La impaciencia del paciente
Pensionado por el Issste y operado a corazón abierto hace 48 años, Rubén Martínez Rodríguez tiene ya 78, es viudo, hipertenso y vive en la capitalina colonia Industrial. “A diario compro MILENIO, ojalá que su público conozca mi relato”, solicita.
La tarde del miércoles de la semana pasada fue al mercado Ramón Corona por su acostumbrado jugo de zanahoria, lechuga y espinacas. Luego de beberlo comenzó a sentir “el cuerpo raro”. Volvió al departamento que renta y se tomó la temperatura: 38.5. “Con una sensación horrible, me controlé. Cuando me fui a dormir tenía 37.5”.
Al día siguiente recordó que la jefa de Gobierno había anunciado la aplicación de 2 mil 500 pruebas de covid-19, así que su hijo mayor lo llevó al Rubén Leñero, en Azcapotzalco.
¿Por qué no recurrió al Issste? Porque mes y medio antes, con la presión elevada (180/104), fue al 1 de Octubre (Magdalena de las Salinas), donde no lo aceptaron debido a que el hospital “estaba saturado de covid-19”.
Más atrás, en 2018, cuando pidió al instituto su expediente, porque tal vez requiera un marcapaso, se le dijo que primero le harían un electrocardiograma. “De mi clínica me mandaron a Indianilla y de ahí al 1 de octubre”, pero las peregrinaciones y desatenciones continuaron: para examinarlo debía presentarse el 8 de julio de 2019, pero el equipo estaba descompuesto. Nueva cita para ¡casi un año después!: el 1 de junio reciente, pero le llamaron antes para comunicarle que será examinado hasta diciembre próximo.
El caso es que el jueves pasado, en el Rubén Leñero, ingresó en Urgencias a las 16:42 horas, según el registro.
Un médico cubano lo revisó: 36.5 de temperatura, oxigenación 92. Lo canalizó con otro cubano, Yosmel Álvarez González, para examen de sangre y tomografía, y un tercero, también procedente de Cuba, comentó con el primero que solo se le practicaría la tomografía de los pulmones por “falta de personal”.
Cuando salieron los resultados lo llamó Yosmel para decirle que sus pulmones “estaban limpios”, pero que el derecho presentaba “un pequeño, insignificante daño” por probable covid-19. Para eliminar esta posibilidad se requería una prueba… que no se le haría, porque dizque no había presupuesto.
“Quedé como caso sospechoso. Afortunadamente mis hijos me pagaron la prueba que dice que tengo síntomas leves de covid-19 y que con aislamiento de 14 días quedaré fuera de peligro”.
Denuncia:
“Los gobiernos federal y de Ciudad de México están engañando a la sociedad. Mis hijos me pagaron la prueba, pero a la gente con síntomas la regresan a sus casas y le dicen que si se pone grave acuda de inmediato al hospital. Muchos enfermos, mientras se agravan, contagian a sus familiares. Uno de los doctores cubanos me explicó que en su país no se propagó la pandemia, porque su gobierno hizo obligatorio el uso de cubrebocas, y quien no acate va a la cárcel. Y los enfermos que se escapan de los hospitales también...”