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ESTRATEGIAS

Torpezas de la Inteligencia,

Terminé de leer el último libro de Jorge Carrillo Olea, titulado Torpezas de la Inteligencia, donde explica cómo nació el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, con anécdotas de sus tiempos de jefe de escoltas de Echeverría y José López Portillo; su excelente relación con el presidente Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, y sus desencuentros con Ernesto Zedillo y Manuel Bartlett.

Carrillo Olea, a quien la periodista y escritora Anabel Hernández ha definido como “el padre de la Inteligencia en México”, recuerda que su vocación inicial por estudiar “Estado Mayor” se despertó en 1955, (a sus 17 años, cuando iba en el segundo año del Colegio Militar), sin saber exactamente de lo que se trataba y mucho menos sus implicaciones.

En 1970 se incorporó al Estado Mayor Presidencial y en esa época tuvo su primer contacto formal con el concepto básico de inteligencia estratégica en la Escuela Superior de Guerra.

Su cargo específico en el EMP fue “jefe de la Sección Segunda”, que los militares identifican perfectamente como el área de inteligencia y seguridad al servicio del presidente, aunque esto último en la práctica lo hacía un grupo de agentes de la Dirección Federal de Seguridad.

Una fecha que quedó marcada en su historia fue el 14 de marzo de 1975, día en que se llevó a cabo un evento en la Facultad de Derecho de la UNAM, cuando todavía estaban frescos los recuerdos de lo acontecido en Tlatelolco en 1968 y en San Cosme en 1971, el llamado “Halconazo”.

Jorge Carrillo Olea narra cómo sacó de ese auditorio al presidente Luis Echeverría cuando una turba de estudiantes comenzó a romper los vidrios con tepalcates de los macetones que habían roto previamente, uno de los cuales le dio al presidente en la frente y lo hizo sangrar.

Prácticamente en vilo llevaron al presidente al estacionamiento y no alcanzaron a llegar a donde estaban los vehículos oficiales, sino que al entonces coronel Carrillo Olea se le ocurrió utilizar un vehículo Maverick rojo que su propietario (un muchacho dedicado a imprimir tesis y que esa tarde debía entregar varias) ya había puesto en marcha.

“El presidente reía a carcajadas. Llegamos al final del estacionamiento y aprovechamos una especie de rampa de tierra para brincar la banqueta y entrar en una mezcla de floresta y pedregal, tan propia de la Ciudad Universitaria.

Desde luego, yo no sabía, porque nunca lo calculé, a dónde llevaba aquella brecha. Lo único seguro era que nos alejaba de los estudiantes que aún nos perseguían. Luego de un kilómetro, llegamos a Insurgentes, pero en sentido contrario”. Relata que el presidente se carcajeaba y gritaba: “¡Igual que en Los Intocables!”. ¿Por qué lo hacía? El autor del libro no lo sabe, pero supone que era porque el presidente se sentía seguro y confiaba plenamente en su equipo de seguridad, por lo que se le hacía divertido todo lo que estaba pasando.

Para quienes no fue divertido fue para su familia y gabinete, pues durante casi una hora (tomando en cuenta que no existían teléfonos celulares) el presidente de la República estaba “desaparecido” tras un incidente con estudiantes.

Ya en la residencia oficial de Los Pinos, lo primero que hizo Luis Echeverría fue pedir que localizaran al proyeccionista porque deseaba ver una película.

Pero si Echeverría estaba medio loco (al menos así lo demuestra su comportamiento anterior), José López Portillo era peor, por lo que Carrillo Olea define a ese sexenio como “desastroso”, y no tanto por el titular del Ejecutivo, sino por la turba de delincuentes que entraron con él.

“Para no dejar cabida a interpretaciones, la DFS era simplemente una organización criminal”, afirma categórico.

El mérito de Jorge Carrillo Olea –según advertimos a lo largo del libro- fue hacerse amigo de Miguel de la Madrid Hurtado, desde que éste era un eficiente funcionario en la Secretaría de Hacienda. Desde entonces sostenían encuentros en los que JCO le platicaba a su amigo de sus intenciones de crear una verdadera institución de inteligencia, equivalente a la CIA de Estados Unidos.

Un dato relevante: un día antes de tomar posesión como presidente de la República, Miguel de la Madrid desayunó con Jorge Carrillo en Cuautla, lo que era señal de que por fin iba a poder hacer realidad su proyecto.

El Sistema Nacional de Inteligencia consistiría en la creación de tres centros: el CISEN, el Cendro y el Centro Nacional de Inteligencia Criminal, lo que implicaría la desaparición, de una vez por todas, de la DFS.

Fue un sábado de mayo de 1985, cuando en su carácter de subsecretario de Gobernación, Jorge Carrillo Olea se dio el lujo de acudir hasta las oficinas de la DFS y ordenar a todo el personal formado: “Coloquen sus charolas y pistolas a sus pies”.

Con el metal fundido de las charolas se hizo un busto de Benito Juárez que a la fecha permanece en la sede del CISEN.

En su libro, JCO da cuenta de una reunión con Carlos Salinas de Gortari a unos días de tomar posesión como presidente de la República.

Dice que fue en la calle de Cracovia, en San Ángel, y que ahí le planteó la creación del CISEN, cargo que ostentó hasta octubre de 1991, cuando lo mandó a la PGR.

A lo largo de 293 páginas, el general en retiro aporta una serie de propuestas de cómo debe manejarse lo que él llama “Inteligencia Estratégica”, que no es otra cosa que la sistematización de la información para la correcta toma de decisiones.

En algún momento pensé que la intención del ex gobernador de Morelos era que el libro llegara a manos del nuevo presidente de la República, quien fuera, y que lo regresaran al CISEN, institución de la que presume ser el fundador.

Así parece cuando dice que “la presente obra (…) tiene la intención de ser una serie de consideraciones constructivas para pensar en el futuro de la inteligencia estratégica. Aunado a ello, ofrece un planteamiento idealista sobre lo que el país podría intentar al respecto y lo que merece, necesita y puede obtener en esa materia, incluso en términos de seguridad nacional”.

Sin embargo, quienes lo conocimos en su trunca administración 1994-1998 nos seguimos preguntando ¿y por qué no utilizó toda esa capacidad y experiencia para permanecer como gobernador de Morelos hasta el fin de su sexenio?

HASTA MAÑANA.

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