causa y aunque los métodos de cada país son distintos todos tienen la misma meta: encontrar una vacuna.
Dentro de la larga la lista de naciones que se sumaron para acabar con el enemigo en común destacan las mayores potencias económicas: Estados Unidos, China y Rusia, pero no son las únicas en este esfuerzo.
Sin embargo, detrás de los recursos que los propios gobiernos están destinando a compañías farmacéuticas y laboratorios para dar con un tratamiento efectivo, hay una motivación que se relaciona con querer alcanzar la hegemonía mundial en el campo de la ciencia.
Alejandro Macías Hernández, excomisionado especial para la Atención de la Influenza en México, comenta que la probabilidad de encontrar una vacuna es alta al tomar en cuenta que los primeros reportes demuestran que hay avances, pero asegura que no será sencillo.
“Si no encontramos una vacuna no se podrá volver a una relativa normalidad y el mundo ha entendido esa importancia, porque como nunca antes en la historia los gobiernos desplegaron todo su poder en eso y aun cuando hay muchos esfuerzos unidos, el camino será muy largo y complicado”, comenta el infectólogo.
El gobierno chino fue el primero en levantar la mano meses después de que el brote comenzara en la provincia de Wuhan a finales de 2019.
El presidente Xi Jinping aseguró en mayo pasado que se asumió este compromiso con el objetivo de hacer un bien mundial y también informó que donará en los próximos dos años alrededor de 2 mil millones de dólares para ayudar a los emergentes a hacer frente a los estragos del virus.
De acuerdo con el libro blanco titulado “Fighting COVID-19: China in action” (“La lucha de China contra la epidemia: una prueba de fuego”, en español) el país se encuentra en medio del desarrollo de vacunas en cinco categorías: inactivadas, de proteínas recombinantes, vivas atenuadas contra la influenza, de adenovirus y basadas en ácido nucleico. A la fecha, cuatro vacunas inactivadas y una de adenovirus han sido aprobadas para ensayos clínicos.
Actualmente en China ya hay cuatro vacunas inactivadas y una de adenovirus que han sido aprobadas para ensayos clínicos
A pesar de los importantes avances que reporta el gobierno chino, Estados Unidos también puso en marcha la maquinaria científica al reunir a las mentes más brillantes de las agencias gubernamentales, del sector privado, las universidades y los socios extranjeros para desarrollar vacunas e intervenciones terapéuticas para proteger al mundo, según con lo establecido en el Plan de Acción del Departamento de Estado.
Además de las inversiones en investigación, la Casa Blanca ha aprobado más de mil millones de dólares para el desarrollo de vacunas contra el COVID-19 en asociación con la industria farmacéutica.
Hasta inicios del mes pasado, dos de los esfuerzos patrocinados por el gobierno estadounidense se encontraban en ensayos clínicos fase I y uno más fue desarrollado en asociación con la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), fundada por Bill y Melinda Gates, cuya sede principal se encuentra en Oslo, Noruega.
Además, la administración ya comprometió más de 500 millones de dólares en asistencia para mejorar el saneamiento en las instalaciones y para aumentar la capacidad de laboratorio.
Largo camino hacia la vacuna
Rusia no se quiso quedar atrás y el gobierno encabezado por Vladimir Putin informó que reclutó a 50 voluntarios: 45 hombres y cinco mujeres, para participar en los ensayos clínicos que comenzaron a inicios de este mes.
En ese país los investigadores de armas biológicas trabajan con los funcionarios de salud para desarrollar una vacuna, la cual el gobierno ruso informó que comenzarán a producir en grandes dosis en septiembre.
La premura del presidente Putin puede relacionarse con que Rusia es el tercer país del mundo en sumar casos positivos de COVID-19.
Otras naciones que están trabajando para proteger a sus ciudadanos son Alemania, Italia y Francia que firmaron un convenio con la farmacéutica británica AstraZeneca para obtener 400 millones de dosis de la vacuna que se encuentra en desarrollo conjunto con la Universidad de Oxford.
Hasta el 9 de junio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) tenía registro de 163 candidatos para vacunas, sin embargo, por ahora China lidera la carrera en el desarrollo, ya que la mitad de las pruebas que han ingresado a ensayos clínicos tienen el sello del dragón asiático.
Las autoridades de salud rusas informaron en mayo que una vacuna estaría disponible a fines de julio, mientras que los funcionarios estadounidenses esperan desarrollar una para la primera mitad del 2021.
A pesar de los esfuerzos históricos, José Alfredo Vázquez Vázquez, médico jefe de Infectología del Centro Médico Dalinde en Ciudad de México, manifiesta que incluso con el calendario más optimista encontrar una vacuna podría tardar más de un año.
“Algunos países van muy avanzados y las expectativas hacia el futuro son buenas, pero nunca habíamos visto un virus tan fuerte como el COVID-19, entonces no será sencillo encontrar una vacuna”.